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Fiscalía Local de Limache

Enviado por   •  6 de Enero de 2019  •  2.824 Palabras (12 Páginas)  •  307 Visitas

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El hecho de estar constantemente exigiendo producción, hace recordar el fín último de la etapa moderna, el cual proclamaba que la manera de llevar un accionar ético, es produciendo conocimiento. Entonces, a pesar de que podría decirse que actualmente se está viviendo una etapa, más bien, posmoderna, parece ser que varias instituciones, en su mayoría latinoamericanas, han arrastrado valores propios de la modernidad. Y es que en Latinoamérica el problema de la modernidad, más puntualmente en la estructura organizacional, refiere a que ésta aboga al autoritarismo, en donde se debe estar siempre rindiendo ante una figura de superioridad, al igual que, como más adelante, se podría evidenciar en el espacio de pasantía. Todo esto es una representación de las dos caras que muestra la intervención psicosocial en un contexto moderno; en él se proponen como eje a seguir el bienestar, pero los métodos para llegar al ideal tienen tendencia, a más bien, “ocultar” el problema de fondo, es decir, que el real fin es producir en beneficio de determinada institución, pero asegurándose de aplicar medidas, a cargo de psicólogas organizacionales, que depositen en los trabajadores la supuesta sensación de bienestar laboral, sin ser realmente experienciada por ellos.

Ahora que ya se ha dejado en claro el rol del psicólogo, desde una perspectiva ética reflexiva, entraremos de lleno a la actividad de selección de personal y a su respectiva reflexión ética.

Una primera crítica, hace referencia a la capacidad del psicólogo para evaluar a un postulante basándose en una reducida cantidad de criterios, pues de no haber logrado interpretarlos de una manera adecuada, este podría hacer una selección errónea, introduciendo a un individuo a un espacio laboral no óptimo para él, generando un malestar en la persona y una baja productividad en su trabajo. Desde una intervención psicosocial moderna, el profesional psicólogo debería centrarse en fomentar el bienestar y desarrollo personal del trabajador, misión que difícilmente podrá cumplir a cabalidad considerando que sus superiores harán caer la responsabilidad de la baja productividad del nuevo empleado, al psicólogo organizacional a cargo. Es por lo anterior que el psicólogo se verá en una disyuntiva ética, pues, por un lado tiene su deber de profesional psicólogo, encargado de velar por el estado psíquico del equipo, y por otro lado, también es un trabajador más, que debe cumplir, y acatar normas institucionales, que limitan su actuar. O en otras palabras, “Una selección errónea de un individuo para un puesto de trabajo concreto puede implicar una importante disminución del bienestar de dicho individuo y de la calidad del trabajo producido” (Wadeley & Blasco, 1995, p.59). Un factor que podría acrecentar la posibilidad de tomar una decisión errónea, es el no considerar la cultura organizacional de la institución que, en sí, es el patrón general de conductas, creencias y valores compartidos por los miembros de una organización, por lo que

al desconocer los valores del postulante, no es posible saber cómo estos influirán en la organización, pudiendo, incluso obstaculizar el funcionamiento de la institución, siendo de suma importancia considerar los intereses del postulante, para comprobar que sean acordes a los objetivos de la institución y así no acarrear consecuencias de orden ético, pues se podrían llegar a generar daños morales al nuevo integrante y retraso productivo a la organización. Para evidenciar lo anterior, se procede a ilustrar una situación observada durante la pasantía, especificada anteriormente la que corresponde a la entrevista grupal. En dicha selección de personal, se pudo observar la elección de personas, que poco sabían sobre la institución, conociendo paupérrimamente la visión y políticas de la organización, evidenciado en su vaga respuesta, a la hora de discutir los casos presentados, la divagación con respecto a conceptos claves. Los encuestadores enfatizaron en las capacidades de los sujetos, basándose en los criterios de selección, pero sin mayor énfasis a los intereses de los individuos, los cuales deben ir acorde a la institución a la que se postula. Incluso, en la entrevista que pudimos presenciar, el resultado fue descartar al postulante que mayor conocimiento poseía sobre la cultura (evidenciado en el vocabulario utilizado y manera de proceder). Tras esto, queda en evidencia, cómo la falta de consideración de los intereses individuales, podría llevar a una mala selección, y en consecuencia, el perjuicio del bienestar de quien se integra a la organización, por ende, se cae en un dilema ético, e incluso metodológico, pues, quien selecciona no debe en su quehacer, reforzar las malas prácticas de una sociedad capitalista; pero tampoco debe llevar a sus usuarios a actuar en oposición de un espacio social-organizacional. Se estaría pasando a llevar el derecho de todos los individuos a la autonomía y la autodeterminación; que no sólo está a la base del respeto por los Derechos y la Dignidad de las Personas, considerado por un gran número de códigos deontológicos en psicología; sino que además se expone en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. (Organización de las Naciones Unidas, 1948). Por ende, se está tratando con un problema ético, que deja al psicólogo en la encrucijada de velar por el bienestar o la producción. Desde nuestro posicionamiento la respuesta a la problemática sería considerar como criterio de selección la capacidad del postulante para moldearse a los ideales y objetivos de la organización. El psicólogo debe considerar el medio ambiente interno y externo de la organización, no sólo por las consecuencias negativas que podrían llegar a generar en el futuro empleado, sino también a la institución.

Por otra parte, otro factor que podría llevar a una selección errónea de personal, es el abuso de subjetividad a la hora de valorar como positivas o negativas las conductas de los postulantes, lo que generaría un conflicto ético, puesto que, cuando la selección va dirigida en función de un interés personal y no de un interés que involucre a todas las partes (institución- psicólogo- candidato), o se prescinde de manera desmesurada de los criterios de postulación, los que deberían ser una manera objetiva de evaluar, se estaría rompiendo con ciertos principios éticos, como el principio de justicia, que es un principio ético de los psicólogos, establecido por la APA. Este principio apunta a que “Los psicólogos ejercen un juicio razonable y toman las precauciones necesarias para asegurar que sus

potenciales prejuicios, los límites de su competencia, y las limitaciones de su pericia no los conduzcan ni les permitan aprobar prácticas injustas.” (Campos,

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