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Alimentos del futuro.

Enviado por   •  1 de Noviembre de 2017  •  4.433 Palabras (18 Páginas)  •  555 Visitas

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V. ¿Agroindustrialidad o agroecología?

Se debe partir del hecho de que hoy el mundo está dominado por los intereses del capital corporativo y global, y que para el caso de la producción alimentaria, las acciones impulsadas desde el Neoliberalismo responden a una ideología basada en los agro-negocios y en el modelo agroindustrial que se asienta sobre una cierta tecnología. Este modelo impulsa el uso de maquinaria, agroquímicos (pesticidas y fertilizantes), nuevas variedades genéticas, cultivos transgénicos, sobre medianas y grandes propiedades, y casi siempre encadenados a los monopolios comerciales.

Desde hace más de dos décadas muchos autores hemos estado pregonando la posibilidad de otra alternativa de modernización del campo, basada en los principios de una corriente de pensamiento, de investigación científica y tecnológica, y de acción social, llamada agroecología. Como muchas otras nuevas disciplinas, la agroecología ha ido construyendo un cuerpo teórico y práctico, que resulta de la crítica al modelo agroindustrial, con resultados notables en Latinoamérica, Europa y otros países como India.

La agroecología sostiene que el modelo agroindustrial es una forma perversa de producir alimentos y otros bienes por seis simples, pero patéticas, razones. Primero porque genera severos impactos al ambiente; no sólo contamina aire, suelos, aguas profundas, ríos, lagos y mares al esparcir todo tipo de agro-químicos, sino que afecta poblaciones de innumerables grupos de animales y plantas. También genera deforestación de amplias superficies, reduce la variabilidad genética de los cultivares, lo cual disminuye la resistencia ante posibles plagas y enfermedades, y utiliza enormes cantidades de energía provenientes de los combustibles fósiles, por lo que también al modelo agroindustrial se le ha llamado petro-agricultura.

La tercera razón atañe a los alimentos que consumimos. Mientras que los de origen vegetal vienen cargados de venenos (pesticidas) y a pesar de su atractiva apariencia son deficientes en sus contenidos nutricionales, los de origen animal provienen de gigantescas granjas donde conviven cientos o miles de animales, mantenidos a su vez con alimentos industrializados, además de hormonas, antibióticos y otras substancias tóxicas que ingerimos al comer. Un ejemplo ilustrativo es Brasil, donde representa sólo el 5% de la producción agrícola mundial, pero consume el 20% de todos los venenos del mundo (pesticidas y fertilizantes químicos). El Instituto Nacional del Cáncer (INCA) de ese país develó que cada año hay 400,000 nuevos casos de cáncer, la mayor parte provocados por la contaminación de los alimentos.

La cuarta razón está ligada con los cultivos transgénicos o genéticamente modificados, por sus potenciales riesgos de contaminación genética y los efectos sobre la salud de quienes los consumen, un hecho cada vez más documentado por patólogos y genetistas.

La quinta razón, delineada en los últimos años, es el efecto de la agricultura industrializada sobre el balance ecológico del planeta. Hoy se estima que entre el 25% y 30% de los gases que producen el efecto invernadero, es decir el calentamiento global, proceden del complejo agroindustrial: producción, transporte y transformación de alimentos. El último impacto es de carácter socio-cultural y adquiere la forma de etnocidio: el modelo agroindustrial requiere de grandes propiedades para ser rentable y ello supone la expulsión de miles de pequeños productores tradicionales o campesinos por la vía legal (contra-reformas agrarias) o ilegal (diferentes formas de violencia). En conjunto estos impactos dan lugar a lo que varios autores han llamado la “tragedia de la agricultura industrial” (Kimbrell, 2002).

Por su parte la agroecología, como investigación científica y tecnológica en íntima relación con los movimientos sociales de carácter rural, ha vivido una inusitada expansión y multiplicación en numerosos países, pero muy especialmente en la región Latinoamericana (Holt-Giménez, 2008; Altieri & Toledo, 2011), así como en España, Francia e India. En la América Latina, la agroecología se practica ya entre decenas de miles de familias rurales, como resultado de la acción de movimientos sociales y/o de políticas públicas, con avances extraordinarios en Brasil, Cuba, Nicaragua, El Salvador, Honduras, México y Bolivia, y logros moderados en Argentina, Venezuela, Colombia, Perú y Ecuador.

VI. La importancia alimentaria de la pequeña producción campesina

Entre el modelo agro-industrial y el modelo agroecológico, debe reconocerse uno tercero, que es además el más practicado en el mundo: el de los pequeños productores tradicionales, campesinos, cuyas prácticas proceden de un legado histórico de al menos 10,000 años de antigüedad (Netting, 1993; Toledo & Barrera-Bassols, 2008). En el cada vez más álgido debate sobre los modelos de producción de alimentos, han surgido nuevas evidencias que documentan el papel destacado que aún juega este tercer sector. Los estudios recientes realizados por la FAO han mostrado que son los pequeños productores de carácter familiar, ensamblados o no en comunidades tradicionales, los que generan la mayor parte de los alimentos para una población de 7 mil millones. Ello llevó a la FAO a declarar 2014 el Año de la Agricultura Familiar. La creencia dominante era que los alimentos, procedían mayoritariamente de la agricultura industrializada y basada en máquinas, agroquímicos, petróleo y un modelo de especialización productiva que reduce o elimina la diversidad biológica y genética. Los datos reportados contradicen esa creencia, confirmando la veracidad de estudios científicos que revelaban la mayor eficacia ecológica y económica de la pequeña producción familiar y/o campesina por sobre las grandes y gigantescas empresas agrícolas, tal y como lo mostraron los análisis de P. Rosset (1999a-b), F. Ellis (1988) y de quién esto escribe (Toledo 2002). Al descubrimiento de las investigaciones de la FAO, se viene a sumar un estudio realizado por la organización civil Grain que ajusta las cifras en función de la propiedad de la tierra. El estudio de Grain (2009) es contundente: los pequeños agricultores del mundo producen la mayor parte de los alimentos que se consumen con solamente 25% de la tierra agrícola y en parcelas de 2.2 hectáreas en promedio. Las otras tres terceras partes del recurso tierra están en manos de 8% de los productores: medianos, grandes y gigantescos propietarios como hacendados, latifundistas, empresas, corporaciones…, que por lo común son los que adoptan el modelo agroindustrial. Por todo lo anterior, el tema de la soberanía

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