RESUMEN DE LIBRO "AURA" DE CARLOS FUENTES
Enviado por Antonio • 14 de Enero de 2019 • 4.287 Palabras (18 Páginas) • 1.027 Visitas
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Terminaron de cenar y Felipe le comentó a Aura que iría por unos papeles que había olvidado en su habitación, Aura le contestó con voz de reproche, y le dijo que no urgía que llevara esos papeles. Aún con esa respuesta Felipe se levantó rápido de su asiento y se dirigió a su habitación, subió de inmediato las escaleras de caracol y llegó a su habitación y como las puertas de esa casa no tenían chapas únicamente la empujó.
Esa misma noche leyó los papeles de color amarillo y con una tinta color mostaza, con agujeros por la ceniza del tabaco y manchados por las moscas, eso dificultaba más el descifrar las memorias. El general Llorente no tenía inspiración alguna o en una persona en especial sino que sólo escribía lo que le parecía más importante en todo el día. El trabajo de Felipe era principalmente tratar de mejorar las memorias del general.
Esas memorias, narraban desde la infancia del General Llorente en la hacienda oaxaqueña del siglo XIX; pasando por los estudios militares realizados en Francia, y por la amistad con el Duque de Morny, con el círculo íntimo de Napoleón III, el regreso a México en el estado mayor de Maximiliano, así como las ceremonias y veladas del Imperio, las batallas, el derrumbe, el Cerro de las Campanas, el exilio en París, todo eso era lo que Felipe tenía que mejorar y volver a escribir, ya que en el menor tiempo posible debían ser publicadas. Terminó de leer y se acostó con una gran sonrisa pensando en esos maravillosos cuatro mil pesos. En un instante se desnudó y se quedó dormido.
Era ya el siguiente día, pero como no había luz alguna era difícil de saber sí ya era de día; por las aberturas que había en las ventanas de esa recamara un pequeño rayo del sol entró y se dirigió a su rostro, con un poco de disgusto se levantó se metió a duchar y se vistió. Estaba terminado de arreglarse cuando escuchó una campana, esa campana indicaba que era hora de almorzar, ese sonido se escuchaba cada vez más cerca, así que abrió la puerta y observó a Aura, quien le dijo con la cabeza abajo que era hora de desayunar.
Felipe dejó lo que estaba haciendo y trató de seguirla, quería volver a ver esos hermosos ojos color verdes. Bajó la escalera y observó que ya estaba listo su desayuno y con un solo cubierto, rápidamente comió y se dirigió hacia la recámara de la señora Consuelo, quien con voz aguda y débil le preguntó que como había dormido, a lo que él le respondió que bien, y que había leído las memorias hasta tarde, ella con una mano y una seña de negación le dijo que quería su opinión personal acerca de ellas.
Felipe le preguntó que si podía ir a visitar el jardín a lo que ella le respondió que no había problema alguno. Ella le dijo que esa misma noche lo esperaba en su recámara para que le pasara a dejar un avance de lo que llevaba hecho, Felipe le respondió que sí y se retiró de la recámara.
Ahora, Felipe se dirigía a su habitación y en su mente pensaba que si lograba juntar al menos doce mil pesos comenzaría a escribir su propia obra. Su gran obra consistía sobre los descubrimientos y conquistas españolas en América. Él quería una obra que resumiera todas las crónicas dispersas, que las hiciera inteligibles, también que se encontraran las correspondencias entre todas la empresas y aventuras del siglo de oro, entre los prototipos humanos y el hecho mayor del Renacimiento. Al estar pensando en todo eso, escuchó de nuevo la campana, consultó su reloj, se puso su saco y bajó hacia el comedor. Al llegar ahí vio a Aura que estaba sentada; en esa ocasión se encontraba en la mesa la señora Consuelo, envuelta en su chal y su camisón.
Todo en esta ocasión era tan diferente, ya que estaban puestos todos los cubiertos y eso según él no era normal, pero en su adentro pensaba que si la privación de su libertad y todo lo que hiciera la anciana era el precio para una mejor vida, arriesgaría todo. En ese instante trataba de comer su sopa y de calcular la edad de la señora Llorente. En ese lapso, en un momento inesperado era casi imposible distinguir la edad que tenía la anciana. Aura, en ese total silencio, con una voz tan dulce le comentó a Felipe que en las memorias del General Llorente, hasta donde había leído, no menciona a la señora Consuelo.
Era algo difícil de explicar y complicado, pues el general, que tenía cuarenta y dos años al momento de la invasión francesa y según había muerto en 1901, es decir, cuarenta años más tarde, entonces habría muerto de ochenta y dos años. Eran cifras y números difíciles de descifrar. En esos momentos la Señora Consuelo y el General Llorente ya estaban casados después de la derrota de Querétaro y el exilio, pero aun así era una niña. Las fechas eran muy confusas, porque la señora Llorente estaba hablando con un murmullo agudo y leve. Todas las referencias anteriores lo comentaban únicamente entre la Señora Consuelo y Aura, por lo que Felipe solo escuchaba y escuchaba, estaba atento a la comida y también oía las quejas, dolores, sospechas de enfermedades, el precio de las medicinas, la humedad de la casa, etc.
Felipe quería intervenir en esa plática, quería preguntar por el criado que recogió sus cosas cuando llegó a la casa, pero el intento de interrumpir fue en vano, no logró conseguirlo. Seguía mirando el desarrollo de la plática, de la tía a la sobrina y de la sobrina a la tía, era un cuento de nunca acabar. En ese momento la señora Consuelo detuvo la plática y unos segundos después lo hizo Aura, la señora deja de comer y también hace a un lado los cubiertos, lo que Aura repitió, Felipe pensaba que eso era algo extraño, mientras se apuraba a terminar de comer porque ellas lo veían muy detenidamente.
Al terminar Felipe de comer, la señora Llorente le pidió a Aura que la acompañara a su recámara, ella al tratar de levantarse fija su mirada a Felipe tratando de atraer también su mirada, Felipe como puede, responde esa misma mirada, pero le es imposible porque los bellos ojos de Aura le atraen más. Las dos se levantaron y se dirigieron a la recámara de la señora.
Felipe se quedó solo y se sirvió café frío, el mismo que le sirvieron al inicio del desayuno, pero en sus adentros no dejaba de pensar que tenía o que le hacía la señora Consuelo a Aura, esa muchacha tan joven y ataba a una pobre anciana que lo único que necesita es un poco de compañía, pero que eso no le quitaba ser una señora caprichosa y desequilibrada; pensaba que sería bueno algún día que escaparan juntos cuando la señora Llorente estuviera dormitando en su recámara.
Terminó de desayunar y se dirigió hacia su recámara, llegó entre la total oscuridad, observó al Cristo que
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