PASAJE DEL RENTISMO AL CONOCIMIENTO

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Los países que tengan la fuerza de trabajo mejor preparada y especializada, la infraestructura de investigación más sólida, y las instituciones públicas y privadas más fuertes disfrutarán los mayores niveles de desarrollo económico y calidad de vida.

En nuestro país, la caída de los precios del crudo, ha venido afectándonos, y lejos de ser un desequilibrio coyuntural, constituye más bien una consecuencia de cambios estructurales ocurridos en la economía de todo el mundo. Esto obliga a un cambio hacia un nuevo tipo de desarrollo económico y social fundado en la incorporación y difusión del progreso técnico. La difusión de nuevas tecnologías de información y comunicación en la estructura del aparato productivo mundial, ha alterado el patrón de ventajas comparativas que sustentó la inserción de nuestro país en la economía mundial. Como bien se sabe, en la época del rentismo en Venezuela, el motor del desarrollo lo constituyó la inyección a la economía de la renta petrolera a través del gasto público y no del desarrollo del potencial humano. En estas condiciones, fue posible dinamizar la actividad productiva no precisamente por la inversión de sus excedentes en el desarrollo del capital humano y de capacidades tecnológicas, sino a partir de una abundante oferta de recursos públicos que les fueron transferidos en condiciones ventajosas de bajas tasas de interés a largos plazos de pago. Estos recursos se han invertido fundamentalmente en la adquisición del dominio tecnológico a partir de la formación y entrenamiento de sus recursos humanos.

El significado determinante que una vez tuvieron los recursos naturales y el petróleo barato para el viejo modelo es semejante al que tienen la tecnología, la información y el conocimiento para el nuevo modelo de desarrollo. Desde el comienzo de este nuevo milenio, las industrias básicas ya no son las del hierro, el acero ni el aluminio, sino aquellas industrias que se basan en la materia prima más importante de esta época que vivimos: la materia gris. Así, los países de más reciente industrialización tienen claro que la inversión en el desarrollo de sus sistemas educativos y en la formación del capital humano, son cruciales. La sociedad del conocimiento es, entre otras cosas, la sociedad del aprendizaje permanente, es una sociedad educadora. Para ello, se apoya en una amplia red de instituciones e instrumentos que facilitan la tarea de aprovechar los nuevos e incesantes conocimientos que se generan en el mundo. El desarrollo tecnológico depende, entonces, del nivel y cantidad de recursos humanos calificados que se posea, toda vez que son ellos los que realizan todas y cada una de las actividades necesarias para llevar con éxito al mercado las innovaciones en productos y procesos.

La ventaja competitiva la alcanzan aquellas empresas o gobiernos que posean suficiente capital intelectual, capacidades tecnológicas y recursos financieros para soportar las enormes y frecuentes inversiones que hay que realizar, o bien aquellas empresas seguidoras que han creado una gran capacidad de seguimiento y asimilación que les permita absorber y mejorar rápidamente los inventos e innovaciones de los pioneros, y es precisamente lo que debe adoptarse en nuestro país.

Finalmente, se puede afirmar que generar y aprovechar la información y los conocimientos que sirven de fuente a la creación de ventajas competitivas, antes de gastar cada vez más en investigación y desarrollo, lo que en realidad exige es invertir acertadamente tales recursos en función de generar aquel conocimiento que sirva de base para la innovación, entendida esta como un hecho económico concreto y exitoso.