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TODO PASA Y ESTO TAMBIÉN ME PASARÁ

Enviado por   •  6 de Febrero de 2018  •  4.113 Palabras (17 Páginas)  •  280 Visitas

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Son subjetivos, son neutros, son transitorios (pág. 26).

¡Existen tantas formas en que evadimos nuestros sentimientos! (pág. 27).

Reprimiéndolos: no los dejamos salir.

Proyectándolos en otros, atribuyéndolos a otros o diciendo: "tú me haces enojar", "tú me causas dolor".

Racionalizándolos: dando justificaciones lógicas para no experimentarlos: "yo soy fuerte, llorar es de débiles", "no vale la pena enojarse por eso".

Negándolos: "no me duele", "no pasa nada, todo está bien".

Evadiéndolos directamente: cada vez que empiezan a surgir, nos distraemos de una y mil formas para alejarlos: hablando por teléfono, encendiendo un cigarro, cambiando de tema, saliendo de compras, trabajando sin descanso, comiendo, bebiendo, etcétera. (pág. 27).

Ten cuidado con la culpa, porque te sentirás tan mal—¡puede llegar a ser un sentimiento tan intolerable!—que de forma inconsciente harás cosas para compensarla a través del autocastigo y el autosabotaje (pág. 28).

"Yo creo que quieres ser solidario con su hermano y sientes que si él sufrió tanto en su enfermedad y murió, tú no tienes derecho a disfrutar la vida. Sin embargo, si sigues así, pronto nadie va a querer estar contigo y no creo que tu hermano quiera verte infeliz y amargado ^t como muerto en vida, sino feliz y vivo" (pág. 29).

No obstante, también se advierte con claridad otro matiz de la culpa: "la culpa del sobreviviente" (pág. 30).

Los "secretos familiares" dañan tanto, pues enferman, confunden, angustian y perpetúan la repetición de esos patrones secretos que no queremos sacar a la luz. (pág. 31).

Quienes tienen esta "culpa del sobreviviente" sienten que no merecen nada, les cuesta mucho recibir y proporcionarse cosas buenas y situaciones agradables (pág. 31).

Callamos unos segundos, pero recuerdo bien ese instante: no sé si esperaba que el mensaje entrara en mi cabeza o me resistía a creer que lo había escuchador no dije nada (pág. 32).

Era difícil aceptar lo que estaba pasando; a veces me despertaba esperando que las cosas cambiaran (pág. 33).

Prefiero agradecer que tengo una familia que se ama y que aunque no es tan armónica como quisiera no deja de estar unida (pág. 34).

"Después de la tempestad viene la calma". Una vez que has sentido, expresado y hecho todo lo que necesitaste sentir, expresar y hacer, entrarás en esta etapa (pág. 35).

La vida te quitó algo; no obstante, te lo regresa multiplicado. (pág. 36).

En la etapa de aceptación algunas hermosas frases dejan de ser palabras y se convierten en verdades, en convicciones profundas que redimen el alma y curan las heridas del corazón (pág. 36).

Curar la herida no significa olvidar (pág. 37).

"¡Nos van a poner una regañadota!", fue el pensamiento más pesimista que tuvimos. (pág. 38).

¡El colegio era mi Vidal Fue igual de difícil para toda la familia y a pesar de que les dolía tanto como a mí, me apoyaron siempre, lo cual fue importantísimo para salir adelante! (pág. 39).

Hoy no soy igual. Pero soy mejor. Conocí el mundo que estaba oculto detrás del entorno rosa de mi primer colegio (pág. 40).

Volví a tener logros, amigos, a quererme, a creer en mí, a pensar que era valiosa y podía llegar a realizar cosas grandes. He tocado un cielo que, estoy segura, nunca hubiera encontrado en la vida light de aquel colegio (pág. 40).

El doctor Carl G. Jung, quien hizo importantes contribuciones para entender el papel del inconsciente en la vida de los seres humanos (pág. 41).

Los símbolos tocan nuestras tendencias centrales más profundas y proporcionan lo que Jung llama experiencias luminosas—experiencias que comunican poder espiritual o significación especial a quienes afectan (pág. 42).

En mi vida personal, así como en mi trabajo como psicoterapeuta no dejan de sorprenderme los grandes cambios, prácticamente instantáneos, que provocan los rituales (pág. 42).

Lo que estaré llamando "rituales" funcionan justamente así, provocando cambios profundos y reales por caminos simbólicos e inconscientes (pág. 43).

Algo muy importante para curar las heridas de la vida y superar los procesos de duelo es dejar de resistirse a la experiencia (pág. 43).

En lugar de estar pensando cómo evadirla, ¡ábrele los brazos! Ni modo, está sucediendo, TIENES que vivirla, acepta que te toca pasar por ahí y en lugar de pedirle a la vida que te la quite, pudele que te ayude a aprender las lecciones que esa experiencia te trae (pág. 43).

Cada sentimiento está conformado por ciertas reacciones físicas, sensaciones, pensamientos y carga emocional y energética, congruentes entre si y, por supuesto, con el tipo de sentimiento del que se trata (pág. 44).

Los sentimientos son energía, y aunque sintamos "algo" en el cuerpo, realmente no está en él (pág. 45).

Porque eso son los sentimientos: cargas energéticas. (pág. 45).

La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma"; así pues, esas cargas energéticas que llamamos sentimientos las podemos desahogar, transformar o transmutar (pág. 45).

Muchas personas en el mundo, a partir de una dramática y dolorosa experiencia de pérdida, han generado contribuciones trascendentes a la humanidad. Eso es transmutar (pág. 46).

En un proceso de duelo, las tres opciones —desahogar, transformar y transmutar— son necesarias y cada una tiene su función (pág. 46).

Si sólo optamos por el desahogo, no aprendemos nada, no crecemos, no nos deja nada sustancial. (pág. 46).

Sanar la pérdida presente sanará también las pérdidas pasadas (pág. 47).

Llorar es una forma de desahogo indispensable en el proceso de curar la tristeza (pág. 47).

El dolor—como cualquier

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