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MANUAL DE REFERENCIA EQUIPO DE RESPIRACION AUTOCONTENIDA

Enviado por   •  27 de Marzo de 2018  •  19.124 Palabras (77 Páginas)  •  345 Visitas

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Anatomía

El sistema respiratorio está constituido por los siguientes órganos: nariz, faringe, laringe, tráquea, bronquios y pulmones. Cada uno de éstos cumple una función para permitir que las células del cuerpo reciban oxígeno y se produzca el intercambio de gases. El aire puede ingresar al sistema a través de la nariz o la boca. Si lo hace por la nariz, éste pasará a través de pequeños huesos denominados cornetes. Estos están recubiertos de membranas mucosas, las cuales ayudan a entibiar y humedecer el aire a medida que se desplaza hacia los pulmones. El aire ingresa luego a la faringe (garganta). A continuación, éste puede pasar por dos tubos: la tráquea o el esófago (ubicado detrás de la tráquea).

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Cuando una persona traga, la epiglotis –músculo delgado con forma de hoja- cierra la tráquea. Por el contrario, cuando una persona respira, la epiglotis se relaja y permite el paso de aire hacia la tráquea. De este modo, el aire se desplaza a través de la laringe, donde las cuerdas vocales regulan el flujo. Desde allí, el aire ingresa a la tráquea, la cual se divide en dos bronquios que se ramifican en numerosos bronquíolos. Estos, a su vez, se subdividen en tubos más pequeños, cuyo diámetro va disminuyendo hasta convertirse en ramificaciones microscópicas que se dividen en conductos alveolares. Estos desembocan en una serie de sacos alveolares, cuyas paredes contienen numerosos alvéolos. De hecho, se estima que existen alrededor de 300 millones de alvéolos en los pulmones y es en ellos donde se produce el intercambio efectivo de oxígeno y dióxido de carbono.

Respiración externa (Ventilación)

El cuerpo obtiene oxígeno y elimina dióxido de carbono a través de la respiración externa o ventilación, que corresponde a la transferencia de ambos gases en los pulmones. Normalmente, la acción de respirar constituye un esfuerzo involuntario. No obstante, es posible controlar la respiración en forma voluntaria mediante el suspiro, la tos y otras reacciones corporales similares.

Cuando se eleva el nivel de dióxido de carbono en la sangre, los receptores del tronco cerebral y la aorta estimulan la respiración. El tronco cerebral envía señales a los músculos respiratorios: diafragma y músculos intercostales. La contracción y relajación de éstos provoca cambios de presión al interior del tórax, los que a su vez producen el desplazamiento de aire hacia dentro y afuera (operación similar a la realizada por el diafragma del reductor). La contracción del diafragma y los músculos intercostales genera un aumento de la capacidad de aire del tórax y una disminución de la presión en su interior. Durante la inhalación, la presión del tórax, que es inferior a la presión atmosférica, permite que el aire se desplace hacia los pulmones. Cuando estos músculos se relajan, la presión en los pulmones aumenta y el aire se moviliza hacia fuera.

Respiración interna

La respiración interna constituye el verdadero intercambio de oxígeno y dióxido de carbono entre la sangre y las células del cuerpo. Este proceso de intercambio gaseoso se produce por difusión, es decir, el movimiento desde un área de mayor concentración a otra de menor concentración. La inhalación permite que el aire se desplace hacia los alvéolos. Estos, cuyas paredes son delgadas, están rodeados de capilares y es en ellos donde ocurre el intercambio gaseoso. El contenido de oxígeno de los alvéolos es alto debido al ingreso de aire. La sangre que ha regresado de las células del cuerpo y la de los capilares es baja en oxígeno, pero alta en dióxido de carbono. Por medio de la difusión, el oxígeno se desplaza desde los alvéolos a las células sanguíneas de los capilares de paredes delgadas.

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Asimismo, el dióxido de carbono (CO2) se moviliza desde las células sanguíneas a los alvéolos producto de la difusión. De este modo, el dióxido de carbono es exhalado y el oxígeno ingresa al organismo en la respiración siguiente. Las células sanguíneas ricas en oxígeno lo pierden en beneficio de las células pobres en este gas y el dióxido de carbono pasa de las células del cuerpo (alta concentración de CO2) a las células sanguíneas (baja concentración de CO2) por difusión. Luego, nuevamente por difusión, el dióxido de carbono se desplaza desde las células sanguíneas de los capilares a los alvéolos. El dióxido de carbono es exhalado y el oxígeno ingresa al organismo en la respiración siguiente.

La exposición al humo y/o gases tóxicos puede provocar lesiones graves o la muerte dado que el cuerpo no es capaz de sobrevivir más de cuatro a seis minutos sin un suministro constante de oxígeno. Al aprender el funcionamiento del cuerpo, el brigadista tendrá una mejor comprensión de las consecuencias de no usar un equipo de respiración autocontenido. Ingresar a una atmósfera peligrosa sin éste expone al cuerpo a humo y/o gases tóxicos. Si éstos llegan a los alvéolos, podrían dañarlos e impedir que ocurra el intercambio normal de gases. Si los gases tóxicos queman el tejido pulmonar, los alvéolos se llenarán de líquido y no se producirá el intercambio de gases. Asimismo, si los alvéolos sin daño se ven expuestos a altas concentraciones de gases tóxicos, éstos pasarán de los alvéolos a las células sanguíneas por difusión. Una vez en ellas, estos gases continuarán destruyendo las células del cuerpo. De este modo, las substancias tóxicas capaces de pasar al torrente sanguíneo a través de los alvéolos tienen un efecto muy rápido sobre el cuerpo.

Mecanismos de defensa

El cuerpo tiene mecanismos de defensa que ayudan a protegerlo a él y su sistema respiratorio de la invasión de partículas extrañas y lesiones. Un factor importante en estos sistemas de protección es el tamaño de la partícula que ingresa al cuerpo. Mientras más pequeña sea ésta, mayor será la facilidad con que traspasará las defensas del cuerpo.

Uno de estos mecanismos es la nariz, en cuyos vellos quedan atrapadas partículas grandes. El aire también se entibia y humedece al pasar por sus cornetes, lo cual contribuye a aumentar la superficie de las membranas mucosas en la vía nasal. El tracto respiratorio está recubierto por completo de mucosidad producida en los bronquios. Esta atrapa las partículas que no alcanzan a ser filtradas por la nariz. La mucosidad asciende en forma constante por la garganta hacia la nariz gracias a diminutas proyecciones,

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