LA MEMORIA DEL MERCADO.
Enviado por monto2435 • 22 de Enero de 2018 • 2.712 Palabras (11 Páginas) • 304 Visitas
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La mecánica que se ha seguido para el desarrollo del proyecto del centro comercial Abasto reafirma la suposición de que consiste en un elemento arquitectónico extraño a la ciudad real y que, en cambio, tiene que ver con los nuevos mecanismos de la arquitectura de la ciudad global. Los proyectos proceden de estudios de arquitectura, generalmente de Estados Unidos, que dejan a los equipos locales la “traducción” a medios y sistemas tecnológicos del lugar. Si se hace imprescindible la demostración de alta tecnología, se importan componentes y se ensamblan in situ. Esta manera de hacer confirma la idea de que la producción de conocimientos e intangibles es la diferencia para el siglo XXI entre dominar y ser dominado, entre una ciudad global y la que no lo es.
Fachada posterior ciega.
El proyecto fue realizado por el estudio BTA (Benjamin Thompson & Associates Inc.) de Boston, Estados Unidos, y los equipos locales encargados de “traducir “ el proyecto estuvieron formados por los arquitectos Manteola, Sánchez Gómez, Santos, Solsona y Sallaberry —uno de los estudios de arquitectura con más obra construida y mayor trayectoria profesional de Buenos Aires—, y por Pfeifer y Zurdo —estudio con amplia experiencia en centros comerciales y supermercados—. En el mobiliario urbano y el ambiente interior trabajaron la arquitecta Diana Cabeza y la paisajista Cristina Le Mehauté.
El nuevo centro comercial es el más grande construido hasta ese momento en Buenos Aires, con 120.000 m2 destinados a comercio y entretenimiento, distribuido en cinco niveles, con 230 locales comerciales, 12 salas de cine, un patio de comidas con capacidad para 1.700 plazas y 1.300 plazas de aparcamiento en dos plantas, un museo para niños de 4.000 m2 y un parque de atracciones. Las premisas del proyecto consistieron en preservar la estructura abovedada del edificio original que daba a la avenida Corrientes y construir un nuevo volumen sobre la calle Lavalle para albergar los cines donde se encontraban las primitivas naves del mercado de 1893, de las que se han conservado sólo las fachadas que, además, se han cegado. Como nexo entre la estructura de hormigón recuperada y los cines se ha realizado una “plaza” con cubierta de vidrio que hace a la vez de fuelle y de gran foyer. Desde la “plaza”, de aproximadamente 3.600 m2 y 15 m de altura se observa la sección de las bóvedas del antiguo mercado transformadas en fachada interior. La calidad del mobiliario interior diseñado por Diana Cabezas contrasta con lo inhóspito del paisaje urbano “real” circundante.
Según la memoria entregada a los medios de comunicación:
“En la plaza se ubicarán también, reproduciendo situaciones tradicionalmente urbanas, árboles, mesas y sillas que incitarán a un intenso y continuo uso de ese espacio semipúblico”.29 Las situaciones urbanas reproducidas se reducen a una escenografía, pues con un interior monofuncional y monosocial no pueden generarse ni la casualidad ni la heterogeneidad urbana. La propia memoria del proyecto muestra esta intención de reducir toda realidad a un simulacro de sí misma, a un espacio pensado por y para el fin único del consumo como experiencia vital; el Abasto nos ofrece la “experiencia urbana y ciudadana”. “En la creciente economía de la experiencia, las empresas deben tener en cuenta que fabrican memoria, no bienes. Así, por ejemplo, sugieren a los fabricantes que inyecten experiencia en sus productos. Los fabricantes de automóviles, arguyen, deberían concentrarse en mejorar ‘ la experiencia de conducir’ ”.30 La ubicación de la plaza, el corazón del proyecto, en la mitad posterior del edificio se justifica por la intención de respetar la estructura abovedada del mercado, aunque reafirma el funcionamiento de un edificio proyectado para acceder en vehículo privado. Las soluciones podrían haber sido múltiples; por ejemplo, la opción tomada en la recuperación del Covent Garden, el antiguo mercado londinense, mantuvo la estructura de mercado abierta para comunicar sin restricciones el interior con el exterior. Las calles penetran en la estructura interior del mercado y generan un espacio fluido y continuo. La permeabilidad de los límites es máxima, de este modo se consigue una sinergia entre espacio público y espacio privado que resulta beneficiosa para ambos, lo contrario a lo que ocurre en Buenos Aires, donde la plaza se ha ubicado a una cota de 4,5 m sobre la calle, dando preferencia al acceso rodado frente al peatonal, se ha impedido que entre el espacio público urbano y el seudoespacio público proyectado se establezca una relación sinérgica. El acceso a pie desde las calles laterales del edificio sólo es posible tras haber salvado inmensas escaleras. En cambio, el acceso hasta la plaza es fácil y directo mediante las escaleras mecánicas que suben desde el aparcamiento. Aunque la premisa del proyecto era conservar la estructura abovedada para que fuera visible desde diferentes espacios, la espacialidad de la bóveda se ve interrumpida por la presencia de una gigantesca noria que invade otras áreas con usos del parque de entretenimiento. La saturación de estímulos es una mecánica que acompaña al intento de proponer constantes novedades y nuevas atracciones. El resultado de estas dinámicas voraces es la saturación y el exceso con el único fin de conseguir la experiencia de la abundancia. Al exceso de mensajes y su confusión se le suma, como característica del espacio contemporáneo de consumo, la implosión de espacios claramente exhibida en la planta superior del centro, donde las zonas de comidas, juegos y escenarios se abren como plateas sobre espacios inferiores y difumina los límites espaciales y funcionales.
También le ha llegado el momento al museo, como esencia del espacio de la cultura, de implosionar y confundirse en el consumo. En la cuarta planta se ofrece, además de un parque de diversiones, una nueva experiencia para los niños, Urbania, Museo de los Niños, que se presenta como el primer “museo interactivo temático”.
Urbania es una ciudad en miniatura que está representada por los trabajos que en ella se realizan. La propuesta excede su propósito de diversión y formación e incluye mensajes de propaganda. Los iconos del restaurante de comida rápida McDonald’s se graban en la memoria de los niños antes de ser conscientes o de poder experimentarlo, pasando a formar parte de un incuestionable imaginario urbano y de pautas de conducta futuras. El museo cuenta, entre otras actividades, con estudios de grabación de televisión y de radio, autobuses y obras en construcción, en un espacio que ofrece a los niños la “experiencia de la diversidad urbana”, experiencia que, posiblemente,
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