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LOS DISPOSITIVOS DE INCITACIÓN DEL MERCADO LIBERAN AL SUJETO PERVERSO

Enviado por   •  2 de Abril de 2018  •  2.864 Palabras (12 Páginas)  •  260 Visitas

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—En el seminario ha sido muy preciso en su hermenéutica del pensamiento liberal. El punto de partida es la crítica al pensamiento de Bernard de Mandeville (Países Bajos, 1670-1733), refiriéndose específicamente a su obra La fabula de la abejas, en la cual está el origen del pensamiento ultraliberal, convertido desde la década de los ochenta del siglo XX en una violenta política económica de Estado contra millones de desposeídos, impulsada por Margaret Tatcher (Inglaterra) y Ronald Reagan (Estados Unidos), la cual llega hasta nuestros días transfigurada en crisis económica continua y desposesión. En esta perspectiva, ¿cuál es el significado del pensamiento liberal y algunas de sus consecuencias en el actual ultraliberalismo?

—El pensamiento liberal es un pensamiento total, que influye a todos los otros campos, particularmente en las economías humanas. Una de sus propuestas globales dice que se debe terminar con lo político como una instancia superior que representa el interés colectivo por encima de los intereses privados. Hoy, la función de lo político se reduce al simple acompañamiento de ciertos intereses privados. Además, el proceso liberal también tiene un impacto sobre la economía simbólica, así como en los valores sobre los cuales nuestro mundo descansaba. En la posmodernidad pasamos de un mundo donde se le daba un espacio al altruismo a uno que da espacio al egoísmo.

También podemos observar lo mismo en la economía semiótica. Pasamos de una economía discursiva donde se era capaz de elevarse a los enunciados compatibles con el logos, construyendo el pensamiento crítico, en el cual cada uno lograba autorizarse a pensar por sí mismo, a un simple pensamiento adaptativo donde cada quien tiene que pensar cómo le va hacer para satisfacer sus apetitos personales. A los individuos ya no se les invita a ser críticos, sino a volverse meros consumidores. Estos son los nuevos valores que nos dicen qué es bueno para todos, ya que permite la realización de las apetencias, pero también es muy bueno para el mercado en general, puesto que es la instancia que promete la realización de los apetitos proporcionándole a cada quien todos los objetos manufacturados y servicios necesarios. Ya no hay nada que se defina fuera del mercado.

De este modo, aquellos valores que Kant enunciaba como pertenecientes a la dignidad han dejado de existir. Por cierto, Kant en la Metafísica de las costumbres decía que todo tiene un precio excepto lo que tiene dignidad, como la justicia y el amor, la opinión, el agua, la energía, el aire y todo lo que tiene que ver con el interés colectivo, que en principio no son cosas que se puedan comprar porque están en el terreno de la dignidad y, por lo tanto, no debe entrar en el sistema de los precios. Contrario a ello, hoy estamos en un sistema simbólico que no funciona a partir de un altruismo, sino a partir de un mundo basado en el egoísmo donde todo tiene un precio.

—¿Y en el plano de la economía psíquica?

—La economía psíquica, una economía que parecía muy bien protegida ante los efectos del pensamiento liberal, en la actualidad se ve reconfigurada, puesto que ha dejado de ser una instancia reguladora. Si bien anteriormente eran los mandamientos los que regulaban las conductas a través del decálogo religioso (no matarás, no mentirás, no codiciarás…), ahora ya no es así; esa regulación fundada en el “no debes” transitó hacia la lógica incitativa del ¡Debes! ¡Vamos! ¡Adelante! ¡Tú puedes! ¡Goza!, lo cual produce una configuración psíquica diferente.

Ya no estamos en el mundo de las neurosis de Freud, en el cual existía el padre que reprimía (represión que luego salía por otro lado de otra manera). Hoy, no existe instancia represora, por eso se nos incita a que nos apoderemos de un máximo de objetos. Hoy se pasa de un funcionamiento neurótico a uno perverso y si en este último funcionamiento las cosas no van bien, lo que les queda a aquellos que no logran triunfar en la instrumentación del Otro, es la melancolía y la depresión… Se dice que 30 por ciento de nuestras poblaciones en la sociedad posmoderna se ven afectadas por ciclos depresivos. Pero no hay por qué preocuparse, ya que para ello el mercado también ha proporcionado fármacos que pueden sacar al sujeto del problema.

—En muchos medios académicos y periodísticos –parafraseando al entrañable Cornelius Castoriadis– se sufre una especie de desorientación informe sobre el tema de la posmodernidad, muchos de sus miembros encuentran en ella el refugio para justificar el cinismo individualista del mercado. Al respecto, ¿existe una perspectiva crítica de la posmodernidad en nuestros días?

—Hace unos momentos te decía que desde hace años vengo discutiendo con un grupo de colegas el origen de la posmodernidad, pero no solo eso. Personalmente pienso que no sólo hay que completar las ideas de Lyotard, sino incluso superarlas. Pienso que efectivamente ya salimos de los relatos teológico-políticos, pero al mismo tiempo ya entramos a una nueva religión: la del mercado omnipotente.

Para completar a Lyotard hay que decir que salimos de los relatos teológicos-políticos pero entramos al divino mercado, tal y como he titulado uno de mis libros, donde postulo que el mercado ya no funciona como un relato que difunde una verdad, sino responde a una multiplicación de pequeños relatos egóticos. Si ustedes salen a pasear a la ciudad verán que hay una incitación por parte de múltiples relatos egóticos, subyacentes en la publicidad que dicen: “usted se va a realizar plenamente” con determinado producto.

En este escenario, la posmodernidad puede ser etiquetada como un giro fundamental en la cultura hacia el dominio de los relatos del ego. La hipótesis leotardiana de la posmodernidad como la caída de los grandes relatos es cierta, pero estos grandes relatos fueron desplazados por un relato multiforme que dice que todos nos vamos a realizar en egoísmos generalizados.

Vivimos en un época individualista, eso se le dice a todo aquel que quiere escucharlo, pero es falso, pues vivimos en una época egoísta que es diferente y el individuo esta reducido a su funcionamiento pulsional. Yo me atrevería a decir que el individuo a lo largo de las distintas civilizaciones todavía no ha existido. A veces lo percibimos así a lo lejos, en algunas formas del discurso filosófico y como la aparición de un sujeto crítico capaz de actuar y pensar por sí mismo. Lo que podemos hacer ahora es desarrollar una serie de posibilidades para que esa forma que llamamos individuo pueda existir finalmente.

—¿Cuáles son las condiciones para la existencia

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