Psicopatologia TOC
Enviado por Romina Barmat • 4 de Junio de 2023 • Tarea • 3.647 Palabras (15 Páginas) • 211 Visitas
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- ASIGNATURA: Psicopatología
- FECHA: 01/06/2023
- CURSO: 2° 2
- TURNO: Intensivo
- ALUMNO: Romina Barmat
- TEMA: TOC – Trastornos relacionados
- MAIL: romina.barmat@gmail.com
- Caso 1: Sra. J
La señora J., una mujer soltera de 22 años acudió al psiquiatra a instancias de su dermatólogo, por las marcas que presentaba en la piel del rostro, supuestamente debidas a la compulsión de rascarse la piel. Se rascaba la piel del rostro cada día, hasta en tres ocasiones distintas y destinaba entre 20 minutos a más de una hora cada vez. Tenía muchas cicatrices y lesiones en la piel de la cara; había visitado un médico seis meses antes porque una de las lesiones se había infectado.
La señora J empezó a rascarse la cara a los 11 años, al inicio de la pubertad. Primero sólo se rascaba el acné, pero a medida que la necesidad de rascarse aumentó, empezó a rascarse también otras zonas sana de la piel. A causa de las cicatrices y las lesiones, la señora J fue retrayéndose más y más, y evitaba cualquier compromiso social. Confesó que antes de empezar a rascarse la piel, sentía una gran presión y que solo consiguió aliviarla después de empezar a hacerlo.
- Diagnostico:
Trastorno de excoriación
- Características (según DSM-5) en la Sra. J
Rascarse de forma recurrente la piel (aun la piel sana)
Zona frecuente en el rostro … “marcas que presentaba en la piel del rostro” …
Comienza en la pubertad, donde solo se rascaba el acné … “señora J empezó a rascarse la cara a los 11 años, al inicio de la pubertad” …
Malestar en el ámbito social, ya que comenzó a retraerse cada vez mas … “la señora J fue retrayéndose más y más, y evitaba cualquier compromiso social” …
Pasa al menos de 20 min a 1 hora resacándose la piel (hasta 3 veces por día) – Pasar al menos 1h al día rascándose o pensando en el rascado.
Las tres cuartas partes o más, de quienes padecen este trastorno, son mujeres
- Caso 2: Sra. Nichols
Wendy Nichols es una mujer blanca, soltera, de 47 años de edad, a quien derivan a un centro ambulatorio de salud mental por presentar un cuadro mixto de ánimo bajo y ansiedad generalizada. Nunca había tomado psicofármacos, aunque sí había realizado un ciclo de terapia cognitivo-conductual para un episodio depresivo previo 5 años antes.
En los antecedentes personales físicos de la Sra. Nichols no había nada que reseñar. Vivía sola en un apartamento de dos dormitorios y no tenía familia ni amigos cerca. Tenía un título universitario y trabajaba como dependienta a tiempo parcial en un comercio de artículos de segunda mano. Dijo que había salido con chicos en la universidad, pero que había estado “quizá demasiado ocupada” en los últimos años.
En la exploración inicial se presentó como una mujer bien vestida y con buena capacidad de expresión, coherente y colaboradora.
Tenía el ánimo claramente bajo. Se quejó de mala concentración y problemas para organizarse. Dijo que no consumía drogas.
El clínico observó que el bolso que llevaba la Sra. Nichols estaba repleto de facturas y otros papeles. Al preguntarle, la paciente se encogió al principio de hombros , diciendo que “ llevo la oficina encima”. Al insistir el entrevistador, resultó que a la Sra. Nichols le costaba desprenderse de los papeles de trabajo importantes, los periódicos y las revistas desde que recordaba. Creía que todo había empezado cuando la madre le tiró los juguetes viejos a los 12 años de edad. Ahora, muchos años después, el apartamento de la Sra. Nichols estaba hasta arriba de libros, cuadernos, adornos, cajas de plástico, embalajes de cartón y todo tipo de cosas. Dijo que sabía que era un poco raro, pero que todo aquello podía serle útil algún día. Añadió: «quien guarda, encuentra». Refirió también que muchas de sus posesiones eran bonitas, únicas e insustituibles, o que tenían gran valor sentimental. La idea de deshacerse de cualquiera de estas posesiones le causaba gran angustia.
Las habitaciones del apartamento de la Sra. Nichols se habían empezado a llenar cuando tenía treinta y pocos años y, en el momento de la entrevista, le quedaba va poco sitio para vivir. La cocina estaba llena casi del todo, por lo que usaba una nevera pequeña y un horno tostador que había logrado incrustar entre montones de papeles en el vestíbulo. Comía en la única silla disponible. Por la noche, quitaba un montón de papeles de la cama y los pasaba a la silla para poder acostarse. La Sra. Nichols
seguía comprando cosas en la tienda de segunda mano en que trabajaba y se llevaba también los diarios gratuitos, que pensaba leer en el futuro.
Avergonzada por el estado de su apartamento, no le había dicho a nadie lo que hacía y llevaba 15 años sin invitar a nadie a la casa. Evitaba también las relaciones sociales y las citas porque -a pesar
de ser de naturaleza sociable y sentirse muy sola- sabía que no podría devolver las invitaciones a casa. Le sorprendía habérselo contado al clínico porque no se lo había dicho ni siquiera a su propia
madre, que estaría dispuesta a ayudar. Rechazó la oferta del clínico de visitar la casa, pero le ofreció mostrarle algunas fotografía s tomadas con el
teléfono móvil. Las fotos mostraban muebles, papeles, cajas y ropas apilados del suelo al techo.
Aparte de sus sentimientos de tristeza y soledad desde hacía mucho tiempo, y de la ansiedad que aparecía cada vez que intentaba limpiar o cuando alguien quería ofrecerle amistad, la Sra. Nichols dijo no tener más síntomas psiquiátricos, como delirios, alucinaciones, obsesiones y otras conductas compulsivas.
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