Geografía en el contexto humano
Enviado por Ledesma • 13 de Septiembre de 2018 • 6.206 Palabras (25 Páginas) • 370 Visitas
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El tamaño de la huella ecológica
Se considera que alrededor de una cuarta parte de la superficie del planeta es biológicamente productiva, lo que equivale aproximadamente a 13 mil 400 millones de hectáreas terrestres y marinas4 (Amen, et. al. 2011). De éstas, 90 por ciento estarían destinadas a las personas y 10 por ciento a preservar los otros seres vivos (Bueno).
A cada uno de los habitantes del planeta nos tocaría 1.8 hectáreas para satisfacer nuestros consumos y absorber todos nuestros desechos (WWF, 2012), el equivalente a dos canchas y media como las del Azteca. Sin embargo, nuestra huella ecológica es de 2.7 hectáreas (WWF, 2012), esto es, 3.6 canchas. Cuando utilizamos más de 1.8 hectáreas se rebasa la capacidad del planeta para reemplazar lo que consumimos y desechamos. A esto se le conoce como déficit ecológico, que es la diferencia entre el área disponible (capacidad de carga o biocapacidad) y el área consumida (huella ecológica) en un lugar determinado. Eso se debe inicialmente a la sobreexplotación del capital natural y/o a la incapacidad de regeneración global y/o local (Moreno, 2005).
Para el año 1961 se estimaba que la huella ecológica mundial equivalía al 70 por ciento de la capacidad de regeneración de la Tierra. En la década de los ochentas llegó al 100 por ciento y en la década siguiente excedió la disponibilidad planetaria (Bueno). En efecto, y, de entrada, el problema consiste en que usamos recursos más rápido de lo que pueden regenerarse y producimos desechos más rápido de lo que pueden ser absorbidos. A mediados de la década pasada se estimaba que en los primeros nueve meses de un año consumíamos y desechábamos lo que la Tierra podía regenerar en 12 meses (Global Footprint Network)5. Ahora, y de acuerdo con Wackernagel, “la humanidad utiliza el equivalente a 1.5 planetas para proporcionar los recursos que utilizamos y absorber nuestros desechos. Esto significa que la Tierra tarda un año y medio para regenerar lo que utilizamos en un año. Este dato oculta el hecho de que algunos países ya rebasaron su biocapacidad, mientras que otros todavía tienen un superávit” (PNUD y GEAS, 2012).
A esto hay que añadir el incremento exponencial de la población mundial y de la esperanza de vida (promedio de años de vida). Entre 1968 y 2011 la población se duplicó, llegando a los 7 mil millones de habitantes en el planeta, y en tan sólo nueve años, de 1999 a 2008, creció en casi mil millones. También la esperanza de vida ha aumentado en todo el mundo en aproximadamente 20 años.6 Lo anterior se ha traducido en una mayor demanda y consumo de recursos naturales. Por ello resultan justificadas las preocupaciones acerca del número de personas que puede sostener la Tierra7 (PNUD y GEAS, 2012).
Las actividades que más han repercutido en el crecimiento de la huella ecológica mundial son la quema de combustibles fósiles, la agricultura y la ganadería. Por lo que respecta a la huella ecológica de los países, destaca que históricamente los desarrollados tienen los registros más altos en comparación con el resto de las naciones. Para muestra un botón: entre 1961 y 2008 América del Norte (Estados Unidos y Canadá) tuvo la huella ecológica regional más grande del mundo con 7.1 hectáreas por persona (WWF, 2012).
En 2008 los tres países que tuvieron las mayores huellas ecológicas del orbe fueron Qatar (11.7 hectáreas), Kuwait (9.7 hectáreas) y Emiratos Árabes Unidos (8.4 hectáreas) (WWF, 2012), todos ellos entre los principales productores de petróleo en el mundo y que cuentan con una superficie productiva relativamente pequeña para absorber sus desechos, en particular el bióxido de carbono. Les siguen los países desarrollados: Dinamarca, Estados Unidos, Bélgica, Australia, Canadá, Holanda e Irlanda. Del otro lado están los países más pobres, que registraron las huellas ecológicas más pequeñas: Afganistán, Haití y Bangladesh, entre otros (WWF, 2012).
Estas diferencias entre países se reflejan también en las disparidades entre personas. Así, la huella ecológica muestra datos interesantes sobre las grandes desigualdades entre los países del mundo (ver mapa pág. 10). Sirva de ejemplo el señalar que en 2008 la huella ecológica de un estadounidense fue de 7.2 hectáreas, de un mexicano 3.3 y de un haitiano 0.6. Si bien la dinámica poblacional es una de las principales causas de la presión ambiental, no necesariamente los países más poblados del planeta tienen una huella ecológica per cápita alta. Citemos un caso: en 2008 China tenía mil 358 millones de habitantes y una huella ecológica de 2.1, mientras que Emiratos Árabes Unidos apenas rebasaba los ocho millones de habitantes con una huella de 8.4 (WWF, 2012).
En ese sentido, la variación en el tamaño de la huella ecológica depende no sólo de la cantidad de personas que habitan un país, sino de la superficie disponible para absorber sus desechos y de sus niveles de consumo, que son mayores en los países ricos, en las clases sociales con más ingresos económicos y en quienes viven en las ciudades. Sin embargo, las personas no tienen control directo sobre otros factores que intervienen en la determinación de la huella ecológica per cápita, como la superficie construida, la producción de energía en sus países o la intensidad de la producción agrícola.
Asimismo, cabe destacar que los países desarrollados tienen también los más altos índices de desarrollo humano, 9 expresados en educación, salud, ingreso y estándares de vida.
Este índice considera valores entre el 0 y el 1; se estima que un valor igual o superior a 0.8 representa un “desarrollo humano alto”.
En 2011 los primeros sitios los registraron Noruega, Australia y Países Bajos y Estados Unidos (PNUD, 2011). Una de las lecturas de esto es que esos países han mejorado el bienestar de sus habitantes a costa de huellas ecológicas muy grandes.
En el caso de México, entre 1961 y 2006 su huella ecológica aumentó cinco veces, pasando de 1.9 a 3.4 hectáreas (Amen, et. al., 2011). En años recientes también se aprecia un crecimiento importante de su huella ecológica: en tan sólo siete años pasó de 2.5 a 3.3 hectáreas, con lo que ocupa el lugar 49 en el listado de países con mayor déficit. Las actividades que más han incidido en ello son la quema de combustibles fósiles, la agricultura y la ganadería.
El panorama no es halagador si se considera que México es el país de América Latina con mayor déficit de biocapacidad, el cual puede aumentar significativamente en el corto plazo si se mantiene tanto el ritmo de crecimiento de la población como los patrones
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