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Meditaciones.

Enviado por   •  16 de Abril de 2018  •  1.588 Palabras (7 Páginas)  •  358 Visitas

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Al otro día ella había dejado una nota encima del comedor. Con paso triste caminé hacia la cocina a servirme un trago mientras la leía:

Eres el tipo más raro que he conocido. Me llevé tus cigarrillos. Ve a mi casa si quieres conversar alguna vez.

Reflexioné largamente mientras tomaba un café. ¿Debía ir? Sería triste no volverla a ver. Me sentía roto desde que ella dejó su lado de la cama vacío, y ciertamente aún recordaba el sabor de sus labios: “A Dunhill International y mentas Polo”, como la película. Pensé que podría estar con ella mirando al mar, bajo el sol despiadado. Ella y yo podríamos estar observando el albatros congelado en el aire, el paisaje vuelto fotografía. Con la cabeza llena de esto tomé el bus, tenía una cita con mi destino. Podríamos caminar por las baldosas ardientes mientras ella buscaría el sombrero perfecta. Yo llevaría las gafas de aviador de mi padre y ella unas Ray-Ban con efecto colorido plateado. Las tardes parecerían un instante y en la noche veríamos como el cielo parece ser un manto oscuro donde se tranzan los sueños. Podría leerle a Bukowski hasta que su liviana cabeza reposara silenciosa sobre mí, mientras ella se perdía en ese extraño mundo del sueño. Tal vez ella soñaría con árboles de África. Yo soñaría con los días envueltos en papel regalo, del mismo que ella siempre tenía que romper.

Más aún, pensé en que podríamos caminar tranquilamente por París, por Palais-Buorbon. Ella pensaría que estar tan lejos de casa no es tan malo cuando se tiene una vista plena del Sena y se fuma con parsimonia. Yo le podría prometer que recorreríamos París en un Peugeot de alquiler por algunos cientos de euros, y que nos perderíamos en la eterna espiral de París. Nos marearíamos en los sonidos indelebles de los violines y recorreríamos las mismas calles que habría de recorrer Gabriel García Márquez a mitad de los 50, por las vitrinas llenas de libros del Barrio Latino. Discutiríamos de las noches que parecen tardes y las tardes que parecen noches. Me pareció que el Sena traía en su brisa el leve susurro de nuestros nombres.

Me bajé del bus al frente del centro comercial. Hacía sol, así que (casi instintivamente) levanté las solapas de mi chaqueta. Pensé en que podríamos tomarnos una foto en un hipódromo: Yo con las gafas de papá y cerveza, tú con ese vestido celestial. Caminé con parsimonia entre el tumulto de gente. Estaba decidido a llamar y conseguir dos tiquetes. No importaba si a París o a la puta mierda. Quería estar rodeada de tu aura despiadada. Necesitaba de eso que está profundo. Pensé en la noche con sabor a Pink Floyd. Y si te muestro mi lado oscuro, ¿aún me abrazarás esta noche? Habría que ver para saber. Con la mente divagando, llegué a la esquina más cercana a tu casa. Ahí estabas, rodeada de diamantes, perfecta en tu idiosincrasia. Perfecta y tan lejana a mí mientras besabas a aquél tipo de cabello ordenado y buena pinta. Lo abrazabas cubierta por esos vestidos que sólo a ti te quedan bien. Sentí una arcada de nauseas mientras la tristeza se condensaba en mis ojos, y pensé en que tal vez debía volver a desayunar con aspirinas.

Así llegó a esta máquina de escribir y este cuarto solitario. He pensado en tirarlo todo y comprar carteles de las películas de Kubrick. A ti te gustaba Clockwork Orange y a mí Full Metal Jacket. Tal vez compré ambos. Hace un rato salí a comprar una botella de Absolut Vodka, tu favorito. Esta vez pedí jugo de naranja. La noche pasa despacio mientras mis dedos se posan con dificultad sobre cada letra. Tal vez no eras real. Tal vez fuiste una ilusión del humo. No lo sé, tal vez nunca lo sepa. Sólo tengo el sabor de tu mirada y todos mis sueños envueltos en papel regalo como recuerdo.

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