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ADAPTACION DE MACARIO

Enviado por   •  31 de Diciembre de 2018  •  3.403 Palabras (14 Páginas)  •  485 Visitas

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Peregrinos: Te comprendemos y te bendecimos. Puedes comer tu pavo en paz. Pasaremos por tu pueblo, nos asomaremos a tu choza y bendeciremos a tu buena mujer y a tus hijos. (salen)

ESCENA VI

(Macario volvió a agarrar la pierna del pavo para tirar de ella e iniciar su comida, cuando una vez más vio un par de pies frente a sí. Calzaban sandalias antiguas

Muerte: (con una voz grave, pesada) ¡Ay, compadre, tengo hambre, mucha, muchísima hambre!.

Macario: (amable)No hay para qué hablar de ello, compadre, ya lo veo ( Macario no muestra temor por la horrible apariencia del recién llegado).

Muerte: Ya que puedes verlo, no dudarás de que necesito algo en el estómago. ¿No quieres darme esa pierna del pavo que te disponías a cortar?

Macario: ¿¡Claro que si! (para sí, al público) ¿Qué puede hacer un mortal contra el destino? Nada. Tenía que pasar finalmente. Ya lo presentía. Nunca tendré un pavo entero para mí solo. Nunca, nunca. Ni modo (corta el pavo a la mitad , dirigiéndose a la muerte) , ¿cuál mitad quiere? Usted elija. compadre, tenga (le ofrece la parte que eligió) llénese la barriga, yo bien sé lo que es tener hambre. Nunca he tenido otra cosa en mi vida. Siéntese, siéntese frente a mí. Medio pavo es suyo, disfrútelo.

Muerte: (elige una parte y empieza a comer)¡Ay, compadre, qué delicia! (mientras come). Antes que yo llegara tuviste otros dos visitantes, ¿verdad?

Macario: (extrañado)¿Cómo lo sabe usted, compadre?

Muerte: Yo tengo que saber todo lo que ocurre en el mundo. ¿Reconociste a esos dos visitantes?

Macario: Por supuesto, o ¿cree usted acaso que soy un hereje?

Muerte: El primero era ese que tantas dificultades nos causa, el Demonio.

Macario: Lo sé, trató de engañarme, presentándose vestido como un charro, pero cometió algunos errores en su disfraz, como pasa a todos los que no son auténticos, por eso no me fue difícil descubrir que era un falso charro, un impostor.

Muerte: ¿Por qué, entonces, sabiendo quién era no le diste un pedacito de tu pavo?

Macario: ¿Por qué había yo de darle parte de mi pavo? Claramente se veía que era rico, si él hubiera querido, habría podido comprar no un pavo, sino media docena de pavos asados y dos puercos al horno en la primera posada del camino. Por eso no le hacían falta ni una pierna ni un solo alón de mi pavo.

Muerte: los segundos visitantes eran… bien, tú sabes a quién me refiero. ¿Los reconociste, verdad?

Macario: ¡Claro!

Muerte: ¿Puedo hacerte una pregunta? (Macario asiente) ¿por qué me diste la mitad de tu pavo cuando solamente unos minutos antes habías negado hasta un alón al Diablo y a Nuestro Señor?

Macario: ¡Ah!. La cosa con usted es distinta por una razón: yo soy humano y sé lo que es el hambre y lo que es sentirse morir de necesidad. Además, yo nunca he sabido que usted tenga poder para crear o transformar alguna cosa. Usted no es más que un servidor obediente del Supremo Juez. Tampoco tiene usted dinero para comprar algo, porque ni siquiera tiene bolsillos en su traje o lleva algún morral consigo. Es cierto que he tenido el mal corazón de negar a mi mujer un bocado del pavo que ella preparó para mí con todo su amor. Tuve el mal corazón de hacerlo porque siendo delgada como es, no se ve ni en una pequeñísima parte tan hambrienta como usted. Tuve voluntad suficiente para no darles a mis pobrecitos hijos, siempre deseosos de comer, algunos bocados de mi pavo, porque a pesar de lo hambrientos que están, ninguno está ni en una pequeñísima parte tan hambriento como usted.

Muerte: Vamos, compadre, no le des tantas vueltas al asunto, ya dime la verdad.

Macario: En cuanto lo vi comprendí que no me quedaba tiempo de comer ni una sola pierna y que tendría que abandonar el pavo entero. Cuando usted se aparece ya no da tiempo de nada. Así, pues, pensé: «Mientras él coma, comeré yo», y por eso partí el pavo en dos.

Muerte: (riéndose a carcajadas) ¡Qué listo eres! No recuerdo haber encontrado otro más listo desde hace largo tiempo y que supiera esquivar tan hábilmente su última hora. ¡Ni siquiera me tuviste miedo! Realmente mereces que yo te seleccione para prestarme cierto servicio, un servicio que hará mi existencia solitaria menos aburrida de vez en cuando. Habrás de saber, compadre, que alguna vez gusto de jugar bromas a los hombres. Bromas que no lastiman a nadie y que me divierten haciendo que mi trabajo sea menos monótono, ¿comprendes?

Macario: Creo que sí.

Muerte: ¿Sabes lo que voy a hacer para compensarte justamente por la comida que me has ofrecido tan generosamente?

Macario: (asustado) ¿Cómo, compadre? Oh, por favor, señor, no me haga su ayudante. No haga eso, por favor. Cualquier otra cosa que desee usted, pero que no sea ayudarlo.

Muerte: Yo no necesito ayudantes y nunca los tuve. No, se trata de algo bien distinto. Te convertiré en un gran doctor . Y te prometo que te recompensaré tu pavo un millón de veces. Compadre, trae acá tu guaje; (Macario obedeció, la muerte extrajo agua de la tierra y con ella lleno el guaje de Macario). Este líquido, Macario, hará de ti el médico más notable del siglo. Una sola gota bastará para curar cualquier enfermedad. Pero entiende y entiéndelo bien, compadre; una vez que se haya agotado la última gota, no podrás obtener ni una más, por lo que el poder curativo que tienes habrá terminado para siempre.

Macario: (después de haberlo pensado) Si ello le complace y cree además que debe compensarme por la comida, llevaré conmigo el agua. En cualquier forma servirá algún día si mi mujer o alguno de los niños se enferma y no encuentro manera de aliviarlos.

Muerte : Perfectamente pensado y bien dicho. Solamente que no debes olvidar que, como todas las cosas en la vida, una vez que comiences tendrás que seguir adelante. No habrá manera de retroceder. Ahora otra cosa, compadre; escúchame bien. Adondequiera que te llamen para que atiendas un paciente, allí estaré yo también. Nadie más que tú podrá verme. Cuando me veas parado a los pies de la cama de tu paciente, concrétate a poner una gota de la medicina

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