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Resumen. Greco Autoridad.

Enviado por   •  9 de Junio de 2018  •  1.857 Palabras (8 Páginas)  •  328 Visitas

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¿Cómo puede pensarse hoy la autoridad pedagógica?

Greco propone pensar la autoridad pedagógica ligada a:

- La transmisión: Un docente que transmite un pasado pero no como algo fijo y estático, sino en constante recreación desde la mirada presente, pero también, de cara al futuro. Es decir, que busca las formas de enseñar haciéndose cargo para promover un recorrido propio de cada alumno, que no queda estancado sino que se abre a la complejidad de lo nuevo y del por venir.

- La confianza: Un saber escuchar y saber decir no desde una lógica controladora del otro. Una asimetría si, pero no desde el lugar de superioridad. Lo cual implica que el docente renuncie a la omnipotencia, a la totalidad, al control del otro, a capturarlo y cambiarlo según los propios deseos, a ejercer un poder que no cesa. Se trata de una confianza instituyente, que da oportunidades, que se abre a lo novedoso, que confía en el alumno que se le ha dado a cargo y del cual es responsable.

- La igualdad y la ignorancia: No se trata de borrar la asimetría, ni ponerse en lugares idénticos. Se trata de que el docente siguiendo a Rancière (filósofo francés) y Jacotot (pedagogo francés) no desiguala con el alumno, sino que por haber recorrido un camino con el conocimiento, lo despliega con los alumnos y abre nuevos diálogos para que ellos promuevan sus propios caminos. Que no considera al otro inferior, sino que trabaja con voluntades, creando vínculos entre inteligencias y textos para arribar a otros mundos posibles. Ello implica romper con la idea de saber y poder, entre ignorantes y sabios, entre inteligentes y no inteligentes, entre buenos y malos alumnos. Un ser maestro sin ser amo y dueño. Un “maestro ignorante”, que enseña sin explicaciones ni indicaciones sobre las palabras que el alumno deberá decir ni en el lugar en el que deben ser colocadas, sin el despliegue de la inteligencia del maestro, sino que insista en la necesidad de que el alumno realice su trabajo intelectual, que no descanse en la inteligencia del maestros sino que otorgue a su inteligencia todas las posibilidades de desplegarse. Un maestro que considera que todas las inteligencias son iguales, que cualquier alumno puede desplegarla, que lo arranca al alumno de su lugar de inferioridad, que lo valoriza, que lo reconoce y anima al trabajo. Un maestro que “enseña que lo que ignora”, que se ubica en igualdad, que considera que la ignorancia puede provocar el deseo de saber, que esta allí no por ser sabio o superior. Un maestro que no aplasta la inteligencia de su alumno, sino que promueve sus propios caminos. Un maestro que considera que “el alumno hace al maestro”, lo cual significa que los caminos que vaya armando de enseñanza es a partir de lo que el alumno ensaya, escribe, improvisa.

- La emancipación: Pasar de una “autoridad del dominio del otro” a una “autoridad emancipatoria”. Una autoridad que permita el despliegue de las posibilidades de todos y cada uno. Una autoridad que no sujete, sino que busque que sus alumnos no se sientan inferiores, que descubran el poder de su pensamiento, que no se menosprecien. Una autoridad que “subjetivice”, que acompañe, movilice y sostenga. Una autoridad que se “haga cargo” de sus alumnos y se responsabilice por sus aprendizajes. Una autoridad que transmita su voluntad, pero no su inteligencia o su saber, sin dejar que la pereza gane al alumno. Una autoridad que considere que la educación no proviene del maestro, sino que es un trabajo del alumno efectuado desde su lugar de “igual”. Una autoridad que retome las ideas previas de los alumnos, aún para corregirlas, que aggiorne las actividades de enseñanza, que estimule el interés, que secuencie actividades de enseñanza atractivas, que corrija veladamente, sin violencia, los conocimientos erróneos de sus alumnos[1]. Una autoridad que no considere al alumno una cosa, sino un sujeto- palabra. Un sujeto que al hablar, se va instituyendo como tal, donde su palabra cuenta. Por ello, siguiendo a la psicoanalista Piera Aulagnier, no debe ejercerse una “violencia secundaria” que es aquella que es desubjetivizante, que arrasa, que es excesiva, que en lugar de hacer lugar, lo quita. Es decir, no ser un espacio áulico o de enseñanza- aprendizaje donde ya este todo dicho por el docente, para ser uno que no es aún, donde la palabra del docente se dona y deja que el otro hable desde el reconocimiento del semejante. “Lugares de habla” donde cada uno pueda hacer oír su voz. Para que en el alumno, siguiendo a la psicoanalista argentina Silvia Bleichmar, no se produzca un “estallido de identificación”. Donde el alumno tenga la sensación de superfluidad (ser descartable, estar de más, de sobra), disminuyendo su autoestima y la ausencia de un proyecto futuro para vivir en la inmediatez. Una autoridad que forma inteligencia, que es mucho más que cargar memoria o repetir frases hechas, aprender de memoria o repetir el libro. Kammerer propone pensar que el lugar de los adultos es ser “prestadores de identidad”, de pasadores de cultura recibida con la responsabilidad de “hacer crecer”, proteger lo frágil que nace en niños y adolescentes.

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