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INSTITUCIONES DE LA ESPAÑA PRERROMANA.

Enviado por   •  25 de Enero de 2018  •  1.966 Palabras (8 Páginas)  •  367 Visitas

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ESTRABÓN, Geografía, 3, 4, 18.

3. Disposición para la guera de iberos. La covada. Ginecocracia. Se han visto y se han dicho muchas cosas acerca de todos los pueblos ibéricos en general, y en particular de los septentrionales, y no sólo sobre su bravura, sino también sobre su dureza y su rabia bestial. Se cuenta, por ejemplo, que en las guerras de los cántabros [con los romanos], las madres mataron a sus hijos antes de permitir cayesen en manos de sus enemigos. Un muchacho cuyos padres y hermanos habían sido hechos prisioneros y estaban atados, mató a todos por orden de su padre con un hierro del que se había apoderado. Una mujer mató a sus compañeras de prisión. Un prisionero que estaba entre guardias embriagados, precipito se en la hoguera...

Las mujeres cultivan la tierra; apenas han dado a luz, ceden el lecho a sus maridos y los cuidan; con frecuencia paren en plena labor y lavan al recién nacido inclinándose sobre la corriente de un arroyo, envolviéndole luego...

Se cuenta también de los cántabros este rasgo de loco heroísmo: que habiendo sido crucificados ciertos prisioneros, murieron entonando himnos de victoria. Tales rasgos denotan cierto salvajismo en sus costumbres; mas otros, sin ser propiamente civilizados, no son, sin embargo, salvajes. Así, entre los cántabros es el hombre quien dota a la mujer, y son las mujeres las que heredan y las que se preocupan de casar a sus hermanos; esto constituye una especie de ginecocracia, régimen que no es ciertamente civilizado. Costumbre ibérica es también la de llevar un veneno obtenido de cierta planta parecida al apio y que mata sin dolor, con lo que tienen un remedio siempre pronto contra los acontecimientos imprevistos. Igualmente es costumbre suya la de consagrarse a quienes se unen, hasta sufrir la muerte por ellos.

ESTRABÓN, Geografía, 2, 4, 16-19.

4. Pactos de hospitalidad y clientela:

- El 4 de las calendas de mayo del año en que fueron cónsules Marco Licinio Craso y Lucio Calpurnio Pisón (año 27 a. C.), la gentilitas de los Desoncos, de la gens de los Zoelas, y la gentilitas de los Tridiavos, de la misma gens de los Zoelas, renovaron su antiguo y vetusto pacto de hospitalidad (hospitium), y todos ellos, unos a otros, se recibieron bajo su respectiva fidelidad y clientela (fidem clientelamque) y la de sus hijos y descendientes. Lo efectuaron Arausa, hijo de Bleceno; y Turayo, hijo de Cloucio; Docio, hijo de Elesio; Magilo, hijo de Cloucio; Bodeno, hijo de Burrales; Elesio, hijo de Clutamo. Por mediación de Abieno, hijo de Pentilo, magistrado de los Zoelas. Hecho en Curunda.

- Siendo cónsul Glabrión y Homulo [año 152], el 5 de los idus de julio, la misma gentilidad de los Desoncos y la gentilidad de los Tridiavos recibieron en la misma clientela y la misma alianza a Sempronio Perpetuo Orniaco, de la gens de los Avolgigoros; a Antonio Arquio, de la gens de los Visáligos; y a Flavio Frontón Zoelas, de la gens de los Cabruagénigos. Actuaron Lucio Domicio Silo y Lucio Flavio Severo, en Astúrica.

- El 4 de las nonas de marzo, siendo cónsul por XIII vez el emperador César (año 2 a.C.). Acces, hijo de Licirno, intercatiense, hizo contraseña de hospitalidad (tesseram hospitalitatem) con la ciudad Palantina para sí y sus hijos y sucesores.

ALVARO D'ORS, Epigrafía jurídica de la España romana.

6. Caudillaje y devotio ibérica. De otra parte de la ciudad sale Adiatunno, que tenía el mando supremo, con seiscientos consagrados (devotos), a los que llaman soldurios, cuya condición es esta: que en vida disfrutan en común de todos los provechos con aquellos (caudillos) a cuya amistad se dan; pero si a alguno de estos le ocurre una desgracia, o la sufren con ellos o han de darse muerte; y no se guarda memoria de nadie que, muerto aquel a cuya memoria se consagró, se niegue a morir.

JULIO CÉSAR, Guerras de las Galias, 3, 22.

7. Régulos y príncipes. Duelos judicial (ordalía). Escipión volvió a Cartagena (año 206 a. C.) para cumplir los votos a los dioses y dar el espectáculo de un combate de gladiadores que había preparado por la muerte de su padre y de su tío. El espectáculo de gladiadores no fue de ese género de hombres que suelen enfrentar los lanistas: siervos, esclavos o libres que venden su sangre. La lucha de todos fue voluntaria y gratuita, pues unos fueron enviados por los reyezuelos para demostrar el valor natural de su pueblo; otros se declararon combatientes por amor a su jefe; a otros, la emulación y la rivalidad les impulsó a desafiar o a no rechazar el desafío; algunos, que no podían o no querían resolver sus diferencias mediante la discusión, determinaron por un pacto entre ellos resolverlas por las armas, y que la razón siguiera al vencedor. Y no eran hombres de oscuro linaje, sino claro e ilustre, los primos hermanos Corbis y Orsúa, quienes ambicionaban el principado de una ciudad llamada Ibis, y se concertaron para decidirlo por las armas. Corbis era de más edad y el padre de Orsúa había sido el último príncipe, que recibió el principado después de la muerte del hermano mayor. Como Escipión quisiera terciar y calmar las iras con palabras, ambos dijeron que habían rechazado la mediación de sus parientes comunes, y que de los dioses o de los hombres no querían otro juez que Marte. Arrogante el mayor con la fuerza y el menor con la juventud, prefiriendo morir en combate antes que someterse al poder del otro, como no quisieran calmar tan gran furor, ofrecieron al ejército un espetáculo extraordinario y un testimonio ejmplar de cuán perjudicial es entre los mortales el ansia de poder. El mayor, por su astucia y destreza en las armas, venció fácilmente sobre la inexperiencia del menor.

TITO LIVIO, Ad Urbe condita, 28, 21.

8. El más culto de los pueblos vecinos (de los celtíberos) es el de los vacceos. Cada año se reparten los campos para cultivarlos, y dan a cada uno una parte de los frutos obtenidos en común. A los labradores que contravienen la regla, se les aplica la pena de muerte.

DIODORO DE SICILIA, Biblioteca histórica, 5, 35

9. En los bosques de los Tartesios... habitaban los Curetes, cuyo antíquisimo rey Gárgoris fue el primero que imaginó el uso de recoger la miel. Habiéndole nacido un hijo por el estupro de la hija, avergonzado por la infamia, quiso matar al pequeño de varias formas; pero preservado siempre por cierta fortuna, al final... éste llegó a reinar. En primer lugar, ordenó exponerle, y cuando envió a recuperar el cuerpo del expósito,

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