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La Vida del Santo ISA, el mejor de los hijos del hombre

Enviado por   •  29 de Enero de 2018  •  7.555 Palabras (31 Páginas)  •  681 Visitas

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la grandeza del alma.

Los padres del niño recién nacido eran pobres, pertenecían por nacimiento a una familia de notable piedad, que olvidando su antigua grandeza sobre la tierra, alababa el nombre del Creador y le agradecían los males con que quería probarles. Para compensarles por no apartarse del camino de la verdad, Dios bendijo al primer hijo de esa familia. Lo tomó como su elegido y lo envió para ayudar a los que habían caído en el Mal y a curar a los que sufrían.

El niño divino, a quien dieron el nombre de ISSA, empezó desde sus más tiernos años a hablar del Dios único e indivisible, exhortando a las almas de los que se habían perdido, al arrepentimiento y la purificación de los pecados de los que eran culpables.

De todas partes llegaron gentes para oírle y se maravillaban de los discursos procedentes de su boca infantil. Todos los israelitas estaban de acuerdo al decir que el Espíritu Eterno habitaba en ese niño.

Cuando Issa alcanzó la edad de trece años, la época en la que un israelita puede tomar esposa, la casa en donde sus padres se ganaban la vida con un oficio modesto empezó a ser lugar de reunión de ricos y nobles, deseosos de tener como yerno al joven Issa, famoso ya por sus discursos edificantes en el nombre del Poderoso.

Fue entonces cuando Issa abandonó la casa de sus padres en secreto, se fue de Jerusalén y partió con los mercaderes hacia Sind, con el objetivo de estudiar las leyes de los grandes Budas.

Capítulo V

En el curso de su decimocuarto año, el joven Issa, bendecido por Dios, llegó a este lado del Sind y se estableció entre los arios en la tierra amada por Dios. La fama extendió la reputación de este niño maravilloso por todo el Norte del Sind y, cuando cruzó el país de los cinco ríos y el Rajputana, los devotos del dios Jaine le rogaron para que se quedara entre ellos.

Pero abandonó a los veneradores erróneos de Jaine y fue a Juggernaut, en el país de Orissa, donde reposan los restos mortales de Vyasa-krishna, y donde los sacerdotes blancos de Brahma le dieron una alegre bienvenida. Ellos le enseñaron a leer y a entender los Vedas, a curar por medio de la oración, a enseñar, a explicar las Sagradas Escrituras a la gente, y a sacar los espíritus malignos de los cuerpos de los hombres, restaurándoles su cordura.

Pasó seis años en Juggernaut, en Rajagriha, en Benarés, y en otras ciudades santas. Todo el mundo le amaba, pues Issa vivía en paz con los vaisyas y los sudras, a quienes instruía en las Sagradas Escrituras.

Pero los brahmanes y los kshatriyas le dijeron que estaba prohibido por el Gran Brahma acercarse a aquellos a quien él había creado de su costado y de sus pies; que los vaisyas sólo estaban autorizados a escuchar la lectura de los vedas en los días festivos; que los sudras tenían prohibido no sólo asistir a la lectura de los vedas, sino también contemplarlos, pues su condición era la de servir a perpetuidad como esclavos de los brahmanes, los kshatriyas e incluso los vaisyas.

"Sólo la muerte les puede liberar de su esclavitud", dice el Para-Brahma. Déjales entonces y ven a venerar con nosotros a los dioses que se pondrán en contra tuya si les desobedeces. Pero Issa no escuchó su discurso y se dirigió a los sudras, predicando contra los Brahmanes y los kshatriyas.

Condenó el acto de un hombre que se abrogara el poder de privar a sus semejantes de sus derechos de humanidad, diciendo: "pues Dios, el padre, no hace diferencias entre sus hijos; para él todos son igualmente queridos".

Issa negaba el origen divino de los vedas y los puranas. Y les enseñaba a sus seguidores: "Pues ya ha sido dada una ley al hombre que lo guíen en sus acciones: Teme a tu dios, arrodíllate sólo ante él y sólo a él llévale las ofrendas de tus ganancias".

Issa negaba el Trimurti (Trinidad) y la encarnación del Parabrahma en Vishnu, Shiva y otros dioses, pues decía: "El Juez Eterno, el Espíritu Eterno, comprende la única e indivisible alma del Universo, que ella sola, crea, contiene y vivifica todo.

"Él solo ha querido y creado, él sólo ha existido desde toda la eternidad, y su existencia no tendrá fin. Él no tiene igual ni en los cielos ni en la tierra. El Gran Creador no ha compartido su poder con ningún ser vivo, menos aún con objetos inanimados, tal como os han enseñado, pues sólo él posee omnipotencia. Él lo quiso y el mundo apareció. En un pensamiento divino, en un pensamiento divino reunió las aguas, separándolas de la parte seca del globo. Él es el principio de la existencia misteriosa del hombre, en quien ha alentado una parte de su ser. Él ha subordinado al hombre la tierra, las aguas, los animales y todo lo que ha creado y lo que él mismo conserva en un orden inmutable, fijando para cada cosa duración. La cólera de Dios pronto se soltará contra el hombre; pues este ha olvidado a su Creador, ha llenado sus templos con abominaciones y venera a una multitud de criaturas que Dios ha hecho subordinadas a él. Pues para honrar a las piedras y metales, sacrifica seres humanos en los que habita una parte del Espíritu del Supremo. Pues humilla a los que trabajan con el sudor de su frente para adquirir el favor de un ocioso sentado en una mesa suntuosa. Los que privan a sus hermanos de la divina felicidad serán también ellos privados. Los brahmanes y kshatriyas se convertirán en sudras y con los sudras habitará el Eterno para siempre. Porque en el día del Juicio Final los sudras y los vaisyas serán perdonados por su ignorancia, mientras Dios, por el contrario, castigará con su cólera a los que se han arrogado sus derechos".

Los sudras y los vaisyas se llenaron de gran admiración y preguntaron a Issa que cómo podían rezar para no perder su felicidad eterna.

"No veneréis a los ídolos pues ellos no os escuchan. No escuchéis los Vedas, pues su verdad es falsa. No os pongáis nunca en primer lugar y no humilléis nunca a vuestro prójimo. Ayudad al pobre, apoyad al débil, no hagáis mal a nadie, y no deseéis lo que no tenéis y veis que pertenece a otro".

Capítulo VI

Los sacerdotes blancos y los guerreros, al conocer los discursos de Issa dirigidos a los sudras, decidieron su muerte y enviaron con esa intención a sus criados para que buscaran al joven profeta. Pero Issa, advertido del peligro por los sudras, abandonó la región de Juggernaut por la noche, llegó a la montaña y se estableció en el país de Gautamides, el lugar de nacimiento del Gran Buda Sakyamuni, en medio de un pueblo que veneraba al único y sublime Brahma.

Tras haberse perfeccionado en la lengua pali, el justo Issa se aplicó al estudio de las Escrituras

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