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El Informe de Historia Social y Cultural de la Literatura: Alegoría

Enviado por   •  10 de Diciembre de 2018  •  2.300 Palabras (10 Páginas)  •  496 Visitas

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También en el poema llamado Loores de nuestra señora, se hace presente una alegoría (De Berceo, 1969): “…Se cumplió en ti, Señora; el dicho de Isaías: el tronco de Jesé una rama saldría; una flor nunca vista en ella brotaría y en la flor siete dones nuestro señor pondría…” (p.63).

Aquí el tronco es el vientre de María y la flor que brotaría de la rama es el niño Jesús, su hijo, quien adquiriría siete dones y salvaría a la humanidad.

Siguiendo esta alegoría, en otro poema, se observa a la Virgen expresándole a un Monje cómo se sintió al ver a su hijo ser arrastrado hacia la muerte por culpa de la traición de Judas, uno de sus apóstoles.

(De Berceo, 1969)

(…) El pastor quedo firme, no dejo la posada; la grey de las ovejas fue toda dispersada; al cordero apreso esa falsa mesnada; el lobo los guiaba que cobro la soldada. (…) Que los de nuestro bando recuerden este día, Día tan sin justicia y tan sin alegría; Día en que yo pierdo mi sol, Virgen María. Día en que muere el sol nunca es cumplido día. (…)[2]

En este fragmento Judas es el lobo, la falsa mesnada los guardias y, Jesús el cordero al cual apresan y el sol de su madre.

Por otra parte, le sigue a esta, una poesía llamada La oración, donde una mujer ciega se dirige a visitar una tumba santa rogándole al pastor que le devuelva su vista. Agrandándole al pastor su oración, cumple su deseo, (De Berceo, 1969): “…La oración terminada agradó al buen pastor. Obró la virtud santa del santo confesor. Vio la luz la pobrecilla, alzaron gran clamor; regresó a Cornejana sin ningún guiador…” (pág.80).

Por último y volviendo a la alegoría del paraíso, en la Vida de Santa Oria se vuelve a remarcar la idea de Gonzalo, Oria se dirige a él para realizar su asunción al cielo, guiada por una paloma, la cual representa al espíritu santo.

(De Berceo, 1969)

(…) Recibe este consejo, hija mía querida: contempla esta paloma y lo demás olvida; vé donde ella te lleve, no habrá senda mentida; quédate con nosotras que Cristo te convida. (…) Era muy verde el ramo, de hojas verdes cargado; daba sombra sabrosa y fresco muy templado; había en torno al tronco maravilloso prado; por si solo valía mucho más que un reinado. (…)[3] (p.86 y 87)

En esta última cita se describe el árbol de la vida y el prado nombrado anteriormente. La paloma (espíritu santo) llevaría a Oria a este reinado para ser juzgada por Cristo, quien permitiría su ascenso al cielo.

En suma, Los milagros de nuestra señora tiene como finalidad, evangelizar y crear una devoción por la Virgen, como también acercar al lector al concepto del más allá. Su mensaje es el de la salvación del alma por medio de la creencia, la oración y la adoración a María.

Alegoría en Las intermitencias de la muerte de José Saramago

Cuando hablamos de la religión, debemos tener en cuenta que dentro de ella el tema principal, el que caracteriza esta ideología, es la muerte. Tal como vimos en Los milagros de nuestra señora la muerte está presente y marca el fin de nuestra existencia carnal. Para el cristianismo, la vida es solo un camino de preparación, una premisa para lo que vendrá después, el cielo, la felicidad completa, (Saramago, 2005): “…Las religiones, todas, por más vueltas que le demos, no tienen otra justificación para existir que no sea la muerte; la necesitan como pan para la boca…” (pág.49)

A partir de esta reflexión redactada por el autor, Las intermitencias de la muerte demuestra a través de sus páginas la importancia de morir, el libro en sí es una alegoría de la muerte, ya que teniendo en cuenta las experiencias de cada personaje, se advierte como al no existir ésta en el país la gente que vive allí ya no es, ya no se esfuerza por ser alguien, por vivir, es una muerte en vida, un estado vegetal en el que ya nada importa.

En la novela, justo cuando se espera la llegada de un nuevo año y sin previo aviso, los habitantes de este innominado país dejan de morir consiguiendo la “ansiada inmortalidad”, aunque, eso sí, quien estuviera muy grave o a punto de morir, permanece en las mismas condiciones, ya que su salud no mejora, sólo se mantiene en el mismo estado.

En la primera parte, Saramago desarrolla con humor, ironía y sarcasmo, las consecuencias que la desaparición de la muerte ocasionaría sobre la vida de una nación, narrando cómo actuarían los principales poderes fácticos ante tal fenómeno. Así, el gobierno no sabe cómo responder ante esta insólita situación, el sistema de pensiones se tambalea, los hospitales y las residencias de ancianos no dan abasto y las funerarias no tienen a quién enterrar.

La ausencia de la muerte desata todo un caos. Después de que este curioso acontecimiento haya sido concebido como un milagro, se transforma en la peor pesadilla que haya experimentado la especie humana y la sociedad: (Saramago, 2005) “…Si no volvemos a morir, no tenemos futuro…” (pág.114)

Luego de transcurrido un poco más de la mitad del libro se puede observar un cambio en el hilo de la historia; luego de siete meses la muerte retoma su habitual función y recurre ahora al macabro procedimiento de anunciar por carta, con una semana de plazo, su inaudible llegada:

(Saramago, 2005)

(…) Hay un punto en que siento que tengo la obligación de reconocer mi error, y tiene que ver con el injusto y cruel procedimiento que venía siguiendo, que era quitarles la vida a las personas a traición, sin aviso previo (…) A partir de ahora todo el mundo estará prevenido de la misma manera y tendrá el plazo de una semana para poner en orden lo que todavía le queda de vida (…)[4]

No obstante, es en las últimas páginas de la novela en donde se observa un nuevo giro significativo. La Muerte ha de vincularse con la más pertinaz de sus víctimas, un violonchelista de cincuenta años que parece hallarse a salvo de ella.

La novela culmina con la encarnación de la muerte en el cuerpo de una mujer de unos treinta años aproximadamente y con su consiguiente enamoramiento del desconocido músico, dando lugar a que su monótona tarea se suspenda nuevamente, finalizando el libro con la misma frase con la que ha iniciado “Al día siguiente no murió nadie”. Saramago presenta a la muerte como una mujer a razón del hecho de querer mostrar que hasta lo más temible tiene un lado sensible y atractivo en el cual se puede encontrar el amor: (Saramago, 2005) “…La

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