TERAPIA CENTRADA EN LA PERSONA 2.
Enviado por monto2435 • 25 de Abril de 2018 • 2.351 Palabras (10 Páginas) • 1.183 Visitas
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Mediante el enfoque centrado en la persona de Carl Rogers, El autor dedica un cuarto capítulo para estudiar el enfoque histórico, y las etapas del desarrollo de este enfoque -propuesto y mejorado paulatinamente por Rogers- donde se abordan temas que aluden a las dificultades que acontecen con la emergencia de este tipo de teorías.
Sobre todo, dadas las condiciones en que se encontraba la psicología académica en los comienzos de la segunda mitad del siglo XX.
De la naturaleza de la relación terapeuta-paciente, los ambientes más facilitadores para el auto-conocimiento, y en fin, las características epistemológicas generales de esta teoría, sobresale una importante característica en relación a las cuestiones sobre el ¿cómo tiene que ser la relación del terapeuta con el paciente?
Cuando [la persona] se siente rodeada de una actitud positiva incondicional, cuando siente que su experiencia, su comunicación y su conducta no sólo merecen, sino que también reciben genuino aprecio de su facilitador, los recursos de esta persona en el presente, se van movilizando para hacerla crecer en su autoestima y para ampliar el ámbito de su conciencia.
El autor establece, entonces, pautas más constructivas de funcionamiento y, lo más importante, siente hacia sí misma y hacia los demás, la actitud positiva incondicional que está experimentando en esta nueva relación, porque la introyecta e internaliza en la manera de aprender a quererse a sí mismo, no como sería bueno que fuera, sino como realmente es.
En consecuencia, el terapeuta educado en el enfoque existencial humanista, deberá facilitar un ambiente en el cual el paciente pueda recobrar la sensación de estar bien consigo mismo, y con todo lo que eso implica: la tolerancia a emociones, pensamientos, objetos o personas, etc.
“Sólo se recupera la autoestima y se amplía el auto-conocimiento a través de otra relación que promueva y facilite el encuentro amoroso con uno mismo y la opción por el único camino, único e irrepetible, que es el propio.
Una de las líneas de estudio más importantes que marca el autor, es que se ven en la mayoría de los capítulos, discusiones y soluciones que se han dado en torno a ¿cómo tiene que ser la presencia del analista frente al paciente? para que éste pueda comenzar a ganar confianza en sí mismo a partir de la convivencia con lo que comúnmente, le resultaría desagradable.
En este sentido, y con reservas respecto a la aproximación de ambas teorías, Winnicott, partícipe de la idea que “únicamente aprendemos a estar solos en presencia del otro”.
Plantea que “estar solo es verse como uno es, o al menos acercarse a eso; en otras palabras, es desnudarnos frente a la mirada del otro, la cual quizás finalmente sería la mirada de nuestra propia conciencia”.
Otro de los temas destacados de la terapia humanista, es el cómo lograr que el paciente genere sentimientos de responsabilidad de una forma más eficaz. “¿Qué entiendo por asumir la responsabilidad de la propia vida? Responder conscientemente a las propias necesidades, sentimientos, significados, experiencia, historia , recursos, limitaciones y errores, así como a la calidad de la persona diferente, única e irrepetible que cada uno es.”
Más allá de la problemática de la libertad misma que el autor dedica varias paginas, e s observable que conforme el individuo va adentrándose en el ejercicio del autoconocimiento, comienza a experimentar los sentidos de responsabilidad en relación a sus sentimientos, pensamientos y reacciones. Obviamente, a partir de estas bases, se hace mucho más fácil la disponibilidad del paciente para integrar sus experiencias.
En líneas generales, estos son algunos de los temas centrales de la teoría del desarrollo humano existencial y del enfoque centrado en la persona, que en la indagación del Dr.Lafarga, rica en análisis y referencias bibliográficas, como autor y protagonista, alumbra temas como el del México contemporáneo, La crisis mundial, la ética o teoría de los valores, la dimensión espiritualidad, las relaciones sociales, la violencia, la epistemología, etc.
Con cierto aire optimista el autor afirma que, dadas las condiciones y fenómenos sociales contemporáneos, efectos de una mayor educación en los hombres y mujeres, repercuten positivamente en individuos mas humanizados: más abiertos al diálogo, a la empatía, y a la aceptación de las diferencias. ¿Es la educación quien abre horizontes intelectuales y emocionales, para generar sentidos de responsabilidad y tolerancia?
Parecería que a lo largo de este cuidado y amoroso texto, el autor deja ver que sí. Y con esto, deja ver entre líneas, que la relación entre ese impulso hacia el crecimiento inherente al humano, y a su mancuerna “la tolerancia a la turbación de la emocionalidad”, serán los nutrientes del siglo XXI.
Éste menciona el autor, será un siglo diferenciado de los otros por la intensidad de la búsqueda espiritual.
¿Qué sería lo espiritual sin esa entrega a la búsqueda de aceptación o integración de lo que se concibe como propia imperfección? “A pesar de las oscuridades del presente, nuestra cultura parece estar al borde de un gran movimiento revolucionario evolucionario inminente.”
III. Otro tema importante abordado en el libro, es el de la gestación de la teoría de Carl Rogers, así como de la del Desarrollo Humano en México.
El autor expone cómo en la segunda mitad del siglo XX, poco a poco fueron acercándose las teorías de Carl Rogers al contexto universitario en el que se encontraba la psicología en México.
Tal enfrentamiento, que se vivió fundamentalmente en la universidad Iberoamericana, surgió entre psiquiatras que aplicaban con rigor el psicoanálisis en sus consultas, y psicólogos que en ese entonces, eran vistos como actores de la salud psíquica, rango inferior a los primeros.
El autor cuenta en las páginas de su libro que al ser el precursor de estas teorías en México, él mismo vivió en carne propia el choque que progresivamente y hasta nuestros días, se iría disminuyendo.
Como dice el autor, en definitiva, este tipo de aperturas académicas a teorías que indudablemente no carecen de rigor en sus investigaciones, es más que saludable. No sólo para el ámbito académico, sino también, para la sociedad en la que recaen finalmente las aplicaciones de aquellas.
Actualmente, las teorías del desarrollo humano resultan tan cercanas al ámbito académico, que este año 2013, una de las
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