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Región y regionalismo. REGIÓN, DEMOCRACIA Y DESARROLLO

Enviado por   •  6 de Junio de 2018  •  6.970 Palabras (28 Páginas)  •  226 Visitas

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Frente a esto la Constitución de 1991 plantea la configuración de regiones y provincias —con posibilidad de ser entidades territoriales— por la asociación voluntaria de departamentos y municipios. Propuesta limitada por las fronteras departamentales, fruto, en muchos casos, de estrechos intereses partidistas. Acaso las regiones sean el camino necesario para realizar la promesa constitucional de un desarrollo armónico y una de las expresiones válidas del carácter pluriétnico y multicultural de nuestra nación.

FECUNDIDAD DEL TEMA REGIONAL

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Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje artístico y tal parece, según cierto consenso más o menos general, que lo he conseguido. José María Arguedas

Una vez independientes, los americanos profundizamos la búsqueda de una expresión propia. Ajuicio de don Andrés Bello, nuestras obras no sólo debían ser originales, igual que para el maestro Simón Rodríguez —“o inventamos o erramos”—, sino también representativas de nuestras realidades. En el afán de afirmación, se niega a veces el valor de los aportes foráneos para subrayar con ingenuidad lo nuestro. Este localismo, pese a su buena intención, genera una exaltación débil de lo propio y en la práctica una afirmación mentirosa.

Así nos pese, nos inscribimos en la historia de occidente. Por ello, el cosmopolitismo ha sido nuestra tentación permanente. En ocasiones, nos convertimos en meros y malos imitadores de los usos y maneras de fuera y menospreciamos lo propio que resulta apenas como un dato pintoresco, típico, frente a lo universal. El siglo XIX latinoamericano está marcado por la tensión entre cosmopolitismo y localismo. Bajo el lema de civilización o barbarie, no quedaba otra alternativa que borrar de la existencia las expresiones americanas en tanto que bárbaras. Debíamos ser europeos.

Sin embargo, ajuicio del más moderno de los latinoamericanos de su tiempo, la formulación del dilema no era válida. Para José Martí, la oposición real era entre la falsa erudición y la naturaleza. En su texto programático Nuestra América, advierte que “los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado y que la salvación está en crear”. Una creación que no supone desconocer lo global, pero que sí implica partir de lo propio: “Injertarse en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser americano”. Y no podía ser de otro modo pues como lo explica Angel Rama, si “la modernidad no es renunciable y negarse a ella es suicida; también lo es renunciar a sí mismo para aceptarla”.

MODERNIDAD Y REGIONALISMO

Este fue el gran reto de los latinoamericanos a lo largo del siglo XX: crear su propia expresión en el contexto traumático de la modernización. Una modernización que se entendía más como la generalización de usos y técnicas modernas y que arrasaba a su paso con las identidades y tradiciones locales. Los primeros intentos —novelas terrígenas e indigenistas— traen el lastre del romanticismo del siglo XIX. Es Cierto que se exalta el paisaje en su grandiosidad o se crean tipos humanos cargados de fuerza como los personajes de La Vorágine. Pero aún no maduran ni son suficientemente profundas la manifestación y la comprensión de lo nuestro.

Un hito importante en este proceso de maduración fue el modernismo brasileño —1920-1940—: un complejo movimiento cultural que asumió las formas narrativas y poéticas, pictóricas y musicales e incluso las del ensayo. Para uno de los mejores críticos del Brasil, Antonio Cándido, el modernismo es “un nuevo momento en la dialéctica de lo universal y lo particular, que inscribe lo particular con fuerza y hasta arrogancia, por medio de las armas tomadas del arsenal de lo universal”.

Los modernistas brasileños romperán con la retórica académica que los precede: dejarán de lado el patriotismo ornamental para amar con vehemencia lo exótico descubierto en el propio país. Recurrirán al psicoanálisis, la etnografía y, en general, a las ciencias sociales, para llegar a lo profundo del hombre de su tierra. Su expresión se pondrá a tono no sólo con las realidades europeas contemporáneas sino además con las nuevas de su país. Fue un momento de liberación franca y dionisíaca, quizás “la tendencia mas auténtica del arte y el pensamiento brasileño”, en opinión de Cándido. Se destacan en ese proceso los narradores nordestinos —Jorge Amado entre ellos— que imprimen a su obra un marcado carácter regional.

Pero el grado más alto grado de desarrollo llega con los creadores en la década del 60, en el llamado boom de la literatura latinoamericana. El reconocimiento universal es sólo constatación de su madurez. Curiosamente, los temas, en su mayoría, son realidades locales y regionales: el mundo del Caribe en Carpentier, la sierra peruana en Arguedas, el sertón en Guimaraes, Comala en Rulfo, Macondo en García Márquez, para no abundar. Angel Rama, con precisión y finura en el análisis, anota que no se trata de una mera reproducción de las realidades locales. Hay un proceso de apropiación y reconstrucción del habla regional, de sus estructuras narrativas y de la visión de sus gentes acerca del mundo, a partir de lo cual pudieron ser más nacionales y más universales.

EL PARADIGMA DE BARRANQUILLA

En una ciudad nueva como Barranquilla, sin pergaminos coloniales ni republicanos pero abierta con avidez al mundo, se incubó la hasta ahora más alta manifestación de las letras colombianas. El nido fue un grupo bohemio que combinaba gozón el ron con las preocupaciones intelectuales más variadas: la prensa y la pintura, la crítica de cine y la literaria, el agenciamiento de empresas culturales y la promoción de nuevas formas de expresión. El oficio periodístico forzó no sólo el difícil aprendizaje de la comunicación eficaz sino también el desarrollo de la mejor sensibilidad frente a la realidad local e internacional.

El grupo tuvo su antena con el mundo en el maestro Ramón Vinyes, un catalán que sintonizaba las ondas más actuales del orbe y que además de generalizarlas imponía su exigente parámetro a lo que se desarrollaba en su ciudad. Barran quilla era más amplia en sus horizontes pues, como ninguna otra vivía el ambiente del Caribe. Mientras Bogotá paladiaba con admiración provinciana la producción francesa, Barranquilla se abría con

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