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Vanguardias de la ruptura

Enviado por   •  16 de Enero de 2018  •  3.887 Palabras (16 Páginas)  •  376 Visitas

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Entendemos pues que la función social de la pintura pierde interés. La representación de escenas ya no necesita a la pintura que necesariamente tiene que buscar otro ámbito (que será en un primer momento el de la expresión de sensaciones, como señala el Impresionismo) si no quiere quedar rezagada a una simple artesanía lujosa, a una fotografía imperfecta y exótica. También se observan cambios en la representación de la iluminación, donde desaparecen sombras y aumentan los componentes que hacen imposible la idealización, el engaño.

Las escenas que Manet dibuja, además, son inventadas o reconstruidas. No se limita a copiar una realidad, sino a reinventarla, y lo hace conscientemente. El cuadro es el lugar donde la realidad se re-presenta, se vuelve a presentar, pero no en la forma de adecuación al (supuesto) original, en forma de copia, sino en la forma de novedad, de articulación, de creación.

Todos estos elementos son ataques al mimetismo de la pintura, como se había hecho observar al inicio. La pintura ya no tiene motivo para seguir “representando la realidad” (sea cual fuere esta realidad, si bien la de una obra renacentista que marca el canon, si bien la naturaleza/orden que se ha consensuado como tal, si bien la realidad mitográfica de una sociedad), como había estado haciendo. La pintura se ve obligada a salir de la cadena de la mimetización de “realidades”, se ve obligada a emprender una búsqueda, que será la búsqueda de su peculiaridad. Énfasis en el color, en la pincelada gruesa, aplastamiento de espacios y figuras indican un inicio de la conciencia material de la pintura como tal, no como reflejo/espejo. Es un giro hacia la autonomía.

Hacia esta autonomía es a la que tenderán la mayoría de las vanguardias. El arte ya no trata de sustituir la realidad y guardarla en conserva. Más incluso es ese límite el que se debe franquear. El convencionalismo ilusionista como función artística primordial es uno de los límites a superar. La liberación de tales límites es justo lo que permite al arte adentrarse en ámbitos inéditos que tiempo atrás no podían ser exploradas más que mediante alegorías o quizás laberínticos simbolismos. Superar los límites que la tradición imponía al arte ha sido una ganancia extrema en lo que se refiere a la expresividad del mismo arte. Autonomía no es una renuncia a la significación, sino todo lo contrario, su potencialidad absoluta.

Pero si bien la ruptura se realiza hasta ahora en un plano formal, en Manet también se encuentra otro elemento indiscutible de esta noción: la provocación y el escándalo. Y esto es justo lo que nos interesa resaltar: la violencia se lleva a cabo en una esfera que trasciende lo formal, y que se hace de forma intencionada.

Cuando se considera la ruptura como “categoría” artística, se considera también el carácter implícitamente violento que esa ruptura debe llevar contra “algo”. Ese algo, como anticipamos, es la tradición. Esa tradición se compone de aquello que ya está instaurado y convencionalmente aceptado. Si se me permite la licencia de asumir que el arte es una esfera imbricada en otras como se dijo, entre ese conjunto de esferas se debe observar el ámbito de la esfera social como eje de unión entre ellas. Quiero decir con esto que cualquier violencia ejercida en el mundo del arte, necesariamente conllevará una reacción social en la que ese mundo está insertado. Ante la provocación, la reacción de defensa es el escándalo. Manet presenta una obra que es extemporánea del universo artístico del momento. Por ello no cumple en absoluto las exigencias que su función social compelen. Es más, a la contra, protesta explícitamente contra ellas (ausencia del halo ilusivo y complaciente que dominaba en la pintura, de obligación representacional. Además, muestra hechos “vulgares” y como añadido: una elevada ración de crítica social). No es de extrañar que la obra fuese calificada de esperpento.

Esta dinámica de la búsqueda de provocación será esencial en la apertura que las vanguardias inician hacia el arte contemporáneo. Inclusive podría considerarse que el escándalo está a la base de la actuación de algunas de ellas (como quizás puede interpretarse el Dadaísmo). En el arte de la tradición, la función social de la obra queda demarcada por una visión bastante platónica: ya que hay arte, sabiéndose peligroso, al menos que éste sea criado en la moralidad (o que al menos lo aparente). Y éste será uno de los puntos más dinamitados por las vanguardias, que ven en esa función moral una perversa naturaleza dominante que, si bien no es contradictoriamente inmoral, tiene visos de serlo en tanto que restringe toda posibilidad de nuevos discursos.

A modo de defensa de una explícita intención de Manet en provocar, se enuncian datos (mencionados algunos en clase) como los del despropósito formal con el que se lleva a cabo la obra, lejos de los cánones admitidos, la denuncia social ejemplificada con el desnudo nada mitificado de las féminas que aparecen en el cuadro (crítica tanto al carácter encubiertamente lascivo de los desnudos prominentemente femeninos en el arte de la época, como la insinuación quizás más grave de casos de prostitución consentida por la sociedad), la deliberada mirada del personaje principal que ataca la intimidad del espectador… Son varios los elementos que pueden interpretarse como intencionadamente dispuestos en la obra con el fin de atacar las convenciones del arte del momento, pero también las convenciones del discurso general que toda obra tiene posibilidad de provocar. Sin embargo, siendo un ejemplo concreto (aunque importante según el interés que ha suscitado el cuadro por nuestra tradición más reciente), considero de menor importancia entrar en los pormenores de los tabús a los que se interpreta que Manet ataca, quedándome en la idea general de la necesidad de la provocación, no como un gesto gratuito, sino como una dinámica casi “metodológica”, si se me permite, a la hora de ejercer la crítica de la situación del arte desde el arte, que será imitada por la vanguardia en su proceso de emancipación.

III La Provocación del Arte

Se trata en este apartado de analizar con más detalle esta dimensión que comienza a aparecer en el nuevo arte: la provocación, el escándalo y su carácter necesariamente “violento”.

El arte de las vanguardias nos sorprende por su ímpetu provocativo (y destructivo, podría decirse). Sin embargo esta característica, por su polémica naturaleza, corre el riesgo de ser deslegitimada desde nuestra perspectiva contemporánea. Nosotros, habitantes de la sociedad del espectáculo, quizás podamos relacionar el desparpajo

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