Hobsbawm Eric. Historia del siglo XX. Capítulo XIV "Las décadas de crisis"
Enviado por karlo • 19 de Noviembre de 2018 • 2.224 Palabras (9 Páginas) • 567 Visitas
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- El derrumbamiento del segundo mundo (economías de planificación centralizada)
Esta crisis resultó primero encubierta, y posteriormente acentuada, por la inflexibilidad de sus sistemas políticos, de modo que el cambio, cuando se produjo, resultó repentino, como sucedió en China tras la muerte de Mao y, en 1983-1985, en Unión Soviética, tras la muerte de Brezhnev. Desde el punto de vista económico, estaba claro desde mediados de la década de los sesenta que el socialismo de planificación centralizada necesitaba reformas murgentes. Y a partir de 1970 se evidenciaron graves síntomas de auténtica regresión. Este fue el preciso momento en que estas economías se vieron expuestas —como todas las demás, aunque quizá no en la misma medida— a los movimientos incontrolables y a las impredecibles fluctuaciones de la economía mundial transnacional. La entrada masiva de la Unión Soviética en el mercado internacional de cereales y el impacto de las crisis petrolíferas de los setenta representaron el fin del «campo socialista» como una economía regional autónoma, protegida de los caprichos de la economía mundial. Con el súbito desmoronamiento del sistema político soviético, se hundieron también la división interregional del trabajo y las redes de dependencia mutua desarrolladas en la esfera soviética, obligando a los países y regiones ligados a éstas a enfrentarse individualmente a un mercado mundial para el cual no estaban preparados.
- Los cambios en el tercer mundo tras la crisis (pp. 421-423)
Es prácticamente imposible hacer generalizaciones sobre la extensa área del tercer mundo (incluyendo aquellas zonas del mismo que estaban ahora en proceso de industrialización). Las décadas de crisis afectaron a aquellas regiones de maneras muy diferentes. La única generalización que podía hacerse con seguridad era la de que, desde 1970, casi todos los países de esta categoría se habían endeudado profundamente. En 1990 se los podía clasificar, desde los tres gigantes de la deuda internacional (entre 60.000 y 110.000 millones de dólares), que eran Brasil, México y Argentina, pasando por los otros veintiocho que debían más de 10.000 millones cada uno, hasta los que sólo debían de 1.000 o 2.000 millones.
Los ochenta se produjo un momento de pánico cuando, empezando por México, los países latinoamericanos con mayor deuda no pudieron seguir pagando, y el sistema bancario occidental estuvo al borde del colapso, puesto que en 1970 (cuando los petrodólares fluían sin cesar a la busca de inversiones) algunos de los bancos más importantes habían prestado su dinero con tal descuido que ahora se encontraban técnicamente en quiebra. Por fortuna para los países ricos, los tres gigantes latinoamericanos de la deuda no se pusieron de acuerdo para actuar conjuntamente, hicieron arreglos separados para renegociar las deudas, y los bancos, apoyados por los gobiernos y las agencias internacionales, dispusieron de tiempo para amortizar gradualmente sus activos perdidos y mantener su solvencia técnica. La crisis de la deuda persistió, pero ya no era potencialmente fatal. Este fue probablemente el momento más peligroso para la economía capitalista mundial desde 1929. Su historia completa aún está por escribir. Mientras las deudas de los estados pobres aumentaban, no lo hacían sus activos, reales o potenciales. En las décadas de crisis la economía capitalista mundial, que juzga exclusivamente en función del beneficio real o potencial, decidió «cancelar» una gran parte del tercer mundo. De las veintidós «economías de renta baja», diecinueve no recibieron ninguna inversión extranjera.
De hecho, sólo se produjeron inversiones considerables (de más de 500 millones de dólares) en catorce de los casi cien países de rentas bajas y medias fuera de Europa, y grandes inversiones (de 1.000 millones de dólares en adelante) en tan sólo ocho países, cuatro de los cuales en el este y el sureste asiático (China, Tailandia, Malaysia e Indonesia), y tres en América Latina (Argentina, México y Brasil).
La economía mundial transnacional, crecientemente integrada, no se olvidó totalmente de las zonas proscritas. Las más pequeñas y pintorescas de ellas tenían un potencial como paraísos turísticos y como refugios extraterritoriales offshore del control gubernamental, y el descubrimiento de recursos aprovechables en territorios poco interesantes hasta el momento podría cambiar su situación.
En 1990 los únicos estados ex socialistas de la Europa oriental que atrajeron alguna inversión extranjera neta fueron Polonia y Checoslovaquia. Dentro de la enorme área de la antigua Unión Soviética había distritos o repúblicas ricos en recursos que atrajeron grandes inversiones, y zonas que fueron abandonadas a sus propias y míseras posibilidades. De una forma u otra, gran parte de lo que había sido el «segundo mundo» iba asimilándose a la situación del tercero.
El principal efecto de las décadas de crisis fue, pues, el de ensanchar la brecha entre los países ricos y los países pobres. Entre 1960 y 1987 el PIB real de los países del África subsahariana descendió, pasando de ser un 14 por 100 del de los países industrializados al 8 por 100; el de los países «menos desarrollados » (que incluían países africanos y no africanos) descendió del 9 al 5%.
- Las transformaciones del estado-nación
Se produjeron limitaciones y pérdida de poder en un orden económico global y en un contexto de transnacionalización de la economía y los mercados. E Eº pierde sus poderes de regulación económica la mundialización de la economía que se produjo a partir de 1970, que puso a los gobiernos de todos los estados a merced de un incontrolable «mercado mundial».
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