En el siglo V se separaron las iglesias monofisitas y nestorianas.
Enviado por Rimma • 8 de Agosto de 2018 • 1.199 Palabras (5 Páginas) • 342 Visitas
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Luteranos
El luteranismo carece de concepto claro de Iglesia. Para ellos la Iglesia es la local, parroquia o comunidad que se reúne para rezar y oír la Palabra.
La Palabra de Dios es el fundamento de su fe cristiana, aunque ésta admita interpretaciones diferentes por cada uno. Por tanto, carecen de autoridad eclesiástica y de una instancia que defina la fe cristiana con claridad. Tampoco tienen una teología sacramental estructurada.
El único sacramento que conservan “vivo” es el santo bautismo. Bautizan, desde luego, válidamente. En cuanto a la Eucaristía hay entre ellos muchas opiniones. A veces celebran la Eucaristía, pensando que al estar reunidos en nombre de Cristo Él está en medio de ellos.
Con los luteranos se ha llegado a un acuerdo sobre la justificación del hombre ante Dios por los méritos de Jesucristo. En un documento elaborado durante diez años llamado La Justificación se expone la doctrina de ambas Iglesias, que en realidad es la misma, pero que había sido malentendida por los luteranos en cuando a la Iglesia católica, al pensar que nosotros tratábamos de obtener la justificación ante Dios Padre por medio de la Virgen María o de los santos. Ahora está claro que no es así.
Ortodoxos
Tienen toda la estructura eclesial y sacramental intacta desde los tiempos apostólicos. Lo único que les falta es la obediencia explícita al Romano Pontífice, al que llaman el Patriarca de Occidente.
Los católicos podemos acercarnos a su eucaristía y participar en ella o confesarnos si no tenemos una iglesia católica en las cercanías. Aunque conviene preguntar al párroco ortodoxo si nos admite, para evitar el escándalo. Ellos son siempre admitidos a recibir los sacramentos en la Iglesia católica, si lo desean.
Juan Pablo II agradeció a la Iglesia Ortodoxa Búlgara el cuidado que tuvo de los fieles católicos durante el tiempo de la gran persecución comunista a la Iglesia católica.
El Concilio Vaticano II abrió definitivamente las puertas al diálogo y a la comprensión y cerró las heridas de tantos años de incomprensión y enfrentamiento. Había llegado el momento de emprender el camino a la unidad.
EL DIÁLOGO DE LA IGLESIA CON LAS RELIGIONES:
Desde que se terminó el Concilio Vaticano II (1965) se han hecho grandes progresos en el diálogo y encuentro con nuestros hermanos separados:
Los Papas Pablo VI y Juan Pablo II han dialogado con todas las Iglesias. En sus viajes siempre han tenido unos momentos para el encuentro y la oración con los dirigentes de las distintas confesiones religiosas.
La Iglesia católica, tras algunos años de reticencia ante el Consejo Mundial de las Iglesias, ha entrado finalmente a formar parte de él.
Se colabora a nivel de documentos y textos comunes: en 1972 apareció la traducción de la biblia ecuménica. Grupos de intelectuales y teólogos dialogan sobre puntos doctrinales fundamentales: eucaristía, ministerios.
En muchos lugares se comparten tareas pastorales y se luchan por las mismas causas: justicia, derechos humanos, paz, ecología.
No han faltado momentos de conflictos por motivos políticos y pastorales desmembración de Rusia, ordenación de las mujeres en las confesiones protestantes.
Todavía no se ha conseguido la unidad. Las Iglesias están aún conociéndose olvidando los viejos prejuicios y trabajando en común con una misma ilusión. Gestos y realidades como Taizé y el encuentro de Asís de 1986 auguran un final feliz.
CAMINOS HACIA LA UNIDAD SON
La oración, pidiendo esta unidad.
El dialogo: de amistad y teológico
La colaboración de unos con otros.
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