Documental chileno

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Breschand entonces entiende la posibilidad que ofrece el cine de “volver a ver” de re-ver lo que se nos escapa o lo que simplemente no quiere ser visto. Las decisiones tanto estéticas, narrativas como formales que toman los realizadores tanto en el rodaje como en la sala de montaje finalmente generan discursos que interpelan la realidad en más de un ámbito posible.

Si bien esta investigación no pretende clasificar o segmentar las películas a analizar en terminos estrictamente formales es de suma importancia entender que la forma finalmente es la envoltura del fondo.

La muestra de películas que elegimos se enmarcan en el periodo de post-transicción, periodo que, además de sus particularidades políticas, acarrea otro tipo de particularidades que diferencia a las obras realizadas en el periodo de los documentales estrenados en épocas anteriores; entre ellos, el hecho de que el cine como arte y como forma de comunicar ya no es objeto de censura ni persecución y a su vez el hecho de que, muchos de los directores actuales provienen de una formación académica y son conscientes de la herencia de quienes llevaron la antorcha en años anteriores. Esto quiere decir, conscientes del rol que ha cumplido el documental en Chile, de sus posibilidades de visibilzar los discursos y las realidades que otros medios masivos o hegemónicos no quieren mostrar.

Hoy, gran parte del documental Chileno ha asumido y comprendido esta herencia, asumiendola a ratos casi como una responsabilidad, abriendo desde hace algunos años las puertas a estas formas de leer y entender lo documental:

En el curso de la última década, e l cine chileno desde el éxito del documental actores secundarios, (2004) permite reconocer identidades mantenidas en el olvido, hasta que algún evento, un proceso artístico o social las sitúan en un lugar articulador de memorias colec tivas que, hasta ese momento, eran recuerdos íntimos . Del espacio privado se enuncia una historia con la capacidad de evocar una memoria colectiva con la capacidad de dialogar con memorias consolidadas a nivel nacional, memorias hegemónicas que, junto a ot ros factores, no permitían que otras voces y cuerpos pudieran articularse para enfrentar un nuevo re lato sobre el periodo, narraciones presentadas en un contexto que le s permite instalarse como una de las otras verdades que se construían de la resistencia a la dictadura. (Corvalán; 6)

Sin embargo, cabe preguntarse, ¿es realmente esta una responsabilidad del documental? ¿debe exigírsele dicha consciencia a las obras que tratan con la realidad?