Secretos en la pared
Enviado por Albert • 2 de Diciembre de 2018 • 4.359 Palabras (18 Páginas) • 254 Visitas
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⎯ Muy bien señorita…⎯
⎯ Evans ⎯
⎯ Bien señorita Evans, está en lo cierto ⎯
David siguió hablando del trabajo en ese crimen. Rachel se desconectó de sus palabras y se centró en la mujer.
⎯ Siento lo de tu muerte ⎯
⎯ ¿Por qué puedes verme y los demás no? ⎯
⎯ Es mi karma. ⎯
⎯ ¿Quién me mato? ¿Lo sabes? ⎯
⎯ No… pero debes de dejar atrás esto, la vida aquí ya no te corresponde, debes seguir adelante y que los vivos se encarguen de lo demás…⎯
⎯ No quiero… no puedo ¡Ese es mi cuerpo! ¡No quiero estar muerta! ⎯
⎯ A todos nos pasara cariño…⎯
La mujer la miro con rencor y Rachel se sintió débil nuevamente. Podía sentir la rabia y la pena de ella como si fuera propia. Imágenes que no le correspondían a ella, inundaron sus pensamientos y eso fue suficiente.
Apenas podía con su vida como para soportar los sentimientos, rencores y odios de los muertos.
Su cuerpo colapso contra el frio suelo, lo último que vio fue los zapatos de sus compañeros rodeándola, antes de perderse en sí misma.
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⎯ Sin duda ha hecho que mi clase sea mucho más entretenida señorita Evans ⎯ dijo una voz divertida cuando abrió los ojos.
⎯ Lo siento ⎯ susurro sentándose a pesar del mareo.
⎯No se agite.
⎯ Estoy bien. Me pasa seguido ⎯ término de sentarse y apoyo sus manos en el colchón.
⎯ Es una suerte que estuviésemos en el hospital.
⎯ Si, solo necesito café y quizás una rosquilla y estaré bien.
⎯ Creo que puedo ayudarte con eso⎯ le ofreció su mano y ella la tomo sin pensarlo. ⎯ Te invito un café, y juro que no el de la cafetería de aquí.
⎯ No lo sé, eres mi profesor después de todo.
⎯ No lo soy, solo vine a ofrecer una cátedra hoy, como material de apoyo, aunque parece que tu estomago no lo resistió ⎯ bromeo.
⎯ Tengo un estómago muy firme, solo me bajo la presión, me pasa mucho ⎯ explico burdamente.
⎯ Está bien, entonces, ¿Qué me dices de ese café? ⎯
⎯ De acuerdo, vamos ⎯ acepto, buscando su bolso y encontrándolo a los pies de la cama en la mesita de ruedas para la comida.
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⎯ ¿Por qué psicología forense? ⎯ Preguntó Rachel mientras esperaban por el café, David la había llevado en su impresionante BMW azul descapotable hasta una de las cafeterías más elegantes de la ciudad, y se sentía totalmente fuera de lugar, sabía que no tenía la ropa adecuada para ese lugar, y no la encontraría, ni entre sus prendas más costosas.
⎯ Ya sabes, era de los que coleccionaba los recortes de los asesinos seriales…⎯
⎯ ¿No tuviste muchos amigos, cierto? ⎯ No pudo evitar meterse con él.
⎯ No, admito que no…⎯ sonrió, negando con la cabeza. ⎯ Los asustaba…⎯
⎯ Bueno, yo no le tengo miedo a nada ⎯
⎯ Eso es bueno, sobretodo siendo forense, con todas esas historias de muertos que se levantan y andan ⎯
⎯ Si…⎯ carraspeo incomoda, por lo que cambio el tema. ⎯ ¿Y qué hacías con los recortes?
⎯ Los ponía en un álbum, con fecha y mis apreciaciones, trataba de imaginar que pasaba por la mente del asesino, luego me interese en los cadáveres en sí, pero nunca he tenido el pulso para abrir uno ⎯ Levanto la mano, la cual temblaba suavemente.
⎯ Pulso de hierro ⎯ Sonrió ella, levantando la mano firmemente.
Él simplemente le sonrió enigmáticamente. Rachel miro a su alrededor y se estremeció al ver un niño fantasma, de unos seis años, sentado junto con una pareja que discutía con unos papeles frente a ellos, el niño debió ser su hijo, a juzgar por el parecido.
⎯ ¿Qué sucede? ⎯
⎯ Nada ⎯ Negó con la cabeza y se sintió aliviada de no tener que prestar más atención alrededor cuando el café estuvo frente a ella, pues tenía una excusa para no mirar lo que ya no quería ver.
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Era de noche. O al menos eso creía, por la oscuridad a su alrededor que parecía tragársela por completo, creando una horrible sensación de encierro.
Una fuerte opresión en el pecho la hizo jadear en busca de aire que no llegaba a sus pulmones. Era como si tuviera una tabla sobre el pecho, apresándolo con tal rudeza que sentía que la vida escapaba de ella.
El aire a su alrededor olía mal. Olía a descomposición, y al mover sus manos a la fina luz de la rendija pudo constatar que la putrefacción venia de ella.
Había manchas de sangre en las mangas de su camiseta rota, y sus manos estaban llenas de pústulas y pus. Su carne negra y podrida le causo nauseas.
Con ganas de vomitar y horrorizada por la visión frente a ella empujo la pared, sin lograr nada.
Pidió ayuda a gritos, pero su voz no salía del reducido espacio, y nadie vino en su ayuda.
Desesperada cerró los ojos y jadeo por aire…
⎯ No me dejes ahí…⎯ Susurro una voz antes de que despertara gritando
⎯
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