Economía social: rompecabezas para armar
Enviado por Sara • 6 de Abril de 2018 • 25.039 Palabras (101 Páginas) • 362 Visitas
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Si la demanda es satisfecha, allí termina el problema; pero si no lo es, la gente puede comenzar a percibir que los vecinos tienen otras demandas igualmente insatisfechas –problemas de agua, salud, educación, etcétera–.Si la situación permanece igual por un determinado tiempo, habrá una acumulación de demandas insatisfechas y una creciente incapacidad del sistema institucional para absorberlas de un modo diferencial (cada una de manera separada de las otras) y esto establece entre ellas una relación equivalencial. El resultado fácilmente podría ser, si no es interrumpido por factores externos, el surgimiento de un abismo cada vez mayor que separe al sistema institucional de la población.
A las demandas y peticiones insatisfechas le sucede el reclamo. Cuando son muchas las demandas que no obtuvieron solución, estamos en presencia de demandas populares y comienza a constituirse el pueble en un actor histórico potencial.
Aquí tenemos, en estado embrionario, una configuración populista. Ya tenemos dos claras precondiciones del populismo: (1) la formación de una frontera interna antagónica separando el “pueblo” del poder; (2) una articulación equivalencial de demandas que hace posible el surgimiento del “pueblo”. Existe una tercera precondición que no surge realmente hasta que la movilización política ha alcanzado un nivel más alto: la unificación de estas diversas demandas –cuya equivalencia, hasta ese punto, no había ido más allá de un vago sentimiento de solidaridad– en un sistema estable de significación.[7]
Otra de las piezas del problema que representa la economía social es el de la igualdad de oportunidades que pueda existir en una sociedad determinada. Dubet[8] inicia su obra con un pensamiento rotundo:
Declarando que “todos los hombres nacen libres e iguales”, la Revolución Francesa ha abierto una contradicción decisiva entre la afirmación de la igualdad fundamental de todos y las inequidades sociales reales, las que dividen a los individuos según los ingresos, las condiciones de vida y la seguridad. El derrumbe de la sociedad del Antiguo Régimen incrementó las inequidades sociales ya que, bajo la invocación de la libertad, nada parecía oponerse a la acción de un capitalismo desenfrenado, como lo revelaría en el siglo XIX el desarrollo de la miseria obrera y urbana. Resultaba sin embargo claro para muchos que, sin intervención pública y sin un proyecto social capaz de atenuar esos mecanismos desiguales, las sociedades democráticas no sobrevivirían a la cuestión social y a las heridas inferidas por el funcionamiento de un capitalismo sin contenciones. Hacía falta entonces que a los derechos sociales se añadieran los derechos políticos para que las promesas de igualdad fueran cumplidas, antes de que una nueva revolución, mucho más radical, amenazara la libertad en nombre de una igualdad perfecta.
¿Se equivocaron los enciclopedistas y pensadores prerrevolucionarios cuando pensaban en el hombre libre, en la ruptura del sistema de vasallaje y del colonato agrario, en la libertad de pensamiento, en una propuesta de educación para todos, o en que todos los hombres somos iguales y, por lo tanto debemos ser fraternos? No creo que se hayan equivocado, tampoco, cuando proponían la democracia extendida como sistema de acceso al gobierno. Lo que ocurrió fue que no tuvieron en cuenta que el hombre tiene ambiciones y que algunos, por su riqueza, posición social o la intriga se apropiaron del poder político y económico con total libertad porque nadie se atrevía a poner límites a esas ambiciones. Y entonces los gobiernos fueron indiferentes al problema social y permitieron profundas injusticias en sus propios países como en el sostenimiento del colonialismo y la esclavitud.
Aparecieron, nuevamente, los problemas de lo ético y lo justo, que tienen una larga historia.
Problemas con historia
Siempre fueron pocos los que dirigían y muchos los que trabajaban. En toda su historia la humanidad se desarrolló estructurada en tres clases: los gobernantes (generalmente guerreros), los sacerdotes (instruidos) y el pueblo libre. Los esclavos comenzaron a aparecer con el tiempo. El proceso de asentamiento estable de las poblaciones en determinadas zonas dio origen al desarrollo de la civilización, la aparición de tecnologías para el cultivo, el apacentamiento y reproducción de los animales y la acumulación de bienes, principalmente de alimentos en los templos y depósitos pertenecientes al gobierno. Ello tuvo su precio para la población en general, ya que todos, para obtener seguridad, vivienda y alimentación permanente, tuvieron que pagar con cierta pérdida de libertad personal y social. “Por grados imperceptibles fué encontrándose el hombre con que el bancal que cultivaba ya no era suyo: pertenecía al dios: y tenía que dar al dios una parte de sus productos. Y el dios se los daba al rey, que exigía su renta y su impuesto. O el rey se los daba a un dignatario, que venía a ser señor del hombre común. Y a veces el dios, el rey o el noble tenían trabajo que hacer, y el hombre común se veía obligado a dejar el terruño y a trabajar para su amo.
“Hasta qué punto era de él la tierra cultivada, nunca lo vio muy claro. En la antigua Asiria, la tierra parece que estaba como en un feudo franco y el ocupante pagaba impuestos; en Babilonia, la tierra era del dios, que se la dejaba al cultivador para que la labrara. En Egipto, los templos del faraón-dios o los nobles sometidos al faraón eran los propietarios y percibían las rentas. Pero el cultivador no era esclavo sino campesino, y tan ligado a la tierra, que nada tenía que hacer sino cultivarla y no podía apartarse de ella. Vivía en aldea o ciudad, y salía sólo a su trabajo. La aldea, al principio, solía ser una sola casa de hombres unidos por el parentesco y sometidos a un patriarca. Y la ciudad una reunión de agrupaciones domésticas gobernadas por los ancianos. No hubo acrecentamiento de la esclavitud conforme crecía la civilización: pero los jefes y directores ganaron poder y autoridad y el hombre común no siguió al mismo paso, sino que fué cayendo en una tradición de subordinación y dependencia.”[9]
La organización social de las antiguas naciones se realizó para satisfacer los requerimientos específicos del rol desempeñado por sus habitantes y en todas ellas podemos encontrar estructuras parecidas de organización.
En China, por ejemplo, su sociedad estaba organizada para la paz y por esa razón los guerreros tenían poca significación, mientras que quienes dirigen la nación son los mandarines, intelectuales de carácter menos religioso que los brahamanes indios y
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