HOMBRE Y NATURALEZA.
Enviado por poland6525 • 21 de Enero de 2018 • 8.332 Palabras (34 Páginas) • 492 Visitas
...
HOMBRE Y NATURALEZA*
I. Las Bases del Problema
Uno de los más graves, urgentes y dramáticos problemas que constelan nuestro
tiempo es, sin duda alguna, el de la relación del hombre y la naturaleza. De semejante
relación no sólo depende la suerte de uno de los términos –la naturaleza o el hombre–, sino
el común destino de ambos y, quizás, el de la vida misma, como fenómeno único e
irrepetible en la faz del universo conocido.
Mucho se habla y se discute –en conferencias, foros, congresos y eventos
semejantes– sobre aquella relación, pero la superficialidad y burocratismo de tales reuniones
parecería impedir que los verdaderos fundamentos de ella se analicen, aclaren y precisen
con la debida seriedad. Esclarecer y analizar esa relación quiere decir, ni más ni menos, que
plantearse como cuestión de fondo, primera y decisiva, la siguiente: si el hombre es un fin
último en relación a la naturaleza, o si, por el contrario, la naturaleza es un fin último en
relación al hombre. Mas surge una pregunta previa: ¿qué significado tiene ese fin último?
En toda relación teleológica existe, formalmente hablando, una cadena de medios y
de fines. En tal sentido, un término funciona como medio con respecto a otro cuando éste
constituye, por así decirlo, aquello para lo cual él sirve o se comporta como instrumento en
la realización de una expresa o tácita finalidad. Un fin último, de tal modo, es aquel término
que, en relación a los demás, asume la función de meta, no siendo, él mismo, medio o
instrumento con respecto a ningún otro.
Considerada así la situación, cabe entonces formularse la anterior pregunta bajo la
siguiente perspectiva: ¿está la naturaleza dirigida a servir al hombre? ¿o es el hombre un
simple medio o instrumento que debe servir a la naturaleza? Una y otra interrogante
suponen, como tesis previa, que ya sea el hombre, o la naturaleza, se consideren dotados
de una finalidad intrínseca y autónoma, de acuerdo con la cual se comportan y desarrollan
por sí mismos.
Pero si, conforme a esta disyuntiva, se considera que el hombre es el fin último, ello
significa que –tal como lo expresa Kant– “su existencia tiene en sí el más alto fin y a este fin
* Nota del Archivo E.M.V.: La presente versión corresponde a la última edición, publicada el año 1993 en el
libro El sueño del futuro, que fue corregida por el propio autor y difiere en algunos aspectos, estilísticos o de
contenido, en relación con las precedentes.
El lector interesado puede advertir los cambios introducidos comparando con las ediciones de El sueño del
futuro de los años 1984 y 1989. Asimismo puede revisar la edición original publicada en 1975.
puede el hombre, hasta donde alcancen sus fuerzas, someter la naturaleza entera”1
. Por el
contrario, si es a la naturaleza a quien le asignamos aquel carácter, entonces el hombre
estaría obligado a someterse a ella, conformando su existencia a los dictados de la intrínseca
finalidad de aquélla. La relación entre el hombre y la naturaleza debería obedecer, en un
caso, a los ideales de una progresiva humanización de la naturaleza y, en el otro, a un
creciente vivir conforme a las necesidades de ésta.
¿Pero es justa y correcta la base que nos lleva a plantearnos semejante alternativa?
Si la revisamos críticamente, nos convenceremos de que ella parte del supuesto de
considerar al hombre y a la naturaleza como seres separados, distintos y diversos entre sí...
¿Qué sucedería, en cambio, si partimos de otra base y de un supuesto diferente? ¿Mas qué
significaría esto?
Partir del supuesto de que el hombre y la naturaleza no son seres distintos, implica
objetivarlos previamente como integrantes de una misma y única totalidad, dentro de la cual
ellos funcionan y se comportan como ingredientes indiscernibles de ese todo. En efecto, esa
indisoluble unidad se encuentra atestiguada no sólo por el hecho de que la naturaleza –tal
como lo expresa Marx– es el “cuerpo inorgánico del hombre”2
, con el cual “debe permanecer
en constante intercambio para no morir”3
, sino también por la manera en que la propia
naturaleza se hace patente y queda incorporada a la función somático-existenciaria (que no
simplemente inorgánica y física) de aquel cuerpo. En tal sentido, el cuerpo humano no es un
elemento aislable y separable de la total estructura existenciaria del hombre, sino que, como
inserto en ésta, también
...