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La asistente inconforme

Enviado por   •  31 de Octubre de 2017  •  2.178 Palabras (9 Páginas)  •  394 Visitas

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La carga de trabajo de Sofía fluctuaba entre las 100 y 140 cartas por semana. Los agentes estaban convencidos de que, cuanto más trabajo pudieran obtener de Sofía, mayor volumen de ventas alcanzarían. En consecuencia, competían por el tiempo que les dedicaba, y como no había reglas que fijaran la cantidad de trabajo que podían pedirle, le daban más trabajo del que podía realizar, con la esperanza que terminara más trabajo del que había esperado. No pocas veces se sorprendía cuando todo su trabajo se terminaba. Pero cuando ocurría eso, algunas veces no le daban el seguimiento necesario y todo el esfuerzo de Sofía se desperdiciaba. Y era natural que ella se enfadara.

Los agentes no solo competían por el tiempo de Sofía, sino que además competían entre sí y muchas veces Sofía se encontraba sin quererlo en medio de sus riñas. Había ciertos meses en el año en que aumentaban considerablemente el ritmo de los negocios. Casi siempre eso sucedía al inicio del año, durante las campañas de julio y noviembre, poco antes de las vacaciones de los agentes y de los días festivos. En esos períodos, los agentes presionaban aún más a Sofía Para que terminara el trabajo. Además había ocasiones en que perdían negocios importantes o se sentían deprimidos ante los largos períodos de poco movimiento; entonces les exigían demasiado a las asistentes. Muchas veces ese trabajo tan urgente se terminaba y luego permanecía relegado en el escritorio de los agentes durante horas y a veces durante días. Ello molestaba aún más a Sofía quien, por su gran habilidad, realizaba esas tareas de urgencia.

Cierto día, a Sofía la interrumpieron mientras escribía una carta y le pidieron una póliza para uno de los agentes que siempre “tenía prisa”. Al cabo de diez minutos, la terminó y la puso en el escritorio del agente. En este mes en particular, el trabajo solía disminuir mucho pues era la época de la declaración de impuestos sobre la renta. Además, las asistentes advertían un aumento en las peticiones de favores, consistentes en normalmente un trabajo “especial” o una entrega “rápida”, trabajos que en realidad ni eran tan especiales ni los necesitaban con tanta urgencia los agentes. Cuando vio a la siguiente mañana la póliza realizada con “urgencia” todavía con las copias adjuntas sobre el escritorio del agente, comprendió que este era uno de esos “favores”.

Por esa época estaba trabajando en un número mayor de cartas estándar de preparación a la visita de ventas; pero varias veces se había visto obligada a posponerlas por las interrupciones de quienes le pedía favores. Los nombres de los clientes potenciales se la daban el lunes y debería capturarlas las cartas el jueves por la tarde. Normalmente distribuía la captura lo largo de la jornada, pero en esta ocasión tenía que terminarlas todas el jueves.

Mientras trabajaba en la nevería el miércoles, su jefe le llamó y le dijo que una de las meseras se había quejado porque Sofía había antepuesto sus órdenes a las de las demás meseras en la línea de espera. El jefe le dijo que seguramente hacía esto porque los clientes impacientes la apresuraban, pero que el problema real consistía en que pasaban demasiado tiempo charlando con sus amigos y amigas que la visitaban frecuentemente. Le advirtió que no fuese tan sociable con sus amigos en horas de trabajo. A Sofía le simpatizaba el jefe, pero pensó que era un poco injusto en su apreciación pues también las otras meseras hablaban siempre con sus amigos. Al terminar el trabajo esa noche, Sofía asistió a una gran fiesta en la cuál calmó su malestar bebiendo demasiado.

El siguiente día era jueves, y la jefa de la oficina la vio hablando por teléfono mientras mecanografiaba las cartas formales estandarizadas. A veces Sofía hacía eso porque le parecía que así le era más tolerable la tediosa tarea de capturar las cartas. La jefa comentó que algunos de los agentes se habían quejado del trabajo de ella y que quizás la razón de ello era que hablaba por teléfono al capturar.

Esa mañana el estado de ánimo de Sofía no era el adecuado para recibir críticas. En primer lugar, tenía una ligera cruda de la noche anterior y ello le hacía cometer errores que normalmente no hacía. Segundo, todavía se sentía un poco molesta por la represión de jefe de la nevería a quien admiraba mucho. Tercero, el día era lluvioso y tan terrible como su estado de ánimo. Ninguno de los agentes se había presentado a trabajar a causa del mal tiempo y la disminución normal de las operaciones en esa temporada del año. Todo ello irritaba a Sofía, pues quería contarles los pormenores de la fiesta a la que había asistido. Además, el resto del personal también había amanecido de mal humor, y a la jefa que la había reprendido, una corpulenta mujer de cuarenta y ocho años de edad, encarnaba muy bien el ambiente que se respiraba ese día.

A las 11 de la mañana pensaba que podía capturar dormida las cartas estándar, aún cuando no lograba escribirlas correctamente. Por último, se dio cuenta de haber hecho demasiados errores, apagó de golpe la computadora tomó su impermeable y le dijo a su jefa que se marchaba. Esto le causó gran sorpresa a la jefa. Muchas veces había visto a las mujeres dirigirse al tocador para suavizar sus problemas con una pausa no programada, pero nunca había visto a nadie levantarse de su asiento y marcharse sin decir palabra. La Acción de Sofía la dejó atónita y sin saber que cosa hacer

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