“Articulaciones psicoanalíticas e interdisciplinarias sobre el incesto en el análisis de seis películas como construcción de caso”.
Enviado por Kate • 6 de Marzo de 2018 • 2.727 Palabras (11 Páginas) • 444 Visitas
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de
casos en que la prueba principal es el testimonio de la víctima, ¿no es así?». «Sí, es así», responde
ella, «y en todos los casos…», intenta seguir pero es otra vez interrumpida por el periodista: «Y
muchas veces la única prueba», poniendo énfasis en «única». Ella trata de seguir: «Suele ser la
única prueba, ahora, de todos modos…» Él interrumpe: «Sobre todo estamos hablando de menores
de 15 años, incluso de hasta 5 años. Eso es terrible, ¿eh? Me parece que habría que tener criterios
estrictos en ese caso para despejar los testimonios contradictorios». La entrevistada, más impaciente
e incómoda, trata de hablar sin ser interrumpida, rápidamente y sin hacer pausas, con más fuerza,
dice: «¡Es que eso es imposible! Las contradicciones, las ambigüedades, los sentimientos
mezclados, son todos indicadores de la existencia de un abuso sexual. La retractación incluso, es
confirmatoria de un delito de este tipo». El periodista ahora se impacienta y la interrumpe: «Eh…
¿podrías moverte un poquito hacia la ventana? Se te nota un reflejito en los lentes…». Se dirige al
camarógrafo: «¿Vos lo ves, Carlitos?». Y a la profesional: «Seguí por favor…». Ella retoma, un
poco descolocada: «Eh…, te decía, la confirmación de estos testimonios se puede encontrar en otros
indicadores. Por ejemplo, la disociación, el estrés postraumático, el temor…». «Volviendo al
testimonio del niño —la vuelve a interrumpir el periodista—, un examen médico ¿no ayudaría a
discernir los casos verdaderos de los casos falsos?». «No, —dice ella con más firmeza—, el examen
médico no tiene que aportar definición alguna. La violencia del abuso sexual no deja huella física
en la mayoría de los casos. Es por eso que estos chiquilines tienen que ser tratados por un equipo
multidisciplinario especializado en el tema, no deben ser tratados como prueba del delito». Él
introduce: «Y como es un panorama tan complicado… ¿No sería bueno abordar estas situaciones
desde la terapia familiar? Ahí podrían surgir soluciones para todos, ¿no? Sobre todo teniendo en
cuenta además el problema económico». Ella rápidamente aclara: «No, bueno, es el Estado el que
tiene que garantizar el sustento de la familia. La terapia familiar, las visitas forzadas, la
minimización, la justificación del delito, son prácticas aberrantes que tienen que ser desterradas del
sistema judicial y penal de este país. Así vamos a empezar a respetar a los niños y adolescentes
como sujetos de derechos». El periodista, sin transición vuelve a su planteo: «¿Qué pasa con el
consentimiento? ¿No funcionaría como un atenuante?» Ella, seria y con contenida dureza: «El
abuso sexual es una expresión de poder. Las víctimas están siendo manipuladas emocionalmente,
amenazadas, chantajeadas. ¡No hay lugar para el consentimiento! Consideraciones como esa,
solamente niegan el delito y culpabilizan a las víctimas. Programas como el nuestro intentan
protegerlas de la revictimización y darles voz a esos miles de niños. Y es en esa situación que la
televisión de calidad juega un rol primordial. Instancias como estas ayudan a desmitificar el tema y
difundir información».
Esta entrevista muestra aspectos muy importantes, ya que los jóvenes realizadores exponen dos
tipos de discurso del mundo adulto sobre el abuso sexual en la infancia y adolescencia, que
representan en sentido amplio al aparato socio-jurídico y familiar. En tanto el periodista intenta
probar su punto, una mirada sobre el abuso sexual que evidencia el estereotipo de género desde una
concepción propia de familia, niño y sistema judicial de un modelo dominante patriarcal, la
profesional entrevistada trata de contrarrestar este discurso con argumentos fundamentados en
concepciones de género y derechos humanos. El periodista la intercepta, la interrumpe y la saca de
tema, tratando de desviarla hacia la puesta en duda del testimonio de los niños y adolescentes
víctimas de abuso sexual. El centro está puesto en la defensa del adulto de supuestas falsas
acusaciones y no en la preocupación por la protección de los sectores más vulnerables y vulnerados
en las situaciones de abuso sexual. De esta manera este discurso representa, a la vez que modela, la
perspectiva y opinión pública sobre el abuso sexual, construyendo una imagen de adultos
desprotegidos y en peligro ante falsas acusaciones de niños y adolescentes incapaces de distinguir
verdad de mentira, realidad de fantasías, y fácilmente controlables por otro adulto (siempre la madre
desde esta visión) que lo pone en contra del padre. Si esto no funciona, se apela al recurso del abuso
consentido (que ya no sería abuso), como atenuante de las acciones del adulto que ya no cometería
un delito, sino desde esta mirada, una imprudencia al quedar a merced de niños y adolescentes
seductores y sin diques morales. Berlinerblau (2011) se refiere a la necesidad de cambiar el
paradigma centrado en la protección de derechos
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