Era el 20 de setiembre de 1870, en Costa Rica se estaba empezando la construcción de un ferrocarril para la exportación de café, ya que este era el producto que más se transportaba en ese tiempo

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Lamentablemente para Francisco este viaje traería una desgracia a su familia ya que en la zona Atlántica se había desatado una serie de enfermedades y virus por la traída de chinos, jamaiquinos, nicaragüenses, italianos y personas de otros países para trabajar tanto en la construcción del ferrocarril como en las plantaciones, uno de esos virus ataco y mato a su pequeña hija Rosita de tan solo cinco años.

Fue un dolor insuperable para el pobre Francisco quien a pesar de esta situación se sentía aún bendecido por Dios ya que le había dado la oportunidad de haber logrado superarse y tener una mejor calidad de vida superando el riesgo que corrió en sus principios cuando peligro de morir en una de las incontables peleas a machete, morir intoxicado por herbicidas o pesticidas o donde pudo también quedar estéril, pero esto ni tampoco el peligro diario de los escorpiones y las serpientes más el cansancio del calor, la lluvia y la humedad del clima de la zona lo detuvieron en la incansable lucha de salir adelante para superarse.

Hoy en día gracias a la perseverancia que tuvo Francisco ha dejado un invaluable tesoro en tierras que pudo comprar para sembrar a sus descendientes quienes aún mantienen viva la tarea de la plantación del banano y con esto un promedio de producción alto a nivel nacional.

El legado de Francisco da trabajo a cientos de personas de la zona, siguiendo las reglas establecidas por el mismo en donde las medidas de seguridad van de la mano con las medidas de salubridad.

Sus estándares de calidad los hace ubicarse en uno de los mejores del país lo cual aparte generar empleo en la zona ayuda por las divisas que aporta esta actividad, la cual es una muestra como el sacrificio y esfuerzo que hacen nuestros agricultores nos beneficia directa e indirectamente a nosotros.