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La corte de los ilusos,

Enviado por   •  4 de Octubre de 2017  •  5.718 Palabras (23 Páginas)  •  622 Visitas

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El asentista fue corriendo y le dijo al Mayor de Plaza que las hordas estaban desluciendo el evento, para calmarlos les arrojaron monedas, la tropa que había tenido tres meses sin recibir sueldo se peleaba por las monedas, así, la coronación pudo continuar.

Entre más avanzaba la ceremonia, Rafaela se entristecía más. No podía quitarse de encima la imagen de Fray Servando a un lado del desfile gritando a los participantes de la Coronación que todos eran un manojo de huehuenches. La prima del emperador se imaginaba como sería el hacerle un dulce de pepita y mazapán e imaginando una conversación con él.

No invitaron a la Güera Rodriguez porque temían que su belleza opacara la magnificencia de la coronación.

La ceremonia concluyó a las 3:30, Don Vicente Güido y Güido había salido a preparar la comisión que acompañaría a los emperadores de regreso. Pero Agustin I no quería regresarse por el mismo camino. El obispo Pérez se abria paso entre la multitud para recordar a el Emperador lo que le había prometido pero su anchura le impidió llegar a tiempo.

Agustin desviaba la ruta para poder pasar frente a la casa de la Güera Rodriguez y la procesión sólo lo seguía. En esos momentos la Emperatriz no sabía si eso era bueno o malo pero cuando iba caminando sola y vio a su marido irse cabalgando a lo lejos rumbo al balcón de la Güera en pleno día de su coronación, supo que haberlo dejado asistir a las anteriores reuniones de ella había sido pésimo. Se arrepentía de haberle creido las veces que le decía que tenía que salir con urgencia en las noches.

La comitiva tuvo que pasar entre zanjas y evitar algunos caños, emana un olor a pulque echado a perder. Don José Ramón le sugirió a la emperatriz abandonar la marcha y volver al Palacio por su cuenta, pero ella no quiso y se limitó a caminar con mucha dignidad concentrada en afrontar con valentía el momento; se tropezó con una losa y varios comenzaron a reir. Ella siguió adelante pero con muchos pensamientos en su cabeza.

El obispo Pérez y la Emperatriz eran buenos amigos, estaban en el Palacio poniéndose de acuerdo para realizar un pliego para invitar a la Orden de Guadalupe. Para ser parte de ésta había que ser ciudadano del Imperio, varón, católico, gozar de concepto público y hacienda.

Cuando la elaboración de los banquetes era demasiada para las cocineras, la Emperatriz les encargaba comida a las monjas de la Enseñanza Nueva y mandaba a Nicolasa a recogerla porque así podía quitársela de encima. No se le podían pedir muchos encargos a Nicolasa debido a su edad y por los problemas de su soltería.

La Emperatriz escogería al primer miembro de la Orden de Guadalupe, a su padre; el segundo sería elegido por Rafaela, Juan O´Donojú; y el tercero por Nicolasa, Santa Anna, ésta decía que no la incluían para participar en actividades imperiales. Ana María no quería que él fuera miembro, así que Nicolasa y ella empezaron a discutir, la hermana de Iturbide le llamaba intrusa y que había engatusado a su hermano.

El obispo trato de calamar la situación pero la Emperatriz no lo oía y le decía a Rafaela que debían de mandar a Nicolasa lo mas pronto posible con el doctor Montesdeoca.

Un día, Iturbide hablaba con unos amigos suyos cuando de repente Nicolasa entró muy ataviada con el vestido amarillo que había usado en la coronación y que parecía no quería quitarse. Ella les dijo que había dado su voto a Santa Anna. Unas noches atrás había ocurrido un incidente entre ellos en un baile llevado a cabo en la casona del Marqués del Valle de Orizaba. El Emperador le preguntó que que era lo relevante en haber decidió dar ese voto al brigadier, el obispo les dijo que esa decisión les parecía bien.

Santa Anna e Iturbide quedaron de reunirse en Jalapa porque el Emperador iba a felicitarlo por sus méritos. Cuando Iturbide regresó del viaje, su octavo hijo ya había nacido. Se encontró con Rafaela parada frente a la recámara de la Emperatriz, su prima le dijo que estaba muy preocupada porque había mandado a Nicolasa desde temprano por los escapularios con la imagen de la Virgen y aún no llegaba, les dijo al cochero y a la criada que la acompañaron que no la dejaran sola, pero no hicieron caso y se fueron a tomar unos pulques.

Cuando Iturbide fue con Ana María ésta le reclamó diciéndole que en su ausencia la servidumbre se ponía insoportable y no hacía caso a sus indicaciones; el Emperador la consoló y ella terminó pidiéndole disculpas explicándole que la locura de Nicolasa no podía ocultarse por más tiempo, la Emperatriz ya estaba cansada de sus obligaciones y de ser complaciente con todos, además de que era cansado estar supervisando si se hacían bien los trabajos en el Palacio. Iturbide le dijo que tuviera paciencia y que fuera tolerante, le recordó que lo único que tenía que hacer como mujer era educar, sonreír y sobre todo callar.

El Emperador mandó a Rafaela a buscar a Nicolasa pues ella era la única para poder convencer a la princesa de que regresara, pues su hermana pensaba que sus parientes tenían la intención de envenenarla o encerrarla en un convento. Estuvieron buscando a Nicolasa por la mayoría de las calles y casas pero no la encontraban, ya eran más de las 10 de la noche cuando Rafaela decidió que la casa de los Condes del Valle de Orizaba sería la última en la que revisaría; y en efecto, la Princesa se encontraba ahí ya había tomado más de 20 tazas de infusión. Nicolasa le dijo a Rafaela que había ido de visita a esa casa para poner al tanto a la Condesa sobre los sucesos más recientes en la Corte. Antes regresar al Palacio Nicolasa le pidió a Rafaela que fueran a Catedral, estando ahí leyeron un pliego en el portón, la marquesa lo despegó sabiendo que fue escrito por Fray Servando, y lo guardó

Ya casi era medianoche y como Rafaela no regresaba, para distraerse un poco Iturbide mandó llamar al obispo y al general Negrete, hablaban sobre lo feo que era Miguel Ramos Arizpe y de cómo debía proceder con Santa Anna. El obispo dijo que la belleza del cuerpo está en directa proporción con la del alma, Negrete dijo que si eso era cierto, la Güera Rodríguez tenía un alma muy pura.

Iturbide les dijo que estaba planeando una conspiración contra sí mismo de la que el responsable seria Fray Servando para mandarlo de vuelta preso y pensaba en hacer lo mismo con Santa Anna, Guerrero y Victoria.

De pronto entraron al Palacio Rafaela y Nicolasa, ésta parecía sonámbula, tenía demasiado sueño y se dirigió a su habitación sin saludar a ninguno de los presentes, mientras subían las escaleras, Rafaela vio caer de

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