Invisibles en la ciudad prodigio.
Enviado por Sandra75 • 3 de Abril de 2018 • 7.327 Palabras (30 Páginas) • 440 Visitas
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Según el cronista, las hijas de don Jesús María y las esposas de sus hijos se destacaron por ser madres de una numerosa descendencia. En esa época el estado más favorable para las mujeres era el matrimonio, su misión de procrear se veía como su contribución al progreso, si recibían educación está se orientaba a que se convirtieran en amas de casa cada vez más habilidosas. Ser esposas era estar al servicio de la familia y desde ahí de la ciudad.
Sánchez llama la atención sobre cómo las mujeres casadas no eran incluidas en las primeras listas poblacionales de la ciudad, éstas se referían en primera instancia a los hombres casados, por tanto dar cuenta de la existencia de las esposas era cosa redundante, pues éstas no eran consideradas como habitantes, es decir no eran ciudadanas, eran parte de las posesiones del marido:
“Ciudadanos de primera clase, casados 360 con un total de 1027 hijos, todos ellos también de primera clases; Ciudadanos de segunda clase, casados., 63 con un total de 104 hijos; Ciudadanos de tercera clase, solteros 188, todos mayores de 21 años. En dicha lista que da un total de 1742 habitantes, no figuran las mujeres casadas” (Sánchez Arenas, 2002, pág. 41)
Al describir la forma en que los fundadores fueron ocupando la ciudad, menciona a algunas mujeres que por su condición de viudez o soltería no contaban con el apoyo masculino y tuvieron que desempeñarse en diversas labores, principalmente en la comercialización de alimentos en el mercado.
“Era Rita una mujer viuda que se ocupaba en fabricar tabacos, “panelitas de leche”, “gelatinas blancas” y otras chucherías que vendía los sábados y los miércoles en el mercado. (…) Después de la casa de Don Elías López, existía la piecita de María Josefa Acosta, mujer sola que tenía un humildísimo negocio de comestibles.” (Sánchez Arenas, 2002, págs. 56-57)
En un pequeño párrafo sin detenerse mayormente, cuando retoma la descripción de David Echeverri sobre la ocupación de las primeras manzanas en 1875, hace mención del rancho de José Tomás Rodríguez como el lugar donde se crio “La negra Lupe”[4]. No explica Sánchez que esa “negra” hizo parte del grupo de los fundadores, ni que asistió a la misa celebrada en la improvisada capilla por Remigio Antonio Cañarte el domingo 30 de agosto de 1863 y, que hasta el sol de hoy se recuerda con solemnidad como el momento en que se fundó oficialmente la ciudad.
Según Sánchez la lista de los fundadores fue elaborada por Jesús María Hormaza y en ésta, la única mujer a la que se incluye es a Petrona Pereira:
“Por muchas circunstancias, es de justicia atribuir el título de fundadores de Pereira a este pequeño grupo de exploradores así como también a las personas que se encontraban aquí ya establecidas, las mismas que un mes después asistirían a la primera misa que se celebraba en la humilde capilla que para el efecto construyeron en la esquina de la calle 19 con carrera octava, en el mismo sitio donde hoy funciona la Droguería Otún. En la lista de las aludidas personas, confeccionada por el joven Jesús María Hormaza N., al terminar la ceremonia sólo aparece una mujer, que lo fue la señora Petrona Pereira, la misma que el día anterior sirvió de madrina cuando los sacerdotes Cañarte y Pinilla bendijeron la capilla.” (Sánchez Arenas, 2002, pág. 39)
Petrona Pereira fue una mujer de “primera clase”[5] descendiente de Francisco Pereira, esta circunstancia jugó a su favor para ser reconocida históricamente como la representante del mecenas al momento de la fundación. Una mujer humilde y negra como Guadalupe Zapata no cabía en la exclusiva lista. Tampoco sabemos si las esposas de los fundadores asistieron a la mentada ceremonia religiosa y corrieron, para efectos de la lista del joven Hormaza, con la misma suerte que en los primeros censos poblacionales donde simplemente no eran mencionadas pues bastaba con que aparecieran los nombres de sus maridos.
Con los años, han aparecido en los relatos de periodistas como Rigoberto Gil y de historiadores más contemporáneos como Victor Zuluaga y Sebastián Martínez, las referencias a mujeres que como Petrona Pereira y Guadalupe Zapata hicieron parte del grupo fundacional, ésta última completamente invisibilizada por más de medio siglo, pese a haber asistido a la misa realizada por el Presbítero Cañarte, su nombre fue excluido de la lista de los fundadores.
“Los más conservadores dicen que se trató de un olvido. Lo más liberales que exclusión. Lo que fuera pero el nombre de Guadalupe Zapata fue borrado de la lista oficial de quienes participaron en la ceremonia religiosa. No fue suficiente su devoción ni su ascendencia entre los primero habitantes de la villa. Desde entonces los negros quedaron vetados de hacer parte de la memoria narrativa de la ciudad.” (Las 2 orillas, 2014)
En la celebración del sesquicentenario de Pereira en el año 2013, a manera de reconocimiento simbólico, los restos de Guadalupe Zapata fueron trasladados del cementerio a la Cripta de los Fundadores, ubicada en la Catedral Nuestra Señora de la Pobreza. Está reivindicación además del género, representa el reconocimiento a los aportes de los afrocolombianos en los procesos de poblamiento. Para muchos esta exclusión fue ante todo un acto de racismo.
Guadalupe Zapata no fue la única invisible, en Pedacitos de Historia, el libro de Lisímaco Salazar, se hace referencia a otras mujeres que como Encarnación Murillo y Mariana (sin apellido) hicieron parte del grupo colonizador que fundó Pereira.
Sobre encarnación dice Lisímaco:
“Yo supe que esta Encarnación Murillo había sido una de las personas que había llegado a fundar a Pereira con Jesús Ormaza, Elías Recio, Félix de la Abadía, Sebastián Montaño y Remigio Antonio Cañarte, que ella ayudó a limpiar las primeras seis manzanas que se demarcaron, y que extrajo el oro corrido de la quebrada Egoyá.” (Salazar, 1980. Pag. 35)
Cuenta también Lisímaco sobre Mariana que:
“Encarnación Murillo explicaba que ella (Mariana) había ayudado a limpiar las seis primeras manzanas y que luego habían contratado a un señor de apellido Fletcher, quien había extendido el área del pueblo en ciento veinte cuadras, las que bautizaron con los nombres que se les conocía, antes de ponerle nomenclatura a las calles y carreras.” (Salazar, 1980. Pag. 36)
En su relato sobre las tres fundaciones de Pereira Alberto Rivera, citando a Marín, menciona entre sus primeros pobladores a la negra Guadalupe Zapata y hace clara alusión a la labor de Guillermo Fletcher
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