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Tema de Wolf Stuart . La Europa Napoleonica cap: las respuestas a la Conquista

Enviado por   •  29 de Noviembre de 2018  •  2.475 Palabras (10 Páginas)  •  376 Visitas

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Hay una intervención radical del Estado dentro de la religión, que lleva a la iglesia a reconsiderar su papel. Los resultados se dan de manera distinta en los diferentes lugares, por ejemplo en los Estados que tuvieron tradición reformista se da con mayor fuerza, el apoyo de los clérigos a favor del Estado Napoleónico, reforzando así sus políticas, caso contrario a los lugares donde la tradición católica era muy fuerte.

El episcopado, preocupado ante la interferencia constante del Estado, busca crear nuevas relaciones de sociedad civil. En 1809 se da un fuerte quiebre al orden administrativo y estructural de la iglesia. Napoleón secuestra y apresa a Pio VII.

Esto genera gran conmoción en la iglesia católica, quien cansada del control secular, intenta como respuesta al procesos de reorganización eclesiástica, obtener el control sobre los laicos. Esta se dio por un fuerte temor a que la población se aparte de la iglesia. Se llevo una gran campaña para que el pueblo no olvide y retome sus hábitos y obligaciones religiosas, que poco a poco se iban perdiendo debido a que los procesos de Revolución y ejército llevaron a un proceso de secularización. Este intento por intentar reorganizar a la sociedad con sus prácticas religiosas se llevo a cabo con muchas dificultades, ya que se tenía por detrás de este, el control del Estado.

4. Las prácticas sociales

En la evolución de las mentalidades, Francia es el centro de la extensión de la base social y la modernidad administrativa, e impacta sobre las diversas formas de sociabilidad en los diferentes espacios e identidades culturales de Europa, aunque esta penetración tiene sus límites. La sociabilidad era muy importante para las élites francesas, estableciendo la relación entre las virtudes privadas, los hábitos colectivos y el progreso de la civilización, mediante instituciones que establecían las reglas públicas de las relaciones sociales, que trascendían las barreras de clase y estatus: academias, salones, logias masónicas, etc. El modelo francés fue el más difundido.

Los salones en París eran instituciones femeninas que proporcionaban un espacio para conocer y dirigir a la opinión pública, donde aristócratas y escritores se reunían. Esta forma de sociabilidad se exportó, aunque hubo zonas donde tuvo difícil aceptación (donde las barreras sociales, de estatus, y de sexo eran muy rígidas), con la intención de “elevar el nivel de civilización de las otras naciones”.

Los administradores franceses fueron sensibles a las estructuras asociativas locales y a expresiones menos formales de sociabilidad, por la oportunidad de establecer contactos y de superar las viejas distinciones, además de integrar a las élites al nuevo orden, como muestran los testimonios de época acerca de acontecimientos sociales. Las ocasiones festivas demuestran la determinación del régimen napoleónico de imponer sus formas de sociabilidad sobre las estructuras locales previas, atrayendo a notables locales e integrándolos en la administración. Mientras que asociaciones potencialmente peligrosas y socialmente cerradas se suprimían, el resto eran fomentadas. Las sociedades científicas, sobre todo las ciencias “útiles”, se promovían y especializaban, y también se crearon sociedades de arte e historia. El régimen no aceptaba crítica política alguna, pero su patrocinio oficial podía ser una ventaja para la cultura y la ciencia.

El régimen introdujo sus propias formas de sociabilidad, como la disciplina militar del Emperador y su corte, las recepciones, bailes y cenas organizadas por Napoleón y su familia. Éstos, además, difundían la moda parisina en el resto de Europa, con la presencia de una masa importante de funcionarios. Las formas difundidas más exitosas en términos sociales fueron el ejército y la masonería. La presencia de tropas francesas en el exterior, continua hasta en tiempos de paz, acentuó la identidad de grupo de los oficiales, así como su estilo de vida particular, que derivaban de “la gloria”. La masonería resurgió dentro de las estructuras oficiales y se centralizó autoritariamente. Esta forma de sociabilidad se expandió rápidamente, y debido a su ingreso en el ejército, se difundió en Europa con el avance de las tropas, absorbiendo a otras logias. Para el régimen, la masonería permitía ganar la confianza de las elites locales, y la dificultad de su difusión en algunas regiones se relacionaba con la oposición política y religiosa de las sociedades locales.

Las instituciones sociales eran para los franceses el medio de expansión de sus ideas, pero las formas de sociabilidad no permitían ejercer un control directo, ya que sus participantes siempre podían evitarlas, y encontrar espacios alternativos, como las llamadas “instituciones apolíticas”. Había muchos temas donde las ideas u objetivos del régimen y los administrados coincidían, por intereses u oportunidades, pero en otros había claras divergencias. Las sociedades cultas de lengua, literatura e historia podían interpretarse como protestas indirectas ante el modelo uniformizador francés. La educación era un área donde estas divergencias eran más emblemáticas. Para los revolucionarios, era necesaria una educación pública, gratuita y universal, con la educación primaria de igual importancia a las otras. En el Consulado, se vinculó a la representación piramidal de la sociedad, donde se priorizaron los grados más avanzados; y tras el Concordato se quiso imponer el control del estado laico ante la competencia de escuelas católicas privadas. En los territorios anexados, esta política educativa generó oposición, y fuera de las fronteras del Imperio la educación primaria siguió teniendo relevancia (sistemas educativos de Holanda y del reino de Italia) aprovechando las nuevas estructuras administrativas.

Los administradores franceses sólo estaban interesados en la fusión de las elites, por lo que no vieron con buenos ojos las formas populares de sociabilidad, desaprobando y reprimiendo fiestas, manifestaciones religiosas, etc. Los cambios impuestos por los franceses (individualismo, propiedad, relaciones sociales reguladas) acentuaron la división entre las “personas respetables” y la clase obrera pobre, y la presencia de éstos se hizo más evidente. Las iniciativas locales para el socorro de los pobre crecieron en importancia durante este período, con abordajes distintos al problema del que realizaban los administradores franceses, ya que creían necesario mantener las solidaridades comunitarias. La caridad siguió fundamentalmente en manos de la sociedad civil y de la Iglesia.

Estas formas de comportamiento social resistieron la tendencia uniformizadora

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