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El viaje de amor

Enviado por   •  1 de Agosto de 2018  •  3.000 Palabras (12 Páginas)  •  273 Visitas

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María José se culpaba por haberse ido, luego culpaba a Daniela por ser tan ‘ella’ y también a Sebastián por haberse juntado con Daniela, no sabía qué pensar, qué hacer, ni qué sentir. A veces miraba desde su décimo piso y quería tirarse, pero luego reflexionaba y pensaba que, quizás, por algo pasan las cosas, quizás cupido le tenía algo preparado, algo mejor, pero lo dudaba, quizás eso era algo que tenía que pasar para obtener cosas, como aprender que nada es para siempre, que hay errores que se cometen y no se puede volver al pasado para poder arreglarlo ni evitarlo. No podía creer cómo eso pudo haber pasado, en realidad, la distancia significaba mucho, que tenía poderes para destruirlo todo a su paso sin importarle a quién dañaba ni cuanto amor se tenían. Estaba todo tan confuso para ambos.

Pasó el tiempo, se sentían tan mal los dos, Sebastián dejó de llamarla y con eso, María José, supo que era momento de dar vuelta la página, que por muy lejano que se viera, llegaría un día en que dejaría de doler. Sebastián dejó de llamar porque se dio cuenta que no sacaba nada con llamarla tanto si no contestaría, la conocía demasiado para saber que ella no lo perdonaría, y que si lo llegara hacer algún día, no sería pronto.

Llegaron las vacaciones de verano y María José volvió a Puerto Montt, había olvidado cómo se sentía estar cerca de Sebastián, pero a medida que avanzaban los kilómetros para llegar, más volvía ese sentimiento de angustia, de temor, de incertidumbre y de no saber qué pasaría al verlo, no podía esconderse en su casa ni tratar de evitarlo por siempre ya que tenían muchos amigos en común. Afortunadamente no se vieron, por increíble que parezca, vivían lejos así es que cuando ella salía, por lo general, era cerca de su casa y a lugares donde Sebastián no frecuentaba.

A menudo sus amigos les preguntaban que qué había pasado, respondían > y fin de la historia, no dictaron detalles aunque algunos sabían por rumores que había echado a correr la misma Daniela de que ellos habían estado juntos, y con ‘estado’ no me refiero solo a besarse, lo cual era mentira, pero pronto llegó a los oídos de María José y peor se sentía, lo único que quería era que terminaran las vacaciones para volver a Santiago. Los únicos que sabían eran Gustavo y Javiera, los mejores amigos de cada uno.

Transcurrido el tiempo María José y Sebastián se acostumbraron a la ausencia del otro, a veces estaban muy tristes, pero era en la soledad de sus habitaciones.

María José conoció a alguien, un amigo que poco a poco empezó a tener más importancia en su vida, le contó cosas que solo Sebastián sabía, lo cual le pareció extraño. Su nombre era Fernando, era atractivo, fuerte, alto, castaño y de ojos color miel, era talentoso, lo conoció en el Conservatorio, tocaba guitarra y violoncelo. Sebastián ya era un recuerdo, prefería recordar su tiempo de fidelidad que el engaño.

Sebastián, si bien no había conocido a nadie, se la pasaba de fiesta en fiesta, ‘pasando las penas’ y bebiendo mucho, algo que antes no hacía porque la misma María José le aconsejaba que no lo hiciera, cuando bebía demasiado se volvía loco y se besaba casi con cualquier niña con la que bailaba.

Fernando le daba la seguridad que necesitaba, María José se dio cuenta de que le gustaba, aunque no estaba segura porque hace tiempo que no sentía esa intensidad con alguien por lo que se demoró en averiguarlo. Llegaron las vacaciones de invierno y cuando fue a su casa en Puerto Montt lo extrañó tanto que se dio cuenta como por magia que a él lo quería, no quería sufrir, pero Fernando era increíble. Después de eso no dudó ni un segundo en que estaba enamorada de él.

Cuando regresó a Santiago lo primero que hizo – después de desempacar y comer – fue llamar a Fernando y pedirle que se juntaran urgentemente porque necesitaba decirle algo. Se juntaron en la plaza y le dijo >, y antes de terminar su frase Fernando la toma y la besa con un fuego tan intenso que podían sentir el ardor en sus labios. Durante semanas fueron inseparables, María José se sentía como nunca, o al menos como hace tiempo no se sentía, salían cada vez que tenían tiempo y como tenían clases parecidas y en el mismo lugar se veían más seguido, hasta almorzaban juntos. Empezaron a pololear y sentían una pasión que los llevaba al límite, se extrañaban demasiado en sus momentos lejanos. Así fue su vida durante un tiempo, hasta que nuevamente se fue al sur para Navidad y vacaciones de verano.

Sebastián sabía que María José iría, así que se dispuso a hablar sí o sí, le gustara o no, se dio cuenta durante todo ese tiempo que ella estaba con otra persona, no lo podía creer, no podía creer que ya lo había ‘cambiado’ siendo que él aun no la podía olvidar, no podía creer en cómo había echado a la basura más de dos años de relación donde pasaron muchos obstáculos, donde fueron tan felices y se amaban tanto, quería oírlo de su propia boca.

Así pues, estuvo esperándola en la esquina de su casa para, prácticamente, obligarla a que lo escuchara y a hacerla hablar. La vio llegar a su casa un día de diciembre y a los dos días la fue a buscar. María José iba a juntarse con unas amigas, > se decía entre lágrimas al verla. Él fue, la llamó y María José escuchó su voz, la conocía y no la olvidaría después de tantas pláticas, no quiso voltear, pero Sebastián gritó más fuerte su nombre, y como ella no volteaba le dijo >. A María José se le llenaron los ojos de lágrimas, se detuvo, sacó un pañuelo, se secó y se dio vuelta. Sebastián corrió hacia ella y le preguntó si podían hablar, a lo que ella le dijo >, él le dijo que no tuvo una oportunidad en que ella estuviera sola y casi nunca iba a Puerto Montt. María José no quería, pero accedió porque quizás podía ser algo importante, pensó que tal vez era mejor quedar como amigos que guardar ese rencor que tenía contra él y Daniela desde hacía más de un año, ese sentimiento que tuvo al llegar a Puerto Montt.

Sebastián le explicó lo que sucedió.

- Yo no la quise besar, fue ella, yo no te haría eso y tú lo sabes…

- No, ya no sé – le dijo María José.

- Estuvimos juntos tanto tiempo y parece que no me conocieras.

- ¿Cómo se yo que no esperaste todo ese tiempo para engañarme? – replicó María José.

- ¿Por qué lo haría? ¿Por qué esperaría si pude haberlo hecho antes? pero no quise, no quise, entiende por

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