Las ojeras de mi princesa
Enviado por Helena • 25 de Mayo de 2018 • 1.485 Palabras (6 Páginas) • 283 Visitas
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la oportunidad de despedirme? Aunque ahora que lo pienso, ¿de quién tendría que despedirme? De mis padres talvez, pero había pasado toda mi vida buscándolos y aun no tenía ni la más mínima idea si quiera de si seguían con vida. Además, no conocía a nadie. Prácticamente sobrevivía con lo que me regalaban las nobles madres de la iglesia del pueblo. Siempre que iba a recibir mi bolsa de comida cada tercer día, me decían que harían oración por mí, para que un día lograra encontrar a mis padres, o a algún miembro de mi familia que pudiera al menos sacarme de mi vida en las calles. No me alojaban con los demás porque decían que ya no había espacio para mí, pero la comida era buena, y me dejaba vivir un par de horas más.
Alcé la vista, la figura con el arma estaba a solo dos metros de mí. Podía ver la bala a través del cañón del arma. Mi cuerpo se paralizó. Lagrimas se derramaron de mis ojos. Ya no tenía fuerzas para seguir huyendo, este era el fin.
La bala se había atravesado mi pecho. El sonido rebotó en cada rincón del cementerio. Podía notar como la vista se me nublaba, había luna llena esa noche. Las estrellas en particular parecían hermosamente desordenadas. Mi respiración se entrecortaba mucho más que antes, no sabía cuantos segundos habían pasado. La figura inmediatamente después de que disparo salió como rayo huyendo del lugar. Los segundos se convirtieron en horas, o talvez días de dolor. Mi cuerpo perdió el poco calor que tenía. Cerré los ojos.
Todos decían que antes de morir podías ver toda tu vida en un segundo, lo que ellos no sabían es que yo no recordaba nada de la mía. No sabía mi nombre, ni mi edad. Nunca entendí cómo es que llegué a este pueblo. Ni porque cuando desperté tenia moretones en todo el cuerpo. Lo único que sabía era que, por lo visto, era hombre, era joven, no tenía hogar ni familia, vivía en las calles, y que habían pasado 30 días desde que desperté sin recordar nada.
Una seria de imágenes comenzó a pasar por mi mente, supuse que eran los pocos recuerdos que tenía. La galería de fotos se detuvo en una, eran las lapidas que había visto hace apenas un par de minutos atrás. Por más que los nombres que tenían grabados se me hacían muy familiares no podía recordar en dónde los había escuchado. De pronto una imagen nueva flotó encima de mí.
-Te conozco-
Abrí los ojos como plato, y tomé una bocanada de aire como cuando apenas alcanzas a llegar a la superficie del mar tratando de no asfixiarte bajo el agua. Estaba empapado de sudor, mi ritmo cardiaco estaba tan alto que parecía hacer temblar mi cuerpo. Es realmente increíble como tu mente puede hacerte creer que mueres durante la noche. La pesadilla anterior era una de las tantas que lograba obtener a lo largo de la semana, con todas las historias que me contaban, talvez era muy sensible como decían todos, o simplemente no podía sacarlas de mi cabeza por alguna extraña razón.
Aunque la mayoría de sus relatos no tenían sentido, o en exceso nunca lograban terminar de contarme. Había algunas realmente espeluznantes. O talvez solo yo era el miedoso. Creo sinceramente que a los ancianos les gustaba hacerme sufrir, era quizás la forma en que se divertían, perturbando mi mente.
Al menos lograba el punto de mi trabajo, hacer que se sintieran un poco mejor o lograran tener algo de diversión, ya que podría ser lo último que alcanzarían a vivir.
De camino al trabajo aun no podía olvidar los nombres de las lapidas en mi sueño. Mi yo de anoche pudo recordar de quién se trataba, pero yo ahora mismos no podía conectar esa información con ninguna parte de mi vida.
Después de quince minutos de caminatas, y aproximadamente cuatro canciones de mi celular, logré llegar a mi trabajo: ESPERANZA VIVA – ASILO
Era un edificio de apenas cinco pisos. Antes de convertirse en un asilo, dicen, era una boutique, la verdad nunca entendí por qué necesitaban tantos pisos llenos de ropa. Lucía bastante sucio por fuera, se notaba que no habían limpiado los cristales de las ventanas desde hace meses. La puerta hacia un sonido horrible al abrir y cerrar, era obvio que a nadie le gustaba estar ahí, mucho menos si tu familia te traía diciéndote fríamente que aquí te cuidaran mejor que en casa.
El edificio estaba solo a unos metros del rio, apenas detrás de un par de casas. Desde el cuarto piso se podía visualizar el agua, que en años atrás era cristalina, pero ahora, bueno, valía la pena no tener los cristales limpios.
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