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EL FUTURO DE LA FILOSOFIA.

Enviado por   •  25 de Febrero de 2018  •  4.851 Palabras (20 Páginas)  •  266 Visitas

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Ahora los límites son mal vistos. Pero va pasando poco a poco esa situación. Ya que los límites eran para transgredirse, para traspasarse, nos hemos quedado sin nada que falte por transgredir. Y es que, por rechazar, muy certeramente, los estrictos límites que había, se ha caído en derrumbarlos todos. Ya puede llegar el tiempo de mirar, de encontrarlos, de que no los pongan ni los rígidos ni los laxos, sino de que se estudien con sosiego y seriedad, y así tal vez será con más objetividad (o, por lo menos, intersubjetividad).

3. La filosofía como búsqueda de sentido.

Por eso ahora se plantea como necesitar una búsqueda (o construcción) del sentido. Es al mismo tiempo búsqueda y construcción. Tan malo es querer encontrarlo completamente dado como querer construirlo de la nada, sólo desde nosotros. Se necesitan las dos cosas No es o lo uno o lo otro, y nada más. Es la confluencia, la frontera, el mestizaje de ambos aspectos. Se parte de una búsqueda, como hicieron los románticos, al tratar de volver a la naturaleza; pero teniendo en cuenta lo que hicieron también ellos mismos, a saber, tratar de construir sentido a partir de lo natural, y conforme a él. El puro construir es lo que se quiere ahora (en la posmodernidad), pero es desconocer la raigambre natural del hombre que tanto marcaron románticos y simbolistas. Mas tampoco se puede querer encontrar el sentido como ya dado, lo cual es desconocer el carácter que tiene el hombre de animal racional, pues la razón es por naturaleza creadora de artificio. Y, como decía Baumgarten, el genial iniciador de la estética como ciencia, el arte, el artificio, es un analogon rationis, un análogo de la razón.[5]

El filósofo ha de tener algo para descubrir y construir significados, sentidos. Debe ser capaz de ver por dónde va el camino y también ser capaz de intuir por dónde debe ir. O, si se prefiere, ser capaz de ver que, si se sigue por el camino por el que se va, va a ocurrir esto o lo otro; y que tal vez convenga por eso ensayar otro. Para eso debe conocer bien la experiencia histórica del hombre. Y tener la virtud de barruntar ese núcleo de sentido que solía llamarse la naturaleza humana.

Es precisamente dentro de los límites donde se da el sentido, donde se lo encuentra. En ese lugar que crean los límites mismos. Sin límites sólo puede encontrarse el sinsentido, desbordado, omnipresente. Tal vez por eso Foucault llega a decir que nadie sabe si el Sentido con mayúsculas, Dios, puede ser el Sinsentido con mayúscula, esto es la locura.[6] Yo entiendo esto como una captar que el querer el hombre vivir sin límites, cosa que sólo se podría aplicar a Dios, es un sinsentido mayúsculo. El hombre no tiene el Sentido con mayúsculas; si quisiera tenerlo, caería en la ruptura de límites, es una transgresión ilusoria. Se caería en una locura muy grande, pero de poco provecho. Y es que el mayor límite es la muerte.

Los límites del hombre son el nacimiento y la muerte, límite a quo, y límite ad quem. Querer vivir sin ese límite final que es el morir, es la máxima locura. En cambio, la aceptación sensata de los límites da tranquilidad y apertura. Incluso estimula a llenar el lapso de esos límites, esto es, el tiempo de la vida, con cosas y acciones que le den sentido. Hasta se puede vivir al menos un poco una utopía, sin radicalizarla al punto de que lastime a los otros y sin desinflarla al punto de que los deje en el abandono. Da la impresión que en la actualidad se quiere vivir sin ver esos límites del morir; todo parece preparado para distraer de ese pensamiento, para borrar el recuerdo de la muerte, que es, sin embargo, el único que puede motivar a buscar el sentido, algún sentido. La misma idea de acción ética por los demás, el mismo postular una utopía, que dé sentido a la acción que desarrollemos depende en parte de la aceptación de esa muerte, del trazo de esos límites todavía no dados, pero seguros, que acaban con el lapso de la vida. Esto podría verse como una obsesión por los límites, por el enojo y el de rechazo de los mismos, o, al revés, como una posibilidad de llenar de efectos y compromiso el espacio dentro de esos límites, es decir, darles un sentido.

Y el filósofo lo hace. Parecer que no es escuchado, o leído; pero, sin que él se dé cuenta cabal, los demás están, al menos en una cierta medida, atentos a su voz. Como dice Ernst Jünger, encontramos a veces más motivos para actuar en ciertos (buenos) libros que en la realidad; de ella solemos salir bastante más decepcionados.[7] Por eso el filósofo ha de tener cuidado con lo que dice, pues incita a la acción, señala una dirección, un sentido.

- Tradición e innovación.

Estamos en la encrucijada de dos fuerzas contrarias, la tradición y la innovación. Es necesario asumir la tarea de ajustarlas, de darles su justa medida, su proporción (su analogía). Como dice Gadamer, pensamos dentro de una tradición; pero hay que reconocer también nuestra obligación de adaptarla a los nuevos acontecimientos e incluso de ir más allá de ella, renovarla, crear. Pero también tenemos que dar un sentido a nuestra libertad creativa. Buscar los demás, dentro de los límites de una vida; una vida que termina con la muerte, al topar con los límites de la existencia, pero que puede ser muy pleno si se procura el trabajo de dar vida, de promover la vitalidad, de encauzar a eso nuestra labor teórica y práctica.

IX. SOBRE EL FUTURO DE LA FILOSOFÍA.

En efecto, existe el peligro de enredarse en modas filosóficas, y no calar hondo en la reflexión y en el compromiso. A veces las modas reflejan la situación ambiental, el espíritu de la época. Rorty habla del cambio de filosofías como cambio de lenguajes, casi diríamos, de modas.[8] Pero a veces ya la moda parece ser construida, elaborada, promovida por los medios de comunicación. En cambio, tenemos que pensar incluso contra la corriente. Es el problema de la tradición y la innovación. Estamos inmersos en una tradición; pero, aun dentro de ella, estamos llamados a innovar, a trascenderla.

Algo que es urgente es la revisión de los valores, el filosofar sobre a ética. Profundizar en la modalidad y los valores, en el sentido del ethos del hombre. Es el hábitat, la morada, el espacio donde se da su acción, y hay que conocer y reconocer los límites que lo constituyen. Es justamente un espacio creado por los mismos límites que lo encierran, pero que pueden desplazarse y esclarecerse. Eso también nos recuerda nuestro compromiso con la ontología, que es la señaladora de los límites, y se muestra como una asignatura pendiente, caso en una especie de suspenso. Lo

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