Los hombres de la llamada Edad de Bronce defraudaron al dios Zeus
Enviado por Rimma • 27 de Diciembre de 2018 • 6.748 Palabras (27 Páginas) • 407 Visitas
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Su cuerpo se marchitó y sus huesos se convirtieron en piedra. Sólo su voz permaneció intacta. Pero no fue la única a la que rechazó y una de las despechadas quiso que el joven supiese lo que era el sufrimiento ante el amor no correspondido. El deseo se cumplió cuando un día de verano Narciso descansaba tras la caza junto a un lago de superficie cristalina que proyectaba su propia imagen, con la que quedó fascinado. Narciso se acercó al agua y se enamoró de lo que veía, hasta tal punto que dejó de comer y dormir por el sufrimiento de no poder conseguir a su nuevo amor, pues cuando se acercaba, la imagen desaparecía.
Obsesionado consigo mismo, Narciso enloqueció, hasta tal punto que la propia Eco se entristeció al imitar sus lamentos.
El joven murió con el corazón roto e incluso en el reino de los muertos siguió hechizado por su propia imagen, a la que admiraba en las negras aguas de la laguna Estigia. Aún hoy se conserva el término «narcisismo» para definir la excesiva consideración de uno mismo
Tiresias
El tebano ciego Tiresias, hijo de Everes y de la ninfa Chariclo, y Calchas eran los dos videntes más famosos de la mitología griega.
Hay dos historias diferentes sobre la ceguera de Tiresias y sus poderes paranormales. En la primera se dice que en cierta ocasión vio a la virginal diosa Atenea bañándose desnuda junto a su madre. Después de eso, Atenea le privó del sentido de la vista, aunque le dio el entendimiento del lenguaje de las aves y el poder para predecir el futuro. Ella, además, le obsequió con un cayado especial y le garantizó una larga vida.
Según la segunda versión, Tiresias se encontró a dos serpientes copulando en la montaña y golpeó a la hembra con su vara, que como venganza lo transformó en una mujer. Ocho años después, siendo aún mujer, se encontró a las mismas serpientes de nuevo y en esta ocasión golpeó a las dos, y así fue devuelto a su estado primitivo de hombre. Un día, cuando el rey de los dioses Zeus y su esposa Hera se encontraban discutiendo sobre qué sexo disfrutaba más haciendo el amor, Tiresias fue el elegido para hacer la prueba definitiva. Tiresias afirmó que la mujer disfrutaba más que el hombre, respuesta que enfadó a Hera, que lo dejó ciego. Nada pudo hacer Zeus para rectificar la cruel acción de Hera, pero trató de compensarlo, dándole el don de la clarividencia. Tiresias hacía sus predicciones observando el comportamiento de las aves. Estudiaba los sonidos que hacían y, cuando era necesario, apoyaba sus ideas en el resultado de los sacrificios realizados.
La primera persona a la que Tiresias le auguró un negro futuro fue a Narciso. Cuando su madre le preguntó si viviría mucho tiempo, el vidente contestó que así sería, siempre y cuando no pusiera sus ojos sobre su propia imagen reflejada. Sólo tiempo después fue posible entender el verdadero significado de sus palabras (ver Narciso).
Tiresias hizo muchas predicciones y pronunciamientos, y algunos no se los tomaron en serio inicialmente. El rey tebano Penteo, que no entendía por qué Tiresias adoraba al dios del vino y la vegetación Dioniso, rechazó sus consejos para que adorase al dios correctamente, y por ello tuvo que pagar la ofensa con su vida.
Tiresias también predijo los trágicos acontecimientos que se desarrollaron en Tebas durante y después del reinado de Edipo, el príncipe que mató a su padre y se casó con su madre sin saberlo (ver Oedipus). Fue él quien dijo que la plaga que azotaba Tebas era resultado de su mal comportamiento. Edipo, lejos de quedar agradecido por la información, no se lo agradeció y además lo acusó de tener mala fe. También el rey Creón, que reinó en Tebas antes y después de Edipo, recibió los extremadamente poco bienvenidos consejos de Tiresias. Cuando le instó para que diese un entierro decente al cadáver de Polinices, hijo de Edipo que había muerto en un duelo con su hermano Eteoc1es, que también murió en el duelo, Creón le acusó de ser poco fiable y predecir sólo por dinero.
Tiresias murió después de que los aliados de los hijos de Polinices conquistasen Tebas, posibilidad que él mismo, naturalmente, había anunciado. En el mundo de los muertos el alma del vidente ocupó una posición muy alta. Otras almas carecían de conciencia, pero Tiresias incluso continuó haciendo predicciones. Después de que Odisea le diese sangre de oveja para beber durante su visita al reino de la muerte, el vidente le advirtió que no debería tocar el ganado del dios solar Helios en la isla de Trinacia. Si él seguía este consejo ~legaría a salvo a su hogar en la isla de Itaca, donde acabaría con los pretendientes de Perséfone para vivir durante muchos años. Su predicción fue cierta una vez más. Un detalle importante de la historia que relató Homero es que el alma de Tiresias reconoció a Odisea nada más verlo, lo que significaría que habría recuperado la vista después de muerto.
Piramo y Tisbe
Todos los personajes de El sueño de una noche de verano, la deliciosa obra de Shakespeare, se sorprenderían al saber que los personajes de Píramo y Tisbe eran ya bien conocidos en la mitología griega. Lejos del tratamiento de farsa del autor inglés, la historia que se contaba antiguamente era muy triste.
En la versión clásica, Píramo y Tisbe habían crecido juntos en la ciudad de Babilonia, en Mesopotamia, viviendo toda su vida en casas adyacentes. Su amor era conocido desde siempre por sus padres, que no les permitían casarse ni tener contacto. No obstante, un hueco en la pared les permitía comunicarse y decirse palabras de amor en secreto.
Una noche decidieron salir y encontrarse a escondidas junto a una morera, a las afueras de la ciudad. Tisbe fue la primera en salir, cubierta con un velo para pasar desapercibida. Pero mientras esperaba junto a la morera la llegada de Píramo, una leona sedienta se acercó con el hocico aún cubierto de sangre, después de haber devorado a un buey, para beber en un manantial cercano. La joven huyó aterrada hasta una cueva cercana, pero perdió el velo. La leona se acercó y olió el velo, manchándolo con la sangre del buey. Poco después llegó Píramo y, descubriendo las huellas de la leona junto al velo ensangrentado, no pudo aguantar la desesperación. Creyó que la sangre era de Tisbe que había sido devorada y se clavó su propia espada junto a la morera, inundando el suelo y las raíces con su sangre y haciendo que los frutos blancos se volviesen rojos desde entonces.
Poco después apareció Tisbe y, al encontrar el cuerpo de su amado junto al velo,
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