Hacia el Conceptismo y Culteranismo: Luis de Góngora y Francisco de Quevedo
Enviado por Stella • 4 de Noviembre de 2018 • 4.047 Palabras (17 Páginas) • 522 Visitas
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3.2 Su obra
La producción literaria de Góngora se compone de numerosos sonetos, canciones, romances, letrillas y décimas, además de sus consideradas obras mayores, a saber, las fábulas de Polifemo y Galatea (1612), y la de Píramo y Tisbe (1618) y sus tan conocidas Soledades (1613). De éstas se dice que marcan el término de una transformación que se venía gestando desde el Renacimiento, mediante un proceso de intensificación y acumulación de los recursos estilísticos empleados en ella. Observa Orozco tempranamente que “La poesía gongorina se podría señalar como la forma más expresiva y acabada de nuestro barroquismo literario” (1953: 11), siempre representando su visión de mundo de una manera desmesurada.
La forma en que la crítica ha estudiado la poesía de Góngora de manera más acabada es a través del culteranismo, y sobre ello Cañete nos dirá que “Góngora no es el padre del culteranismo, sino más bien su hijo más ilustre” (cit. en Orozco, 1953: 15). Este estilo, también denominado cultismo o gongorismo, se caracteriza principalmente por la agitación de los elementos que constituyen la poesía, asimismo por la alteración de sus funciones, la importancia de lo ornamental frente a la trama que se esconde tras el brillo, musicalidad y color del verso y por sus múltiples alusiones a vocablos latinos. Este se configura como una antítesis de la expresión natural y directa de la poesía renacentista, sustituyendo los elementos de la realidad cotidiana por medio de una intuición poética, donde destaca el uso de metáforas, hipérboles e hipérbaton, entre otros.
Como ya mencionamos con anterioridad, el cultismo será el rasgo más característico de la obra de Góngora, aspecto donde culmina una tendencia iniciada al menos con dos siglos antes. Dámaso Alonso en su texto La lengua poética de Góngora, llevará a la idea de que el poeta no inventa, sino que populariza una serie de vocablos que ya eran usados en literatura, de modo que los recoge, los condensa y los intensifica. El cultismo responde a la evasión de la realidad, a una huida de lo directo y vulgar. Uno de sus rasgos característicos sería el uso del esdrújulo, que otorga un mayor valor fonético y musical a la obra, colaborando de este modo a la belleza del endecasílabo gongorino. Ejemplo de ello lo constituyen los versos “bostezo, el melancólico vacío” y “la 4.alba entre lirios cándidos deshoja”, ambos extraídos del Polifemo.
Otro rasgo esencial de la producción literaria de Góngora será el reiterado uso de metáforas, debido a la ya conocida sobrevaloración de lo ornamental del periodo y a la actitud contemplativa y descriptiva del poeta. Aunque suele estudiarse de manera apartada, se considera relevante el estudio de la hipérbole junto a la figura mencionada, puesto que casi siempre se encuentran en conjunto. Ambas tienen la importancia de estilizar la realidad y destaca en Góngora el rápido paso de una metáfora a otra, además del carácter enciclopédico de su obra, donde se utilizan muchos elementos de diversa índole para la creación de metáforas. Ejemplo de ello serán la música, la mitología, la astronomía, las leyes, la retórica, la guerra, la medicina, el juego y la vida rústica entre muchos otros. En relación más directa con la hipérbole, ésta exalta la realidad en sus formas, tamaños, luces y colores, alcanzando su máxima perfección en las Soledades, lugar desde el que se destaca el siguiente ejemplo: “que hacer podría/ tórrida la Noruega con dos soles/ y blanca la Etiopía con dos manos”, del que se infiere la blancura de las manos y los ojos abrasadores del objeto poético.
El hipérbaton es también de suma importancia al enfrentarnos a la poesía gongorina, puesto que se configura como parte fundamental del cultismo sintáctico, de gran valor expresivo. Góngora resultará un maestro en el arte de poner la palabra donde consiga un mejor efecto, logrando una armonía que distingue su obra, haciéndola al mismo tiempo blanco de muchas críticas, junto al uso excesivo de metáforas. Otros elementos notorios y relevantes de su obra serán el constante uso de personajes mitológicos, la sensualidad, característica de la que deriva el sentido pictórico (colores, luces, paisaje, naturaleza) y el sentido musical (armonía, onomatopeyas) de sus escritos, la burla, donde prevalece el orgullo y la travesura como motor del espíritu gongorino, llegando a sorprender en temas fúnebres y dolorosos con salidas burlescas y jugueteos verbales y su mordacidad e implacabilidad en la realización de sus sátiras en contraposición a la exaltación de la figura humana en la realización de panegíricos, donde destaca el dedicado al duque de Lerma, en el que se le describe como un “Hipólito galán” y “Adonis culto”. En fin, son muchas las aristas desde las que se puede analizar la poesía gongorina, sin embargo, se destacan las ya mencionadas dada la dificultad de resumir en pocas páginas lo que se ha abarcado durante siglos de estudio en torno a su figura y producción literaria.
4. Francisco de Quevedo Villegas
4.1 Aspectos biográficos
El transcurso de la vida del escritor, se contextualiza en el quehacer literario de dos siglos: uno de grandeza y otro de decadencia histórica. Nace en Madrid el 14 de septiembre de 1580 y muere en Villanueva de los Infantes en el año 1645. De familia hidalga montañesa, es hijo del secretario particular de la princesa María y más tarde secretario de la reina Doña Ana: Don Pedro López de Quevedo, quien fallece a los seis años de edad del poeta. En ese momento, quedó bajo tutela de Don Agustín de Villanueva, del Consejo de Aragón. Quevedo, tiende a no nombrar a sus padres y familiares, sin embargo, tiene un recuerdo de gratitud para su tía, hermana de la madre, doña María Margarita de Espinosa, a quien dedica el Heráclito cristiano.
Al cumplir los doce años, el poeta ingresa en el Colegio Imperial de la corte jesuita; ahí recibían educación los hijos de las mejores familias madrileñas. A este centro, se deben sus primeros estudios de gramática, humanidades, retórica, latín y griego; junto a ello inició la lectura obras literarias universales como Cicerón, Séneca, Marcial, Virgilio, Jenofonte, Anacreonte, Píndaro y Homero. En 1596 estudia en Alcalá las especialidades de lógica, física y matemáticas. Posteriormente, se gradúa en teología en Valladolid; ciudad sede de la corte. Es en este periodo de su vida en que parece iniciar la interminable y conocida enemistad con Don Luis de Góngora, probablemente atizada por celos profesionales entre dos de las mentes más agudas de la época. A los veinticinco
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