Tendencias del liberalismo español: enémigos y enfrentamientos.

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el cisma definitivo en el interior del liberalismo entre progresistas y moderados, donde los primeros subrayan la soberanía nacional, mientras los segundos dan un papel preeminente al soberano, siendo pegados a los valores tradicionales de la Iglesia y de la religión. Ambas tendencias tienen a su frente el carlismo, el cual encarnece el miedo y la inquietud ante todas las transformaciones modernas realizadas en la época. El choque ideológico entre carlistas y liberales se va a desarrollar a lo largo de las guerras carlistas y se acabará con el esfuerzo de la prevalencia del absolutismo encargada por los carlistas. En pocas palabras la regencia se entiende, por un lado, como el periodo de la implantación del liberalismo y la monarquía constitucional y, por otro lado, como el desarrollo de la rivalidad carlista(Pérez, 2013:p.p.447-448,451-453,464,467, Milán,2001:p.p.152-153, T.C.:p.731).

A continuación, como década moderada se caracteriza la prevalencia del liberalismo moderado dirigido por una nueva clase conservadora y clerical que promovía un estado centralizado, durante el reinado de Isabel II hasta 1854. La base ideológica de la década moderada es el ideario jovellanista, el cual considera como justa la soberanía conjunta entre el Rey y las Cortes. Ideas fundamentales de dicha tendencia son el sufragio restringido, el centralismo administrativo, la propiedad privada y el orden moral. A su frente se organizan los progresistas, con una orientación más a la izquierda que se va a acabar al republicanismo a la etapa próxima(Pérez, 2013:p.p.468-469, Milán, 2001:p.152, Milán, 2001:p.160).

Por último, el Bienio Progresista de los años 1854-1856 es un paréntesis progresista que marca la vuelta del Espartero al poder y su gobierno al lado de los progresistas durante este corto periodo. Es importante mencionar, que la política de la desamortización establecida con la ley de Madoz en 1855 dio paso a unas nuevas tendencias más izquierdas(Pérez, 2013:p.472).

La revolución de 1868 se caracteriza con las primeras expresiones republicanas que van a encarnecer todos los ideales y los valores del antiguo liberalismo progresista, de las cuales surgirán las nuevas tendencias del socialismo y de la anarquía, empleadas a lo largo de la etapa de la Restauración. Merece mencionar que la tendencia encontrada en este periodo es el liberalismo monárquico-constitucional, el cual está caracterizado por una alternancia del poder entre el partido conservador de Cánovas, rodeado con los antiguos moderados y el partido liberal de Sagasta con todos los antiguos progresistas, ambos caras de la misma oligarquía poderosa(Pérez, 2013: p.p.474-477,486, Milán, 2001:p.p.163-164, Liberalismo:p.732).