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IMAGEN, TERRITORIO Y SU ESTÉTICA

Enviado por   •  16 de Julio de 2018  •  2.316 Palabras (10 Páginas)  •  249 Visitas

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El paisaje como elemento cultural del territorio, evidentemente dinámico, nos obliga a activar una serie de acciones en conexión con su representación que nos posibilite su comprensión. Aquí toma un especial protagonismo la imagen como documento para el estudio de la secuencia evolutiva del paisaje, para inventariar con detalle los valores paisajísticos del territorio, además de poder describir las dinámicas naturales y sociales que han intervenido en su evolución y transformación. Las imágenes que conservamos adscritas a un determinado enclave, registradas por multitud de agentes en diferentes periodos, articulan verdaderos archivos de la memoria, y nos muestran, cómo muchos de esos atributos que particularizan los valores de un espacio vivido y modelado por el hombre se manifiestan con continuidad en el tiempo, evolucionan de forma lenta, o se transforman súbitamente en periodos de cambio. En esta mirada estética sobre el territorio han aparecido en las últimas décadas nuevos intérpretes, como residentes forasteros, viajeros y turistas, que ponen en valor, con su mirada culturalmente ajena, aspectos que pudieran haber pasado desapercibidos para autóctonos. Esta acumulación de representaciones va autografiando el relato de la propia memoria del territorio, en las que pueden observarse la dramática tensión entre lo efímero y lo permanente.

La consolidación de esta nueva mirada sobre el territorio protagonizada por el turismo, fruto de la globalización, va modelando y recreando el mismo, y finalmente, altera su función así como su estética, porque sucede que: “este tipo de percepción se decanta por una visión del paisaje como mercancía cultural y como objeto de consumo donde la forma de ver, mirar, admirar, pasa por el canon estético en boga introducido por la publicidad, los medios de comunicación, la moda o las guías de viajes”[5]. La metanarrartiva visual, lejana a la realidad, se impone para construir mercados turísticos de los territorios, susceptibles de ser consumidos.

Cada sociedad crea unas producciones simbólicas que nacen de sus necesidades y de sus tradiciones, reflejándolas a su vez. Toda variación en la estructura social influye tanto sobre la forma como sobre el contenido de las modalidades de la expresión artística que modelan y reflejan el territorio, y, muy especialmente, en su estética. Por tanto, imagen y territorio son dos conceptos estrechamente unidos en la configuración, eminentemente cultural, de la noción de paisaje. Paisaje y cultura son inseparables, a la vez que dependientes de la propia evolución de los gustos estéticos, que cada momento histórico ha dado forma a sus representaciones simbólicas, construyendo su propia memoria. El paisaje, como una parte esencial del territorio, y la memoria e identidad del mismo están estrechamente unidos. En este sentido, Maurice Halbwachs sostiene que: “la imagen del medio exterior y las relaciones estables que mantiene con este entorno pasan al primer plano de la idea que el grupo se forma de sí mismo. Esta imagen impregna todos los elementos de su conciencia, modera y regula su evolución. La imagen de las cosas participa de su inercia”; y añade: “no es tan fácil mudar las relaciones que se han establecido entre las piedras y los hombres. Cuando un grupo humano vive desde hace tiempo en un sitio adaptado a sus hábitos, no solamente sus movimientos, sino también sus pensamientos se regulan por la sucesión de imágenes materiales que representan los objetos exteriores”[6]. Ahondando en estos mismos términos, compartimos la idea de que: “si la memoria colectiva permite al grupo resistir, estabilizarse en la duración, preservar y perseverar, en su mismidad, es en gran medida por apoyarse en la persistencia del entorno material”; y agrega: “no sabríamos cómo recobrar el pasado si éste no se conservara por el medio material circundante”[7].

Ahora bien, tampoco podemos olvidar que la imagen del territorio ha estado al servicio del poder imperante, a lo largo de la historia, que lo ha modelado a su antojo para dejar su particular impronta estética. Así concebido, resulta innegable cómo los colonizadores dominantes siempre han transformado los territorios conquistados para despojar de su identidad, aculturar y someter más fácilmente a los pueblos sometidos. Por ello, nos supone una gran ayuda conocer los agentes que en cada momento ejercen su poder en la modificación y construcción del territorio, para desvelar las actuaciones que llevan a cabo. En la actualidad, las relaciones de poder son transversales, cruzándose intereses difusos entre los poderes políticos, las empresas multinacionales, los medios de comunicación, los industriales y las empresas constructoras, entre otros. En este nuevo contexto de globalización económica el capital territorial: “fácilmente puede ser banalizado y desposeído de sus valores culturales”[8]. Abogando por el mismo, en las últimas décadas ha aflorado una generalizada preocupación hacia la salvaguardia patrimonial de la humanidad, por parte de instituciones nacionales e internacionales que han ido manifestando y plasmando recomendaciones, normas y leyes, implicándose en un amplio abanico de objetivos encaminados a: identificar, documentar, investigar, preservar, proteger, promover, valorizar, trasmitir y revitalizar el patrimonio en sus distintas manifestaciones.

Queremos finalizar este texto con una imagen de Guarda titulada “Guarda a D. Miguel de Unamuno”, de 2016. Se trata de un paisaje de la ciudad, en el que más allá del preciosismo escénico, se proyecta una imagen literaria del Unamuno viajero reflexionando sobre el territorio, sobre la Guarda de 1908, "… Por fortuna, los últimos días de noviembre son muy cortos y pude acostarme a las siete, con una novela de Camilo[9] a la cabecera de la cama. No sin antes dar un paseo por la villa y pararme ante la imagen del rincón del arco para pensar ¡de qué tragedias calladas habrá sido mudo confidente!…"[10]. Lo físico y lo intangible se aglutinan como componentes esenciales del territorio, proyectando su particular valor de memoria e identidad, de ahí la importancia de aproximarnos al mismo desde esa doble vertiente: de lo explícito y lo emocional. Walter Benjamín[11] reivindicaba el aura o irradiación carismática de la obra de arte y la identifica con la singularidad, con la experiencia de lo irrepetible, el territorio está cargado de auras.

En definitiva, apreciar el territorio en su identidad y cualidades es una actitud ante la vida, que se modela y perfecciona desde la articulación de políticas fundamentales en la implicación de la sociedad basadas en una correcta Educación. Proceso en el cual la imagen juega un papel fundamental en la percepción estética y valoración del territorio.

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