Palabra de Dios y exegesis
Enviado por Antonio • 29 de Noviembre de 2018 • 1.820 Palabras (8 Páginas) • 379 Visitas
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La lectura orante
En la así llamada lectio divina, respecto a la exégesis, algunos aspectos técnicos (por ejemplo, a través de diccionarios teológicos y comentarios) se omiten y se accede de manera más indirecta a la interpretación, el acercamiento es menos analítico y se da mayor impor- tancia a la actualización y a la praxis y más espacio a la oración explícita. Si la exégesis es sobre todo inves- tigación, comprensión objetiva, comunicable, válida para todos, la lectio está fuertemente marcada por una dimensión más personal, la Palabra es gustada, saboreada, se abre a la contemplación y se actualiza en la vida. Pero para que la oración y la praxis sean fecundas, hace falta la escucha paciente que se detiene sobre las palabras, que estudia su significado, que se esfuerza por entender. También para la lectio, como para la exégesis, es elemento absolutamente pri- mario e irrenunciable la necesidad de comprender en profundidad el texto respetando su realidad literaria. Sin esto no hay una adecuada y auténtica escucha de la Palabra.
En efecto, Dios para revelarse ha escogido el camino de la encarnación. Su Palabra, eterna y soberana- mente eficaz, ha asumido el peso opaco de palabras humanas condicionadas por la historia, por el idioma concreto en el cual se expresan, por las situaciones contingentes en las cuales vienen pronunciadas y escritas. La Palabra divina, dirigida a todos, es sin embargo pronunciada en una lengua comprensible sólo para algunos (para los demás son necesarias las traducciones), con referencias culturales no genéricas sino unidas a un particular y específico mundo con- ceptual, que es necesario tener la paciencia de cono- cer, y para acceder a él es indispensable la humildad de dejarse convertir.
Todo esto debe tenerlo en cuenta – y a todo esto debe obedecer – la «lectura creyente». La contraposición que frecuentemente se presenta entre lectio divina y exégesis tiene su origen en un concepto distorsionado de exégesis, entendida sólo como estudio neutro, a menudo árido, sin alma pues no está animado por el Espíritu. Pero si la exégesis es verdaderamente «bíbli- ca» y por tanto, como hemos dicho antes, necesaria- mente «creyente», entonces entre lectio divina y exége-
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sis habrá ciertamente diferencias, con particulares acentos sobre uno u otro aspecto, pero no habrá con- traposición, más bien se ayudarán mutuamente, en un intercambio provechoso que llevará, al final del camino, a un encuentro capaz de generar una nueva realidad: la del lector creyente que hace exégesis y la del exegeta que lee e interpreta el texto bíblico en la fe y en la oración. Escucha técnica y escucha en la fe son realidades complementarias, que piden interactuar e incluso sobreponerse en una única amorosa búsqueda de Dios y en un solo deseo de obediencia a su Palabra de vida.
De este modo, la Palabra de Dios continúa resonando en la historia de los hombres. Descifrada y entendida en su doble realidad, la Sagrada Escritura abre sus tesoros de revelación y de gracia. En las palabras del libro la comunidad creyente se encuentra con la Palabra del Señor y, comprendiéndola e interiorizán- dola en la fe y bajo la guía del Espíritu, la actualiza y de algún modo la «re-encarna» en la propia realidad y en la propia historia. Así la «Palabra» transformada en libro sagrado es acogida, contemplada y luego relatada, tra- ducida en palabras de los hombres de todo tiempo y lugar; se rehace «palabras» siempre repetidas y cada vez renovadas, en la vida de la Iglesia, para la sal- vación de todos.
Pero se trata de palabras que, según la acepción semítica, también son hechos, sucesos, acciones. La
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Palabra escuchada, buscada, deseada, meditada y obedecida, la Palabra que el creyente, como María, guarda en el corazón, cambia el comportamiento humano, manifestando así su irrefrenable eficacia regeneradora. La lectio divina, hecha de exégesis orante, se convierte de esta manera en actio, al mismo tiempo divina y humana, evento decisivo que abre el tiempo y el habla humana a la vida divina, dejando así que la fuerza de la Palabra irrumpa, se convierta de nuevo en carne, para manifestar, como lo canta el Magnificat, las «grandes obras» que el Omnipotente sabe hacer a través de la pequeñez y la humildad de sus siervos orantes.
(Traducción: O. Montalvo Londoño) ■
1 Dice la Dei Verbum: «La Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres» (DV 13). Cf. también el Discurso del Papa Juan Pablo II sobre el documento de la Pontificia Comisión Bíblica La interpretación de la Biblia en la Iglesia, n. 6.
2 «… es preciso, desde luego, que el exégeta mismo capte la Palabra de Dios en los textos, lo cual sólo es posible si su trabajo intelectual está sostenido por un impulso de vida espiritual. Si carece de este apoyo, la investigación exegética queda incomple- ta, pierde de vista su finalidad principal y se limita a tareas secun- darias.» (Discurso del Papa Juan Pablo II en el documento de la Pontificia Comisión Bíblica La interpretación de la Biblia en la Iglesia, n. 9)
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