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“Las pandillas en El Salvador: la violencia como medio de poder”

Enviado por   •  14 de Julio de 2018  •  5.322 Palabras (22 Páginas)  •  432 Visitas

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La violencia es una de las formas más elaboradas y complejas de la violencia; supone un nivel de planificación e inteligencia que otras formas de violencia no alcanzan. Por ejemplo, un homicidio pasional puede fácilmente ser el resultado de una reacción primaria del victimario frente a lo que considera una ofensa por parte de la víctima, incluso sin importarle asumir las consecuencias judiciales del hecho; sin embargo, en un homicidio perpetuado sobre una víctima previamente secuestrada con fines lucrativos, el victimario muy probablemente asesina a su víctima para evitar ser identificado por la justicia.

También es importante entender que la violencia puede adquirir modalidades distintas dependiendo del lugar donde se genera. El concepto de violencia urbana, generada por la dinámica de las ciudades, sirve para caracterizar precisamente las acciones violentas que surgen en el seno de las urbes, inducidas por la alta concentración de población, el hacinamiento, los excesos del transporte particular y público, las formas exacerbadas de recreación estimuladas por el consumo (juegos de azar, con- sumo de alcohol y otras drogas), los eventos masivos de alto con- tenido emocional para los colectivos (deportivos o artísticos), la proliferación de armas y otros artefactos bélicos, las manifestaciones políticas o de reivindicación social y, principalmente, el accionar de individuos y grupos dedicados expresamente al delito o al crimen.

Finalmente, la violencia puede entenderse también a partir de la edad de las personas que la ejercen. Así, hablamos de violencia juvenil en el sentido de ser aquella ejercida por los jóvenes en forma individual o colectiva. Son comunes las agrupaciones juveniles que ejercen la violencia por razones de expresión de su identidad o simplemente por un sentimiento anti sistema o de rebeldía a las reglas establecidas por los adultos. Desde esta perspectiva, se habla de violencia juvenil, adolescente, o estudiantil.

En todo caso, se trata de una forma de ejercicio de poder, ya sea individual o colectivo, que supone la ejecución de un daño, al mismo tiempo que la asunción de un riesgo. Entender las sociedades actuales como sociedades de riesgo no es accidental, sino que responde a una re- flexión que resulta de una tendencia histórica caracterizada por los frecuentes hechos que amenazan o ponen en peligro la vida o la estabilidad de personas, grupos, gobiernos o sociedades enteras. Muchas veces, el riesgo procede de factores externos y no de las mismas decisiones de los individuos o los grupos.

Sin embargo, hay individuos y grupos para quiénes el riesgo es una condición de vida, durante una etapa de la misma o a lo largo de ella por el tipo de función o labor que desempeñan o que eligieron para reproducir su vida material. Por ejemplo, es normal que en algunos trabajos de alto riesgo las personas ex- pongan sus vidas o su integridad, en razón de los beneficios económicos que pueden obtener y que son completamente lícitos y están controlados o al menos regulados por las normas laborales de la sociedad. Mientras que otros, arriesgan sus vidas mediante el ejercicio de acciones ilícitas o en contra de las normas sociales y las leyes establecidas por el Estado. Los delincuentes y criminales caen en esta categoría y constituyen un tipo de personas o agrupaciones que usan deliberadamente la violencia y que están permanentemente en riesgo.

La mezcla de la edad juvenil y la acción delictiva es altamente explosiva, por el hecho de combinar la violencia potencial con el natural riesgo de la edad. A un joven, que por inclinación natural le gusta correr riesgos, la conducta de rebeldía ante las normas, le puede llevar, equivocadamente, a una vida delictiva y violenta, no sólo porque experimente emociones de insatisfacción con el sistema social, sino también porque encuentre en el riesgo la forma de superar sus frustraciones e incluso de resolver el problema de sobrevivir diariamente. En este sentido, el uso de la violencia, como instrumento, como arma, para canalizar sus frustraciones y como método para obtener beneficios, es altamente estimulante, práctico y adictivo.

Así se construyen personalidades violentas desde niño o adolescente, en condiciones lógicamente adversas, carentes de oportunidades sanas o en rechazo al sistema social, como las que se observan en grandes ciudades que, con su rápido crecimiento, excluyen y vulneran los derechos de grupos significativos de población, instituyendo la marginalidad y las prácticas violentas en los barrios y las comunidades urbano-marginales3.

Cuando el poder de la violencia y la adicción al riesgo se unen más allá de la vida personal, afectando colectivos sociales e impulsando su conducta social, los resultados de sus acciones pueden ser devastadores e impredecibles.

2. SIGUIENDO LA TRADICIÓN DE LAS MAFIAS

Las pandillas son un fenómeno social con una larga historia. Basadas en el sentimiento gregario y en el poder de las subculturas que reivindican identidades particulares, las pandillas se erigen como referentes sociales muy específicos en países o regiones, expresando desde identidades estudiantiles o barriales, hasta identidades criminales o mafiosas. Ciertamente, es un fenómeno variado, sostenido y complejo en la historia de la humanidad, que ha aparecido en las más diferentes zonas geográficas y culturales.

Las pandillas centroamericanas conocidas como “maras”, tienen sus orígenes en un fenómeno de transculturación, en el reflujo histórico generado por las migraciones y las deportaciones, de centroamericanos hacia o desde Estados Unidos de América. Se remontan a la década de los 70’s con la existencia de pequeñas células territoriales en colonias y comunidades histórica y típica-mente marginales o en los barrios ubicados en los alrededores del centro de la ciudad capi-tal, de modo que se trata de un fenómeno principalmente urbano.

A finales de los 80’s e inicios de los 90’s, comienza la influencia de pandillas desde los Estados Unidos, en especial desde Los Ángeles, California. Se instalan en el país las primeras células de la Mara Salvatrucha (MS-13)) y de la Dieciocho (18), entran en conflicto con las locales (las anulan o absorben) y desencadenan un veloz y efectivo proceso de adaptación y reclutamiento.

A mediados de los 90’s, las pandillas iniciaron un proceso de crecimiento sin precedentes en El Salvador, basado en las necesidades de identidad juvenil, sustitución del afecto y la protección familiar, reproducción material y satisfacción de los intereses de recreación. Estas características de orígenes se modificaron sustantivamente con el tiempo, a tal punto que en la actualidad

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