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La evaluación es una práctica social compleja y contradictoria, su campo de estudio plantea cuestiones sobre distintos aspectos: las relaciones sociales implicadas en esa práctica, los conflictos

Enviado por   •  26 de Noviembre de 2017  •  6.485 Palabras (26 Páginas)  •  676 Visitas

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A decir de Álvarez Méndez (1997), la evaluación se formaliza como parte sustantiva de la misma institucionalidad, y es esencialmente, un ejercicio interesado de un poder desigual entre las partes.

Aún hoy algunas prácticas de evaluación, en las instituciones educativas conservan la influencia de orientaciones surgidas a partir de los años sesenta. Sustentándose en concepciones vinculadas con las taxonomías de objetivos, la fragmentación de objetivos, la cultura de la medición, que dejaron profundas huellas en las prácticas docentes. También conviven prácticas innovadoras, que buscan integrar y transformar dialécticamente el conocimiento, con prácticas denominadas clásicas (porque perduran en el tiempo).

Si en las prácticas de evaluación en las instituciones educativas, se pudiera hacer explícito, lo que subyace en todo acto de evaluar, se podría pensar, mirar, sentir, los fantasmas, las representaciones, la certidumbre del conocimiento, que muchas veces aparece como una verdad incuestionable, como un saber acabado, obturador de rupturas posibles.

Si pudiéramos dejar de atribuir valor cuantificado al acto de evaluación, estaríamos en presencia de un acto de enseñar, y allí nos daríamos cuenta que no se puede separar el acto de enseñar del acto de evaluar, son dos caras de una misma moneda.

Posiciones en torno a la evaluación

Las posiciones que a continuación se expresaran, no se erigen como únicas y excluyentes, se pronunciarán desde un lugar teórico.

Como campo de conocimiento, la evaluación es una de las problemáticas de la didáctica, está asociada a la enseñanza, al aprendizaje, al conocimiento, al método, a los sujetos que enseñan, a los que aprenden, al contexto socio histórico en el que se concreta el acto de enseñar y de aprender, en el marco institucional y social.

“La evaluación es parte integrante del proceso de interacción que se desarrolla entre el profesor y el alumno. No es una función didáctica más yuxtapuesta a las funciones correlativas de enseñanza y aprendizaje, sino por el contrario se estructura con ellas.” (Camilloni s/f:1).

Distintos autores, analizan y explican sus posiciones en torno a la evaluación, en ellas, se reeditan las conocidas posturas en torno al conocimiento que históricamente encontramos.

Se puede considerar a Ralph Tyler (1942) como el primer investigador de la evaluación educativa. Propuso una tesis conocida como la "evaluación por objetivos”. Según su propuesta, la evaluación, consistiría en una constante comparación de los resultados del aprendizaje de los alumnos, con los objetivos previamente determinados en la programación de la enseñanza. Tyler, planteaba a la evaluación como una instancia de determinación entre el trabajo y los objetivos. En la práctica, sólo se utilizó para comparar los resultados del aprendizaje con los objetivos más fácilmente constatables, en síntesis verificar la congruencia entre objetivos y resultados. La propuesta de Tyler, desplazó el sentido asignado a la evaluación hasta ese momento, que era el de valoración de los logros de los alumnos. Este desplazamiento, abrió la posibilidad de analizar otros componentes presentes en la evaluación, tales como los objetivos, el currículum. Incorporó el feed – back o retroalimentación, señalando que la evaluación debía ofrecer información para reformular los objetivos de la enseñanza. Esta propuesta, pondera el resultado del aprendizaje, reduce la evaluación a lo estrictamente observable, sustentándose en la psicología científica (conductismo) y en el positivismo. Recordamos que Tyler se ocupó del curriculum desde una concepción funcionalista.

A Tyler, se le opusieron varios autores, entre ellos, Cronbach (1973), quien propuso una evaluación centrada en la búsqueda de la información a través de procedimientos experimentales y naturales, atendiendo la situación, enfatizó la calidad de la información para que la posterior toma de decisiones fuera ajustada a la realidad. Scriven (1967) criticó a ambos y planteó que la evaluación debía tener como objetivo la estimación del valor de la enseñanza, diferencia evaluación formativa y sumativa. Para Scriven, los criterios para realizar los juicios de valor, debían desviarse de los objetivos a las necesidades de quiénes están implicados en la enseñanza. Los resultados de un programa serán positivos en la medida en que den respuesta a dichas necesidades. Stufflebeam (1971) comparte las ideas de Scriven, al afirmar que el objetivo fundamental de la evaluación es el perfeccionamiento de la enseñanza. Propone en primer lugar la identificación de necesidades y a partir de aquí proceder a la elaboración de programas de evaluación que se centren básicamente en el proceso y no directamente en los resultados. También Parlett y Hamilton (1972) desde una mirada de la investigación antropológica, proponen una evaluación iluminativa, que no sólo abarque los resultados de la enseñanza sino la totalidad de la misma.

En fin, no es intención realizar una reseña histórica de los referentes conceptuales, que trataron el tema que nos ocupa, sino dar cuenta que la evaluación como campo de conocimiento ha estado y está atravesada por una perspectiva epistemológica y teórica empírico analítica (positivista – neopositivista).

Existen aportes de otros intelectuales,[6] que preocupados por esta temática, realizan el esfuerzo por plantearla desde otro lugar, generando rupturas en las prácticas de la evaluación.

Rigores de la estrechez

La evaluación del aprendizaje centrada en la medición de los resultados o del producto final de la enseñanza ha atravesado distintos momentos y etapas. Siguiendo a Pérez Gómez, Ángel (1989:426) diremos que la evaluación se ha visto acotada por el positivismo, de modo tal que su avance conceptual se vio limitado por dicha situación, predominando, en el terreno teórico esta concepción -centrada en los resultados- hasta las décadas de los sesenta, setenta, que comienza una revitalización del campo[7] y surgen novedosas problemáticas.

La práctica de la evaluación de los aprendizajes, desde una postura cuantitativa positivista, centra la atención en los resultados, se “olvida” de la muldimensionalidad de todo acto de enseñanza y por ende de los contextos sociales y culturales.

Interpreta a la enseñanza y al aprendizaje como una relación causal: proceso-producto. La evaluación tiende a medir la eficiencia y la calidad del proceso, expresados en términos de resultados observables. En este contexto,

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