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Tema: La comunidad campesina en la Edad Moderna.

Enviado por   •  7 de Enero de 2018  •  10.040 Palabras (41 Páginas)  •  617 Visitas

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Veamos qué dice Goubert acerca de los campesinos dependientes: “Lo que los distinguía de los errantes era claramente la residencia. Éstos estaban implantados en un terruño [llama la atención el uso de la expresión “implantados”, porque ustedes recordarán que en griego “enfiteusis” significa implantación; la mayoría de estos campesinos dependientes eran, en efecto, enfiteutas]. Domiciliados, gozaban de la pertenencia a un grupo: tenían derecho al forraje silvestre cuando existía, al comunal cuando existía, al uso de los desechos del bosque cuando existían. Otros más ricos que ellos podían contratarlos cuando hicieran falta muchos brazos, durante la cosecha, la vendimia o la siega. Como parroquianos, entraban en una comunidad sagrada, que les aseguraba al menos un lugar en la misa y en el cementerio. Eran dos o tres millones de jefes de familia, es decir, la mayoría de los franceses [Francia cuenta con cerca 20 millones de habitantes durante gran parte de la Edad Moderna; si multiplicamos 2 o 3 millones de jefes de familia por cinco o seis miembros de un grupo familiar estándar, rozamos, efectivamente, los 18 millones de personas]. Eran micropropietarios o no propietarios, pequeños criadores sin verdadero rebaños, pequeños trabajadores sin muchas herramientas propias. Sus casas fueron chozas, su vajilla era de madera y de arcilla, su guardarropa valía pocas libras. Nunca supieron leer, jamás supieron escribir. Hicieron con sus mujeres tantos hijos como la naturaleza quiso enviarles, la mitad de los cuales nunca llegó a la edad adulta, y los sobrevivientes no tenían, prácticamente oportunidad alguna de ascenso social”.

Veamos cómo describe Goubert a los campesinos independientes: “Jamás constituyeron la mayoría ningún terruño campesino. Cualquiera fuese la coyuntura, estaban seguros de sacar de sus tierras, que tenían en propiedad o en arrendamiento, la subsistencia completa de toda su familia, y estaban seguros de poder pagar sin penurias todos sus impuestos. Poseían una importante cantidad de ganado, varios tiros de caballos o bueyes, una decena de vacas por lo menos, unos cincuenta carneros como mínimo. Eran dueños de sólidos medios de producción, en general el hierro [el hierro es signo de riqueza, de holgura, en el campo europeo preindustrial; en un mundo donde todo estaba hecho de arcilla o de madera, aquellos que poseen herramientas de hierro eran verdaderos privilegiados]. Comúnmente utilizaban asalariados de manera constante (criadas, sirvientes) o intermitente (peones, jornaleros). Frecuentemente estaban alfabetizados, hasta llegar a poseer algunos libros”.

Bien, ésta es una descripción demasiado general. Sirve como hipótesis de trabajo, pero no me satisface plenamente. Quisiera ofrecer una clasificación históricamente más precisa de las fracciones internar de la clase campesina. Para ello voy a recurrir de nuevo a Pierre Goubert. Esta segunda clasificación no la voy a extraer de ninguno de sus manuales, sino de su legendaria tesis doctoral de 1960, una disertación que marcó un antes y un después en lo que respecta a la historia económica temprano-moderna. Esta tesis se dedicó a estudiar exhaustivamente una próspera provincia del extremo norte de Francia, como decían los historiadores de los Annales, “desde el sótano hasta el altillo”, es decir, desde la estructura demográfica hasta las estructuras mentales. Esta provincia es el Beauvaisis, cuya capital era la ciudad de Beauvais.

Voy a hacer un gráfico para que vean donde se encontrada Beauvais en la Edad Moderna:

[pic 2]

Al oeste nos encontramos con Normandía, con su capital Rouen, la provincia de la cual hablamos ayer largo y tendido. Al norte se encontraba Picardía, la que durante gran parte del Antiguo Régimen fue la provincia más septentrional del reino Francia. Al este se hallaba Champagna, con su capital en Reims, la ciudad en la que se coronaban todos los reyes de Francia. Al sur se ubicaba Île-de-France, la provincia cuya capital era Paris. Pues bien, encerrada entre estas cuatro provincias se encontraba el Beauvaisis.

La primera pregunta que quiero hacerme es quiénes eran los dueños de la tierra en el Beauvaisis, en particular en las áreas rurales. Tras estudiar la documentación de 38 parroquias, Goubert determinó que en 1717 los porcentajes eran los siguientes. Un 22% del suelo del campo de la provincia era propiedad de la nobleza. ¿A qué remite este porcentaje? Es la suma de todas las reservas de los señoríos laicos. Luego Goubert postula la existencia de otro 22% del suelo rural propiedad del clero. En este caso, se trata de la sumatoria de las reservas de los señoríos eclesiásticos. Luego Goubert detecta un 43% del suelo propiedad del campesinado: esta cifra surgía de la suma de la totalidad de los censives enfitéuticos que formaban parte de los complejos dominicales señoriales en la provincia. Finalmente, Goubert incluye en su desglose un 13% del suelo propiedad de la burguesía. Ésta es toda una novedad, porque hasta ahora no hemos hablado demasiado de la burguesía. Tengo que aclarar que se trataba, en este caso, de una burguesía urbana, absentista y especulativa.

Cabe aclarar que estos porcentajes identificados por Goubert pueden traspolarse, con pequeñas modificaciones, a gran parte de las áreas rurales en la Europa occidental temprano-moderna.

¿De qué manera la burguesía urbana podía llegar a penetrar en el campo europeo preindustrial? ¿Cómo podía llegar a convertirse en propietaria de tierras en las áreas rurales? Existían dos caminos posibles: la compra de señoríos y la expropiación de dominios útiles enfitéuticos por la vía del endeudamiento campesino. Por un lado, si un burgués enriquecido tenía los recursos suficientes, podía comprar un señorío. Ahora bien, como la compra de esta clase de dominios no ennoblecía ipso facto a quienes los adquirían, la tierra de su reserva no pasaba a formar parte del 22% del suelo propiedad de la nobleza, sino que tenía que considerarse parte del 13% propiedad de la burguesía.

El otro camino era mucho más común. Imaginemos a un pequeño campesino en dificultades. Necesitado de crédito, se traslada a la ciudad más cercana. Allí se contacta con usurero y consigue un préstamo, que indefectiblemente tendrá carácter hipotecario: para prestarle el dinero se le exige como garantía lo único que poseía, su dominio útil enfitéutico. El campesino obtiene lo que quiere, pero se mete en una trampa. El préstamo que se le ha concedido se regirá por un mecanismo particularmente peligroso: el denominado censo consignativo, la forma paradigmática que tenía el préstamo hipotecario en el campo europeo pre-industrial.

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