SOCIEDAD, EDUCACION Y CIENCIAS SOCIALES
Enviado por Jerry • 1 de Agosto de 2018 • 3.497 Palabras (14 Páginas) • 426 Visitas
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Debido a que objetivamente la realidad social cambia, y muchas veces de manera acelerada, entonces la calidad y eficiencia de la educación en general y de la superior en particular se vincula más que todo a su capacidad para preparar a los individuos, a través de su actividad creadora e independiente y de su aptitud para la toma de decisiones, a un mundo no tanto igual al del momento dado como al mundo del futuro, a la realidad porvenir que se gesta y proyecta desde el presente.
Subrayando el cada vez más relevante papel de la educación en la sociedad, los Mjnistros de Educación de Iberoamérica recientemente expresaron que : “La construcción de sociedades democráticas, cohesionadas y en crecimiento, se logrará efectivamente si la educación es ubicada como eje de los proyectos de desarrollo, de las políticas públicas y de las iniciativas de integración regional, por ser el fundamento de la convivencia pacífica, tolerante y solidaria” (3).
Para que la educación pueda cumplir con tales fines debe cientifizarse constantemente, tanto a través de la actualización de sus contenidos como de la claridad de fines, objetivos, estrategias y medios para alcanzarlos, a lo cual contribuyen decididamente las ciencias sociales.
De la correcta comprensión que de la sociedad y sus requerimientos posea la educación, dependerá en gran medida el éxito de su misión social. Y ello debe asentarse en los principios de cientificidad y objetividad que ofrecen el conocimiento científico-social serio y riguroso.
Precisamente, las ciencias sociales deben orientar el rumbo de la educación al prefigurar el tipo de sociedad y de individuos que se requieren para cada caso.
Quienes con toda honestidad y sinceridad se preocupan debido a que consideran que la educación nos debe preparar para lo desconocido, en tanto el futuro aparece incierto por los cambios permanentes y aún más profundos del mundo de hoy, no deben olvidar que siempre la conducta del hombre se guía por y hacia fines (de manera conciente o inconciente) y que es precisamente tarea de las ciencias sociales conformar los ideales de sociedad que, aún en lontananza, sirven de faro en medio de las penumbras.
El ideal auténtico constituye la imagen del fin de la actividad antes de su realización práctica, sobre la base de su correspondencia con las leyes objetivas del devenir social.
El ideal válido no es una simple ficción, sino que reproduce la existencia de necesidades maduras pero no satisfechas.
Nuestra acción cotidiana se encuentra permeada por los ideales que compartimos (ya sean elaboradas por nosotros o asumidos de otros). No se trata de una cuestión teórica, sino práctica. Desde el ideal del neoliberalismo y la dependencia, hasta el ideal de la soberanía de los pueblos y de la dignidad humana, todo nuestro entorno y la conducta que mostramos se encuentran objetivamente condicionados por unos u otros ideales.
No se trata, pues, de elegir si tener o no ideales, sino que la cuestión reside en qué ideal es el que asumimos. De aquí la enorme significación que posee el que las ciencias sociales elaboren un adecuado ideal, que no orientará la actividad de los hombres en general, sino en sus campos específicos, uno de los cuales será entonces el de la educación.
Los ideales educativos no deben entenderse como vacía envoltura abstracta o elegante formulación terminológica de moda, sino como expresión de, precisamente, las necesidades maduras pero no satisfechas.
Múltiples son las insuficiencias o inconformidades que se plantean ante la educación.
El problema fundamental ha sido expresado al decirse que "el saber se vuelve incomprensible para la existencia". A mi modo de ver las cosas, aquí reside el núcleo de las dificultades de la educación y el punto de partida para enfrentar la solución a cada una de ellas.
Mientras la educación no se conciba como una actividad engendrada en lo más profundo por los requerimientos del desarrollo social, y orientada hacia la humanización del mundo que rodea al hombre, pero que es a la vez su producto, no pasaremos de las posiciones iluministas o ilustradas.
La bandera, por varios sostenida, de "educar para la acción", más allá de un simple pragmatismo y utilitarismo, nos hace ver que la educación no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar la realización del individuo como personalidad, todo lo cual interactúa, por supuesto, con el tipo de sociedad en que ello tenga lugar y con la visión que de lo necesario y posible ofrezcan las ciencias sociales.
La existencia de una personalidad deformada o limitada en los individuos, de lo que con frecuencia nos quejamos, es en gran medida reproducción de las también limitadas condiciones y relaciones sociales en las que nos desenvolvemos.
La educación debe, por tanto, en función de la preparación del individuo para la vida, tener en cuenta en primer lugar los problemas, las dificultades reales que desde el campo de la física o la química, hasta la economía y la historia deberá enfrentar este individuo y prepararlo, capacitarlo, esto es formarle la aptitud de adecuar su actividad a la naturaleza esencial de toda esa diversidad de objetos, tanto naturales como sociales, con los que ininterrumpidamente interactúa. Para ello se asienta en el nivel con que previamente se ha podido detectar y comprender las contradicciones que impulsan el devenir de los objetos y procesos de la realidad.
Entonces, los conocimientos que transmite la educación serán, más que descripciones de fenómenos, instrumentos para la modelación y transformación de los mismos.
De lo que se trata, al decir del prócer cubano José Martí, es de estar "con el remedio al pie de la demostración".
Pero ello no puede cumplirse si ofrecemos primero los conocimientos pasivamente, como conjunto de definiciones ya hechas y consumadas, y sólo después solicitamos que se empleen, sin haberlo hecho nosotros mismo como educadores.
Los conocimientos transmitidos durante la educación deben ser mostrados como las soluciones trabajosamente lograda por los hombres en el curso de su enfrentamiento a los problemas prácticos y concretos de la vida real. Difícilmente podremos encontrar conocimientos adquiridos como mero disfrute intelectual o por simple ocio improductivo. La historia de la ciencia y de la tecnología mucho nos puede enseñar en esta dirección. Estudiémosla para ver en ella no la simple colección de descubrimientos o la sucesión cronológica de ideas interesantes,
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