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Pedagogía de la autonomia. saberes necesarios para la práctica educativa.

Enviado por   •  17 de Abril de 2018  •  2.531 Palabras (11 Páginas)  •  364 Visitas

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que se ubica en la visión social y política. Dentro de ella se distinguen dos momentos, uno centrado en la escuela y el curriculum y otro descentrado de la escuela y referida al conjunto de espacios educativos. La segunda propuesta es la que se preocupa por la definición y articulación de un proyecto político pedagógico para la constitución de una escuela formadora de ciudadanía que requiere de educadores formados como intelectuales transformadores. La tercera y última propuesta está orientada a elaborar una pedagogía critica a partir de un desarrollo teórico que brinda líneas orientadoras para una práctica docente, reconociendo la inseparable relación entre lo político y lo pedagógico, le asigna mayor énfasis en su tratamiento a la transmisión – producción.

Freire en su libro “Pedagogía de la autonomía” deja en claro la importancia del educador, cuya práctica se extiende a la producción de las condiciones donde se es posible aprender críticamente, incitando a la lectura crítica, fomentando el pensamiento acertado y reprochando la arrogancia de los que estés llenos/as de soberbia.

Componentes de la pedagogía crítica.

La pedagogía crítica está compuesta por tres componentes centrales: el diálogo como negación cultural, la constitución de una subjetividad rebelde y el escenario institucional: la escuela crítica y democrática.

Primer componente: El diálogo como negación cultural

El primer componente, se habla de negación más que de diálogo. Negación refiere más explícitamente a las relaciones de poder que también se manifiestan en una relación pedagógica, no solo el poder del maestro mediado por las relaciones de clase, etnia y género, sino también la específica entre el maestro y el alumno. Por eso el diálogo es una negación cultural, por lo q lo que se negocia elementos culturales, mediaciones, asignación de sentidos, representaciones, saberes técnicos, lógicas de aprendizaje. La negociación es también confrontación, que se expresa en la construcción dialéctica del saber a partir de la complementariedad de diversos saberes (técnico, cotidiano), pero como instancia superadora de conocimientos preexistentes.

Freire sostiene, el diálogo es un fenómeno humano por el cual se nos revela la palabra. Por ello hay que buscar la palabra y sus elementos constitutivos. No hay palabra verdadera que no fomente la unión indisoluble entre “acción y reflexión” por ende, que no sea praxis. La palabra autentica no puede transformar la realidad, pues se transformaría en palabrería, carente de compromiso al no haber acción, reduciéndose en verbalismo estéril. Sin embargo, cuando la palabra hace exclusiva referencia a la acción, se convierte en activismo, y minimiza la reflexión, niega la praxis verdadera e imposibilita el diálogo. La palabra verdadera es praxis, porque los hombres deben actuar en el mundo para humanizarlo, transformarlo y liberarlo.

El diálogo es un instrumento de concientización, tiene que transcender lo pedagógico para insertarse, deliberadamente, en la praxis política.

Freire expresa, “nadie educa a nadie, ni nadie se educa a sí mismo, sino que los hombres se educan entre sí, o en comunión, mediatizados por el mundo”. Todo educador consciente sabe que nada puede hacer por la formación de los demás, si éstos no participan activamente en la búsqueda del saber, la experiencia y la conciencia. Esta concientización no puede ser individual ni egoísta. Tampoco podría serlo una buena educación, precisamente porque esta es una interacción de los hombres entre sí, de los hombres con su medio, de transformación mutua de los hombres y su ambiente.

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Producción colectiva de saberes

El acento puesto en lo dialógico y en la naturaleza argumentativa de la razón nos lleva inexorablemente a pensar en una producción colectiva de saberes y por tanto, entender a lo grupal como instancia productora de conocimiento dentro de un modelo democrático que propone la participación activa de sus miembros ensamblada de modo tal que favorezca el crecimiento de su autonomía.

Por un lado, un grupal aparece como un espacio de y para la producción colectiva; por el otro, como un espacio recortado, pero no aislado o escindido de otros ámbitos sociales más inclusivos: el recorte lo delimita pero no lo separa del resto de la realidad social.

La transformación social es el producto final de la praxis a nivel colectivo.

Rol del docente en la producción y reproducción de saberes colectivos

El maestro debe asumir un conjunto de roles (iniciador, moderador, facilitador, mediador interlocutor y profesor para coordinar un grupo. Este lugar diferenciado se centra en la propuesta de producción de saberes y en lo que se supone un bagaje de conocimientos y saberes distinto al resto de los miembros. La autoridad del educador.

Desde este lugar, contribuye al diálogo mediante la recuperación permanente de lo aportado por los otros, devolviendo en forma de nuevas preguntas que incluyen lo aportado y abre nuevas reflexiones más inclusivas. Sistematiza, organiza y pone en clave crítica lo en los demás sujetos puede estar fragmentado, desorganizado o enunciado en forma no critica.

La propuesta que encarna el maestro tiene una direccionalidad: procura generar un proceso grupal encaminado a un determinado tipo de producción crítica de saber.

El pedagogo que estamos analizando, en su libro “Pedagogía de la autonomía”, nos enseña que “enseñar no es solo transferir conocimientos” sino que un buen educador puede crear las posibilidades para la construcción y producción de los conocimientos. Expresa, que “enseñar es ayudar a construir nuevos conocimientos en los alumnos para que puedan resignificar gradualmente una mayor autonomía, implicando también mayor autonomía del profesor como profesional. Y que hay que enfrentar con alegría esta posibilidad de creación de nuevos conocimientos, que al fin y al cabo, nos dan la esperanza de para resistir los obstáculos que se nos presentan en su búsqueda.

Nos explica, que “enseñar exige compromiso”. El docente tiene que buscar la aproximación de lo que dice o piensa con lo que hace, con lo que parece ser y con lo que realmente es. El docente tiene que ser ético, tiene que prepararse al máximo para responder las preguntas de sus alumnos, así como también tiene que asumir que no sabe una respuesta. Un docente ético no debe caer en la rutina diaria de la ignorancia de ciertos temas,

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