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La paradoja de la felicidad

Enviado por   •  30 de Enero de 2018  •  1.724 Palabras (7 Páginas)  •  517 Visitas

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al comportamiento habitual, se convierten en vicios o defectos morales.

4. PEREZA – Una vida a medias

La pereza es un gusano que horada la vida. Es el primer vástago de la sensualidad. El diccionario la define como desidia, tedio o negligencia en las cosas que uno esta obligado a hacer.

La pereza es una opción de vida. Igual que se elige un objeto de placer, se elige también una conducta indolente, apática o negligente.

El perezoso minimalista es el que se rige por la ley del mínimo esfuerzo. Todo lo que sale de sus manos, podría ser mas completo, de mayor calidad, mejor acabado, pero no lo es.

Un segundo tipo es el perezoso desordenado. Lo suyo es el desbarajuste. El desorden puede ser adictivo, como cualquier vicio. El perezoso llega a pensar que el orden es propio de personas obsesivas. Y el no es así.

El perezoso selectivo es un tipo curioso. La suya no es una pereza generalizada, sino que se concentra en ciertas áreas. Por ejemplo, hay quienes son muy trabajadores, pero renuentes para el ejercicio físico. Otros solo padecen pereza mental: son diligentes para ejecutar ordenes, pero desidiosos para pensar por sí mismos.

El caso mas triste lo ofrece el perezoso inactivo. En su insaciable afán de descansa, pierde la noción del tiempo. La inactividad carcome como un cáncer sus mejores capacidades.

En el glosario del perezoso no existe la palabra servir. Porque para servir, hay que arrancarse la pereza. El perezoso es una persona anti-servicio. El no vino al mundo a servir sino a ser servido. De este modo, pierde la suprema posibilidad del hombre sobre la tierra, que es amar sirviendo.

5. INTEMPERANCIA – Todo sin medida

Somos esencialmente diferentes, y la diferencia no estriba solo en la presencia de un alma espiritual. También nuestro cuerpo es diferente: es realmente humano. De hecho, más que poseer un cuerpo, somos corpóreos; mas que instintos, tenemos tendencias; y más que física, nuestra sensibilidad es, en cierto modo, espiritual.

El hecho de ser corpóreos nos impone necesidades y tendencias que se expresan en forma de apetitos sensitivos. Apetitos que residen en nuestra corporeidad y cumplen funciones vitales necesarias para la supervivencia del individuo y la especie.

Todo apetito sensitivo tiene una razón de ser y una bondad propia. Sin embargo, también en esta dimensión de nuestro ser, el egoísmo introdujo su desorden. Nuestra sensibilidad quedo inclinada al mal. Es decir, a la búsqueda desordenada del placer sensual, con efecto lamentables e incluso letales.

Cuando se trata de nuestros sentidos, lamentablemente, no hay opción. Hay que ponerse y luchar. Hay que sujetar y controlar sus tendencias siempre que intenten arrastrarnos hacia comportamiento dañinos o inapropiados. Cuando falta ese control sobre los apetitos sensitivos, hablamos de intemperancia. Tristemente, cuanto mas descontrolados, nuestros apetitos se vuelven más ciegos y monstruosos.

Las consecuencias de la intemperancia son bien conocidas y, en algunos casos, desastrosas. Cuanto mas se deja arrastrar el hombre por sus apetitos sensitivos, más se ofusca su inteligencia y se debilita su voluntad. La persona llega a ser un guiñapo en manos de sus sensaciones, que lo consumen lentamente en el vicio y lo enferman física, psicológica y moralmente.

Las secuelas de la intemperancia evidencian, una vez más, que el peor enemigo lo llevamos dentro.

6. LUJURIA – Esclavo del eros

La atmósfera mediática ha alcanzado altos niveles de contaminación erótica. La televisión, el cine, los medios impresos y el Internet han puesto al servicio de la carne recursos y tecnologías sin precedentes.

Ahora bien, el bombardeo sexual no tendría blanco si no hubiera en nosotros una inclinación egoísta al placer sexual: la lujuria.

Todo contacto visual o físico que conlleve la búsqueda consciente y deliberada de la excitación sexual y de su satisfacción, fuera del matrimonio, es un acto lujurioso.

La lujuria reviste muchas formas, desde procurar el placer sexual en solitario, o masturbación, hasta las relaciones sexuales fuera del matrimonio.

Las relaciones sexuales fuera del matrimonio contradicen el valor de la sexualidad misma. Es tal su belleza y dignidad que merece ser defendida y protegida de todo lo que pueda desvirtuarla o malbaratarla. Como dice el Evangelio “No arrojen sus perlas a los puercos.”

Otra forma de lujuria es recurrir a la pornografía. Es casi imposible no ver hoy imágenes sensuales en carteles, espectaculares, películas, programas televisivos, periódicos y revistas. La pornografía es una industria que crece exponencialmente y se filtra como la humedad en nuestras casa, oficinas y espacios de descanso.

Estudios recientes han confirmado que la pornografía puede tener efectos psicológicos y emocionales adictivos.

Una característica muy típica del lujurioso es que percibe cada nueva tentación como una oportunidad única que no puede dejar pasar. Es un cortoplacista; un esclavo de la inmediatez. Vive para el aquí y el ahora. No sabe esperar. Por eso, los temperamento mas primarios e impacientes pueden tener mayor peligro en este campo.

Mientras el mundo siga erotizado, seguirá habiendo abusos, violaciones, infidelidades y muchas, muchas lágrimas.

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