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Adolescencia y Trastornos de Personalidad

Enviado por   •  1 de Diciembre de 2018  •  2.025 Palabras (9 Páginas)  •  436 Visitas

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En concordancia a lo que se ha venido exponiendo con respecto a las manifestaciones de conductas disruptivas u hostiles en la infancia, debe tenerse en mente que existe una alta comorbilidad entre el TOD, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y el Trastorno Disocial (TD), por lo que estos niños y adolescentes experimentan una serie de factores internos y externos que afectan su óptimo desarrollo.

El Trastorno Disocial es el trastorno externalizado más grave y está caracterizado por un patrón repetitivo y persistente de conducta que incluye la violación de los derechos básicos de los demás, de las normas sociales o de las leyes. Es uno de los trastornos psiquiátricos más comunes en muestras clínicas y comunitarias de población adolescente, y se caracteriza por cuatro áreas de manifestación: Agresión a personas y animales, destrucción de la propiedad, fraudulencia/robo y violaciones graves a las normas (Peña-Olvera y Palacios-Cruz, 2011).

Bajo la perspectiva del desarrollo el TD puede tener cuatro trayectorias: una primera, que incluye al grupo de individuos con leves pero sostenidas manifestaciones conductuales a lo largo del desarrollo; una segunda, de sujetos que inician en la infancia y cuya conducta se limita al concluir ésta; una tercera, de sujetos que inician en la adolescencia y la cuarta, que se inicia en la infancia y persiste a lo largo del desarrollo (Peña-Olvera y Palacios-Cruz, 2011).

Por otra parte, en el TDAH se presenta un cuadro clínico en el que el niño siempre está en movimiento, no para de hablar, se mueve en su asiento, no fija la atención ya que cualquier estímulo lo distrae, es impulsivo, no mide el peligro por lo que es temerario y propenso a sufrir accidentes, puede ser agresivo, destructivo, entre otras.

Dentro de los niños y adolescentes con TDAH existe un subgrupo que presenta agresividad; en este subgrupo hay mayor nivel de agresión física, propensión a mentir, robar y mayor grado de adversidad social. Una característica de la agresión-violencia en estos es que su agresión-violencia es del tipo reactivo, mientras que en el TOD y en el TD la expresión de la agresión-violencia es del tipo proactivo. Aunque el TDAH coexiste con el TOD y el TD, es mucho mayor el número de niños y adolescentes con TD o TOD que se asocian al TDAH (Rangel-Araiza, 2014).

En cuanto al tratamiento de adolescentes con alguno de los trastornos antes mencionados y en los que probablemente se detectaron posibles conductas impulsivas o similares en la infancia, este suele ser un trabajo complicado para los casos que no fueron detectados en etapas tempranas, por ejemplo, en el inicio de la adolescencia.

Para el trabajo con ellos se requiere de un enfoque multidisciplinario, incluidos aspectos psicosociales, educativos, y familiares. Ahora bien, las prácticas educativas más adecuadas durante el trabajo con el adolescente incluyen tener normas claras, evitar el uso de sanciones punitivas, fomentar el desarrollo de ideas y opiniones propias, la explicación de los hechos y un clima familiar cohesivo (Rodríguez A., citado en Arias-Gallegos, 2013). Así pues, el papel de la familia, que conlleva un entrenamiento de padres o cuidadores es relevante dado que es en la familia donde los adolescentes comienzan a poner en juego sus capacidades de interrelación, y donde deben conocer cuáles son sus responsabilidades, derechos y límites.

A los padres es importante informar sobre el trastorno (su naturaleza, factores etiológicos implicados, curso y opciones terapéuticas) y valorar su posible implicación en las dificultades de adaptación en diferentes contextos a lo largo de la vida (individual, familiar, escolar, laboral y social); pues la información terapéutica permite desarrollar formas más efectivas de afrontamiento (Ramos-Quiroga, Chalita, Vidal, Bosch, Palomar, Prats, y Casas, 2012).

Entre los modelos, enfoques y/o terapias más utilizados encontramos: programas de tratamiento cognitivo-conductual, programas psicoeducativos, y manejo psicosocial; los cuales contribuyen al desarrollo de habilidades de regulación emocional y autocontrol, habilidades de tolerancia, entre otras.

CONCLUSIÓN

Los trastornos de personalidad más comunes encontrados en la adolescencia son: el Trastorno Oposicionista Desafiante, caracterizado en la infancia por niños tercos, desobedientes, que no siguen las indicaciones de los adultos, no cumplen con sus tarea escolares o domésticas, como una forma de presionar o provocar a las figuras de autoridad y suele aparecer durante toda la educación primaria (6 a 13 años de edad). Al llegar a la secundaria o poco antes, se tornan desafiantes contra la autoridad, levantándoles la voz, gritándoles, provocándolos, les faltan el respeto en múltiples formas, insultan, amenazan verbalmente, agreden ya sea físicamente o con armas, entre otras. El Trastorno Disocial, caracterizado por comportamientos antisociales en los que se rompen todas las normas, reglamentos, leyes o lo establecido para convivir en sociedad, estos jóvenes a finales de secundaria y preparatoria pueden tener conductas como: fumar, beber, usar drogas, hurtar, robar y escalar hasta el uso de armas en delitos.

Asociado a estos trastornos encontramos el TDAH, un trastorno neurobiológico complejo, con carga genética importante y modulación medioambiental en la expresión conductual, de aparición en la infancia pero con persistencia en alto porcentaje en la vida de las personas, y que tiene una expresividad con agresividad, destructividad y violencia importante.

La importancia del estudio de estos trastornos relacionados con la adolescencia radica en la detección temprana y precisa de estos para implementar un tratamiento que pueda fomentar las fortalezas y competencias personales, y desarrollar habilidades interpersonales. Para ello, el tratamiento debe ser multidisciplinario y temprano en la vida del individuo.

Por ejemplo, el manejo psicosocial es la intervención terapéutica de primera elección. Igualmente, el trabajo junto con los padres que ayudará en las consideraciones de la intervención psicosocial y en las indicaciones específicas de tratamiento del niño y del adolescente temprano, pues el entrenamiento de los padres o cuidadores en el manejo conductual del niño o del adolescente temprano (12 a 15 años) tendrá repercusiones positivas en la mejora de competencias y adquisición de habilidades interpersonales en el adolescente.

BIBLIOGRAFÍA

Arias-Gallegos, W. L. (2013) .Agresión y violencia en la adolescencia: la importancia de la familia. Av. psicología,

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