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A lo largo de este milenio, se ha observado las iniciativas de varios países de legitimar la unión entre personas del mismo sexo, ya sea la aprobación de la unión civil o el matrimonio homosexual.

Enviado por   •  20 de Abril de 2018  •  2.902 Palabras (12 Páginas)  •  524 Visitas

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cuya hegemonía entre los sectores C, D y E desde el año 2013 se puede explicar por el cierre de su mayor competidor, el Ajá. En un estudio realizado por el Instituto de Estudios Peruanos, se analizaron las entregas que aparecieron en el año 2002 de los dos periódicos mencionados previamente, y se distinguieron los apelativos más frecuentes y las relaciones que se creaban entre los miembros de la comunidad LGTB con la depravación sexual y los crímenes violentos (Cosme, 2007). Para los escritores de la prensa amarillista es necesario recalcar la anormalidad en el comportamiento y la diferenciación entre “nosotros”, los que actúan según lo que es normal, y los “otros”, aquellos con características o acciones que van contra la cultura hegemónica. Es por eso que utilizan una serie de nominaciones para aclarar que, si bien una persona “normal” no actuaría de esa manera, los “patos”, “lolitas” “gais”, “maricas”, “machonas”, “locas” “maricones”, “chuecos”, etc., son capaces de hacerlo, ya que disfrutan con el escándalo y la atención. Debido a esto, los lectores de esta clase de periódicos asocian la homosexualidad con el escándalo y después lo utilizan como motivo para promover el trato desigualitario y la negación de los argumentos y campañas de activistas de la comunidad LGTB. El “etiquetaje” que realizan los autores de estos artículos no sólo se centra en los escándalos [“Carlos Álvarez se muestra más rarito que ‘Paolín’ y Kenyi juntos” (Ajá, 2002) y “Travolta es bebita: al famoso actor le suda la espalda y los prefiere chibolos” (Ajá, 2002)] sino que hay una estrecha ligación a los crímenes [“Potoncita y su banda de gays calateaban eléctricos” (Trome, 2002) y “Patos y lolitas se agarran a puñetes con policías” (Trome, 2002)] y el sida [“Miles se contagian Sida por chuculún con lolitas y gays” (Trome, 2002)]. Lo interesante de estos periódicos es que utilizan un doble discurso: Por una parte habla de los perjuicios que cometen los homosexuales contra una sociedad recatada y cuyas amas de casa y niños no deberían de estar presenciando actos contra la naturaleza; mientras que, por otro lado, tiene un segmento en el que muestra mujeres en poses sugestivas diariamente y expresan libremente lo que es considerado tabú por dichas mujeres e infantes. Esto constata que para la sociedad hegemónica, representada por los periodistas sensacionalistas, la sobreexposición de la sexualidad es adecuada sólo si esta sigue los cánones de lo considerado correcto, es decir, debe ser heterosexual.

Si bien la discriminación a la comunidad LGTB es común en diversos países, esta alcanza un nivel superior cuando es el Estado quien margina a las poblaciones vulnerables. Se mencionó con anterioridad los casos de penas legales a aquellos quienes incurran en relaciones homosexuales, y a pesar de que este no es el caso peruano, en nuestro país siguen existiendo instituciones en las que una relación de este tipo puede ser sancionada con la suspensión o la expulsión sin que se considere este hecho como una afrenta a los derechos de una minoría. En los últimos años se ha apreciado un incremento en la atención a los temas concernientes a los derechos de la comunidad LGTB en el Perú, como lo demuestran las demandas por modificaciones en el Código Civil peruano y los debates acerca de leyes que permitan la unión entre homosexuales, aunque este no sea revelado en acciones o leyes concretas. Así, los prejuicios y concepciones mostrados en el punto anterior se expresan abiertamente en las declaraciones de los miembros del Congreso. El parlamentario fujimorista Julio Rosas respondió en una entrevista que “¿Acaso les estamos quitando a los homosexuales su comida, su trabajo, su vivienda, sus estudios? No se les está coactando ningún derecho.” (Rosas, 2014) cuando se le preguntó sobre por qué la orientación sexual debería afectar los derechos de las personas. Sin embargo, las acciones y omisiones acerca de la legalidad del matrimonio o unión de hecho entre personas del mismo sexo afirman lo contrario, ya que existe un claro atentado contra los derechos a la igualdad, la libertad, la dignidad humana y la identidad de la comunidad LGTB.

En el caso peruano, se manifiesta una considerable oposición hacia la posibilidad de que una pareja homosexual contraiga matrimonio o adopte un niño, ya que hay una creencia de que esto atentaría contra las bases de la sociedad. La legislación peruana es precisa al definir el matrimonio como “unión voluntariamente concertada por un varón y una mujer legalmente aptos para ella […]” (Quispe, 2001), lo cual afirma el carácter monógamo y heterosexual del matrimonio. Es este concepto el que se considera “natural” según la mayoría. Del mismo modo, la concepción de familia que se tiene es la de una pareja homosexual con hijos preferiblemente procreados por esta sin ningún tipo de intervención artificial. Sin embargo, si se investiga acerca de los orígenes del matrimonio y la familia, se puede comprobar que estas instituciones se modifican a través del tiempo junto con la sociedad. Tanto en la Antigua Roma como en el incanato, en el matrimonio era común la poligamia y las relaciones endogámicas, es decir, aquellas entre personas con ascendencia común. En Roma, a su vez, una característica fundamental la de la dominación absoluta por parte del pater familias sobre todos los miembros de su familia: esposa, hijos e, incluso, siervos. Por consiguiente, es factible deslegitimar los argumentos que se utilizan acerca de la contra-natura que resultaría aceptar una unión de carácter homosexual, ya que es la sociedad, y no la biología, la que establece en un contexto determinado qué prácticas se consideran correctas o desviadas. Así mismo, el carácter cambiante de la sociedad permite la creación de nuevos tipos de familia que se habrían creído imposibles hace siglos. El avance de la tecnología, el aumento de divorcios y uniones tras estos y la revolución sexual han permitido la ampliación de los tipos de familia, en los cuales se encuentra el de la familia homoafectiva. Este término, acuñado por la jurista Maria Berenice Dias, define a la clase de hogar en que la diversidad de sexos queda relegada al interés y el afecto entre ambas partes entre ellos y hacia sus hijos (Dias, 2000). En diversos países se ha legitimado este tipo de familia por medio de la aprobación del matrimonio, las sociedades de hecho, la unión civil, parcerias domésticas y pactos de solidaridad entre personas del mismo género (Varsi, 2012). Incluso, varios países optaron por modificar ligeramente los artículos de sus Códigos añadiéndole a la definición de matrimonio que “tendrá los mismos requisitos y efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o de diferente

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