Relación hombre-naturaleza en la novela La vorágine, de José Eustaquio Rivera
Enviado por Christopher • 24 de Mayo de 2018 • 1.501 Palabras (7 Páginas) • 1.327 Visitas
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Un aspecto que señala Oviedo, es el proyecto novelístico del autor: “la naturaleza salvaje triunfa sobre los hombres que abusan de ella (…)En el escenario amazónico se produce una mutua destrucción que niega los ciclos naturales (…) La ley de la selva es implacable y convierte el paraíso en infierno” [8]. Este semblante crítico del autor, lo hace desarrollar esa relación humana con lo natural, por lo que, en algunos ejemplos de la obra, esta correspondencia se hace presente:
“Por primera vez mi desvío mental se hizo patente en el hosco Inírida, cuando oí a las arenas suplicarme: No pises tan recio, que nos lastimas. Apiádate de nosotras y lánzanos a los vientos, que estamos cansadas de ser inmóviles (…) Entonces la caoba meció sus ramas y escuché en sus rumores estos anatemas: ¡Picadlo, picadlo con vuestro hierro, para que experimente lo que es el hacha en la carne viva! ¡Picadlo, aunque esté indefenso, pues él también destruyó los árboles y es justo que conozca nuestro martirio! Por si el bosque entendía mis pensamientos, le dirigí esta meditación: ¡Mátame, si quieres, que estoy vivo aún!”.[9]
En la segunda parte del texto, la selva también se convierte en una divinidad para Arturo, personaje central de la obra y el autor emplea una prosa más cercana a lo poético, un tanto criticada por algunos investigadores literarios, pero que enriquece su prosa modernista: “¡Oh, selva, esposa del silencio, madre de la soledad y de la neblina! (…) ¡Déjame huir, oh selva, de tus enfermizas penumbras, formadas con el hálito de los seres que agonizaron en el abandono de tu majestad! (…)¡Déjame tornar a la tierra de donde vine, para desandar esa ruta de lágrimas y sangre que recorrí en nefando día!”.[10]
Una visión del personaje El Pipa también explica el sentido de superioridad de la selva sobre el hombre representado en la obra: “El Pipa les entendió sus airadas voces, según las cuales debían ocupar barbechos, llanuras y ciudades, hasta borrar de la tierra el rastro del hombre y mecer un solo ramaje en urdimbre cerrada, cual, en los milenios del Génesis, cuando Dios flotaba todavía sobre el espacio como una nebulosa de lágrimas”.[11]
Ya en el final de la novela se cumple un presagio que ha conducido la obra entera y, por tanto, la selva se convierte en el peor enemigo del hombre y por ello lo devora: “Hace cinco meses búscalos en vano Clemente Silva. Ni rastros de ellos. ¡Los devoró la selva!”[12]
Esta frase “es una afirmación desgarradora pero que expresa es concepto determinista con el cual los narradores de la etapa han dotado a la naturaleza conceptuándola como avasalladora, bárbara, vencedora en la lucha contra el hombre que la desafía. Debe reconocerse el impresionante realismo con que el autor describe la fuerza enrome de la selva, que termina devorando a sus protagonistas”.[13]
El realismo social, unido a las descripciones minuciosas de paisajes peculiares de la selva colombiana, así como la crítica implícita en la obra a un sistema social de un país en pleno proceso de formación, conllevan a que la relación hombre-naturaleza predomine por toda esta narración modernista creada por Rivera.
A través de ello, el autor logró la elaboración de un texto de gran riqueza narrativa para la cultura hispanoamericana, no solo por reflejar a la naturaleza encarnada como un personaje más sino por abrir un camino para la gran novela americana en un escenario en constante movimiento, donde los espacios naturales, resulta el espacio esencial donde se desarrolla la vida misma del continente.
Gracias a este último grupo de narradores como Rivera, “la novela hispanoamericana del siglo XX en su acercamiento a lo regional se enriqueció con los relatos del campo, la selva, la montaña, las costas, la pampa, el llano, con las pinturas de hombres en las minas, las cacherías los cañaverales, etc. Por las condiciones sociales en que surge, la novela de la tierra constituye también un amplio testimonio literario del proceso socioeconómico que engendra. En este proceso la tierra y sus productos son elementos principales de un mundo eminentemente agrícola, destinado al saqueo, el posicionamiento de grandes potencias y , por tanto, al problema agrario esta expresado en nuestra novelística”.[14]
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