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Experiencias en la inclusion en la educacion superior para personas sordas.

Enviado por   •  9 de Marzo de 2018  •  2.476 Palabras (10 Páginas)  •  402 Visitas

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continuamente ¿qué ejemplo le está dando a mis compañeras? ¿Realmente la universidad forma los profesores del futuro? Nuestros profesores defienden y recuerdan el compromiso con la integración, que debemos valorar la diversidad, nos lo recuerdan permanentemente, pero a veces me quedó la impresión que pocos lo viven y que es más bien una intención que queda rondando en la mente pero que para algunas les es difícil de llevar a la práctica. Todo esto me ayudó a darme cuenta de lo difícil que es practicar el sentido profundo de la igualdad y luchar por lo que fue caracterizando mi crecimiento, capacidad de adaptación y me ayudó a tener la clara conciencia de dónde están los límites, cómo romperlos, protegerme de ella porque me quedó claro que la vida y la sociedad nunca serán iguales a las de la gente con discapacidad.

Desconcertada fui a la oficina de la profesora para saber qué era lo que ella quería. Discutimos porque ella estaba convencida que hacía bien con el hecho de excluirme sin preguntármelo ya que como profesora, pensaba que lo mejor para mí era trabajar sola… aunque yo no veía ninguna ventaja en responder la prueba de manera diferente estando sola con la ayuda de ella, eso me hacía sentir dependiente. La situación en mi interior me aproblemaba ya que yo me adapto e integro fácilmente a mi mundo, a mi ambiente, por lo tanto valoro mucho detalles como la independencia y si alguien me convierte en dependiente, está lejos de ser una ventaja para mí y más bien se transforma en un motivo de desigualdad, cuestión que me afecta en mi identidad. Así que al final coloqué en mi boca una fuerte frase hacia mi maestra: “usted me está discriminando y es mi profesora” le dije. Me salió de lo más profundo pero era necesario para lograr que me entendiera como persona. Al final hice la prueba con mis compañeros porque no estaba convencida con su idea, sentía que como profesora ella debía confiar en mi capacidad intelectual y darme las mismas

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condiciones que a los demás. Quizás esto a alguien le suene incongruente, yo estoy expresando mi percepción de la situación, es decir, como viví la situación como alumna frente al saber de mi profesora y a lo que no lograba entender en su actitud, lo sentía un poco amenazante hacia mí al sentirme separada del resto de mis compañeros. Pienso que con un cambio de paradigma se lograría modificar la mentalidad de los profesores, porque yo tengo derecho a vivir en contextos amigables y me fue difícil ya que se ha vuelto invisible el hecho de desconfiar en las capacidades intelectuales de los estudiantes sordos y sus expectativas. A propósito de esto recuerdo una conversación que tuve como estudiante con una profesora, ella me dijo: “las personas sordas sobreviven”, con su opinión me sentí fuertemente descalificada ya que si vine a vivir a este mundo creo que es con un propósito, me la he jugado, he sido muy tolerante en todo el proceso que me ha tocado vivir y me enseñó a descubrir que lo esencial está en mi espíritu y el espíritu no tiene discapacidad.

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Del Aprobar versus Reprobar… Una etapa sumamente difícil fue mi última práctica y el estudio de caso, en este período me tuve que esforzar para responder a muchas cosas y también valorar la importancia de utilizar al máximo mi escaso tiempo. Con mi compañera hubo momentos en que no podíamos frenar porque eran tantas las preocupaciones que nos sentíamos ahogadas, fue una etapa que nos tuvo al borde del colapso por las altas exigencias y poca experiencia que teníamos. Recuerdo que teníamos que estudiar Química, Física, Historia, Matemáticas y Lenguaje todos sectores de aprendizaje de enseñanza media. Para mí fue como volver a la escuela y no entendía qué estaba pasando porque mi compañera quien era mi pareja de práctica, tenía que interpretar durante la clase a los estudiantes sordos integrados. A través de ella me informaba pero se me hacía difícil comprender todos los contenidos; tenía muchas dudas, ya que había estudiantes sordos que no sabían leer, y no entendían, no sabía qué clase de metodología entregarles que fuese lo mejor para ellos, para que su aprendizaje fuese flexible y fluido. El problema se generaba principalmente por el hecho de estudiar durante la semana todos los ramos a la vez, además de tener que hacer simultáneamente el estudio de caso, defender el examen y asistir a clases en las mañanas. No había tiempo para nosotras, y la profesora nos exigía aún más todavía a pesar de que nunca nos formaron para enseñar aquellos contenidos. Hubo que aprenderlo ahí mismo. Con mi pareja, estudiamos juntas para explicar a los estudiantes sordos lo que dictaban sus profesores durante las clases. Sentía que para mí se hacía más difícil porque necesitaba tiempo adicional para aprender los contenidos muchas veces no asimilados durante mi enseñanza media, y no había más tiempo, teníamos que estirar el tiempo como fuese posible. En esos instantes sentí dudas de mi vocación, porque había muchos obstáculos, no solo el ritmo del estudio sino las actitudes de las profesoras que por momentos y dado la presión, no las sentimos amigables y comprensivas. Recuerdo que una vez llevé una pizarra blanca grande para facilitarme mi trabajo con el estudiante sordo integrado, porque no había espacio para explicarle,

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estaban las profesoras evaluando, y me iba a evaluar a mí. La pizarra estaba apoyada en la muralla y se caía ante cada movimiento que hacíamos. Cuando la pizarra se cayó me bajó la nota. Sentí incomprensión dado que no apreció en ningún momento el esfuerzo que había hecho para llevar la pizarra más grande que pude conseguir. También sentí un gran pesar durante el examen final y el estudio de caso dado que mis calificaciones no fueron buenas a pesar de toda la dedicación y empeño que pusimos. En la reunión nos llamó con mi compañera para darnos la nota final, y el resultado fue reprobado. La profesora nos señaló que si queríamos una segunda oportunidad, ella nos esperaría en marzo, nosotras nos sentimos completamente desconcertadas sin que se nos explicase cuáles habían sido nuestros errores. En ese instante me dolió hasta el alma porque sentía una gran injusticia y consideramos que eran muy duras con nosotras. Todo esto me desilusionó, me hizo dudar mucho de mí misma y de la voluntariedad de las profesoras, ya que considerábamos de gran importancia su apoyo formativo y colaborativo. Días después una compañera nos dijo que la profesora le había señalado que habíamos pasado el ramo. Con mi compañera quedamos impactadas ya que estábamos convencidas de reprobar, los sentimientos de rabia e impotencia de nuevo se hicieron

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