“Laberintos institucionales” en Tiempo histórico y campo grupal

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En la institución discurren territorios superpuestos, con sus puntos de contacto y de enfrentamiento, sus ritmos, sus acuerdos coyunturales, sus propias tácticas, estrategias y estilos de alianza, con niveles de autonomización crecientes, de corrupción organizada, respecto de la institución oficial y de ésta respecto del control de la sociedad. Sobre este proceso de alienación, los actores ensayan una interrogación ¿Cómo circula lo oculto en lo oficial? Y propician una crítica elucidativa que tiene riesgos, peligros y beneficios concretos para quienes la realizan.

La institución hospital está inserta en un medio con características determinadas que conforman una cultura institucional, de la cual la comunidad intra y extra hospitalaria conoce algunos rasgos y otros los ignora. Aquellos que se acercan a trabajar en él tienen, diversas expectativas al respecto. Una de las más frecuentes es la ilusión de que sea una organización dadora de posibilidades, generosa en oportunidades y responsable de lo que acontece en ella.

Al cabo de un tiempo, los actores registran el carácter desgastante que la institución impone, y se encuentran ante la disyuntiva de alejarse, renunciando a sus ilusiones. Otra situación posible es el re-agrupamiento con actores que estuvieran en las mismas condiciones, planteando un trabajo por los márgenes o permanecer asimilados a la maquinaria institucional. Incluyéndose en un contrato perverso que no tiene otro destino que el deterioro encubierto y progresivo de las prestaciones, condenando a la desesperanza a los internados. Otra posibilidad que les queda a los actores es la de articularse en tal forma y fuerza que pudieran instituir contra dispositivos que organicen las prácticas con un carácter de intervención institucional. La apertura de espacios donde circule una crítica transversa lisada de producción colectiva.

Recurrencias (cuestiones que insisten, recurren en diferentes requerimientos de asesorías institucionales recibidos:

a) Conflictos interpersonales en el grupo que obstaculizan la tarea.

La significación de grupo alude aquí a un espacio de relaciones afectivas que, en tanto más armoniosas sean, mayor será la productividad en el trabajo.

b) Se espera que el especialista recomponga los lazos cariñosos entre los integrantes.

Es decir que se le solicita que ofrezca condiciones ilusionales de un agrupamiento privado, sentimental. Que se levante un muro amoroso que proteja de la intemperie institucional. Imaginario que pone de manifiesto, denuncia sin proponérselo, el grado de malestar institucional en que estas personas inscriben sus prácticas.

En la tradición de las teorizaciones sobre grupos suele enfatizarse el carácter resistencial-regresivo de las ilusiones grupales.

c) Las formas familiaristas son el recurso a la mano que todos tienen: reproducir relaciones sociales pre-existentes.

Instituir diferencias es el problema.

d) La versión familiarista de los intercambios laborales es una forma de resistencia, creativa en un primer momento, que conlleva en su interior la impronta ambivalente de su afirmación y su negación. No le espera otra cosa que el fracaso, pero permite mientras tanto permanecer en un sitio.

Con crueldad, esas formas ilusionales serán abatidas, esparcidas y llevadas por los senderos de la fragmentación.

Se consulta sobre “problemas de grupo” situando estos en, particularmente la envidia y la rivalidad. No se escuchan referencias a causas laborales, malas condiciones de trabajo, etc. Hay una recurrencia de explicaciones psi de lo que sucede en su trabajo.

El familiarismo suele convertirse en uno de los principales instrumentos tecnológicos de los grupo-isla, en tanto forma una noción de fantasma vaciado de sus posibles afectaciones institucionales que, al denegarse, deniegan lo público. En un mismo movimiento se excluyen los fuegos de poder de ese colectivo. Se exilia la política de un colectivo familiarizando, edipizando sus rebeliones y sumisiones.

e) El requerimiento suele provenir del sector más progresista del equipo.

Integrantes generalmente ubicados en los lugares más bajos del escalafón institucional. Que impulsan transformaciones pero sabotean su instrumentación. Exaltan la horizontalizacion, pero toleran muy mal la institución de formas organizativas, la diferenciación de funciones, obligaciones horarias, etc. Un imaginario autogestivo que conspira contra la institución de la gestión.

En suma, no hay que confundir la institución y sus formas institucionales con un gran grupo o con un conjunto de grupos. Hay una relación necesaria y no contingente entre aquello que se demarca como visible institucional y aquello que se sitúa como invisible. Si un colectivo laboral construye una imagen del mismo como grupo privado, sentimentalizado, necesariamente y no por contingencia quedará en invisibilidad su inscripción como equipo y/o servicio público institucional. Lo impensado público se organiza desde lo pensado como privado. Lo impensado laboral se organiza desde lo pensado sentimental.

Muchas veces en el estrecho camino de los intersticios institucionales parecería que se pierde el sentido de nuestras prácticas. Una insistencia utópica, que remite a la actualización de deseos como sostén de prácticas alternativas. Prácticas instituyentes, en tanto conjunto de deseos no anudados al poder. Utopías que construyen lo real.